
Texto por: Lucas Araya
Fotografías: Claudio Escalona
Lo que se vivió en el teatro Coliseo este 25 de enero fue una experiencia sonora y lírica que traspasó la cuarta pared del escenario y penetró los corazones de cada asistente a esta verdadera ceremonia de la palabra hecha emoción. Una sesión donde Patti Smith brilló como la estrella más brillante en el firmamento experimental de Soundwalk Collective. Una noche irrepetible e inolvidable.
Luces apagadas,siluetas en movimiento, el leve sonido de la ansiedad y la figura de Patti Smith siendo guiada hasta el centro del escenario para recibir el aplauso, el cariño y la admiración de un público expectante y maravillado con el solo hecho de poder compartir el mismo espacio y oxígeno con una de las artistas más grandes de los últimos 50 años. Desde el primer segundo se podía sentir la emoción desbordando desde cada rincón del local.

La invitación era clara: ser parte de Correspondences, una sesión de experimentación musical, sónica, visual y sensorial donde la lectura de poesía sería el vehículo principal en un viaje hacia las profundidades del dolor del mundo, una travesía donde la voz y la declamación nos conducirán por los laberintos de la historia universal hasta acariciar la herida del presente compartido, transformándose en una explosión emocional, llena de pasión, vehemencia para estallar en la catarsis más hermosa de los últimos tiempos.
Con una serie de imágenes sobre el telón de fondo, los pasajes sonoros de Soundwalk Collective fueron creando la atmósfera perfecta para que las palabras evocaran a las penurias de las niñeces de Chernobyl de la mano de la tragedia y la contaminación. Momentos de crudeza que siguieron con las dolencias del fin de los sueños, el peso de la religión, la guerra y el sinsentido de los tiempos modelos sin emoción ni comunión, con Patti Smith alzando la voz, recitando, exclamando, armonizando y cantando. Desde la sutileza con movimientos tenues hasta el llamado de atención con puño en alto llamase a despertar y a movilizarse, salir de la modorra y estallar en la acción, la rebeldía de hacer algo desde la entrañas. Un llamado a la unión desde el arte, la poesía y el amor. Un grito para despertar y elevar toda la temperatura en el Coliseo, transformando el aire en fuego y llevando la performance a una dimensión poderosa y hermosa. Sin duda, todas las almas despertaron. Punk deconstructivo en estado puro.

El aplauso de pie y la ovación en vítores flamearon como sábanas humedecidas por el sudor y las lágrimas, flotando tendidas en el viento en un campo abierto, esperando los rayos del sol brillante que irradia desde la figura de Patti Smith, una unión de amor gigante en la noche más ardiente del verano. Un momento mágico, eterno e inolvidable.

El cierre de la jornada fue un regalo lleno de hermosura: la interpretación de «Win» a capela, acompañada de rostros en blanco y negro, retratando un momento de belleza máxima que llevó a todas las personas presentes al paraíso imaginario más real que hemos sentido, solo para despertar con el sonido de las palmas chocando de felicidad y subir el nivel de cualquier placer imaginado, pues fue ahí cuando “la madrina del punk” invitó a su amigo Peter Buck (R.E.M) a interpretar una versión improvisada y comunitaria de «People have the power», con toda la gente que colaboró en este espectáculo sobre el escenario y con todo el mundo de pie, formando parte de una de las experiencias más purificadoras que se han vivido en estos rincones. Simplemente, una actuación perfecta, noche redonda. La invitación, finalmente, concretó su premisa. Emoción correspondida.
Gracias, Patti por la constante inspiración.
Ojalá sea hasta la próxima 🙂
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