Nota por Lucas Araya
Fotografías: Cristián Doppler
La legendaria banda de rock alternativo se presentó por primera vez en Chile en un encuentro efusivo con el público local. La fiesta más esperada por décadas para completar las figuritas del álbum de grandes éxitos subterráneos.
Aquí una crónica en primera persona de uno de los mejores shows del último tiempo.
Bebés veraniegos
Cuando anunciaron el debut de Pavement en Chile en noviembre del 2023, un rayo cayó en la memoria auditiva y toda una generación que se formó con el sonido lo-fi de bellas canciones y melodías atonalmente perfectas respiró feliz en la ansiedad tranquila al saber que al fin podríamos abrazar esa música que parecía tan lejana.
Bajarían a estos pagos los maestros del indie rebelde. La banda que demostró que las cosas se pueden hacer bajo tus propios términos, aunque todo parezca en contra y, aún así, dejar huella.
La espera del primer encuentro parecía alivianarse.
Mensajes entre grupos de amigos para coordinarse y comprar entradas, ponerse de acuerdo para escuchar los discos de Pavement, Pixies, Dinosaur Jr, Sonic Youth, The Breeders y Nirvana. Saltar a Panico, Suarez, Él Mató y Tsunamis. Un verano a todo volumen.
Ayer es hoy porque lo único que tenemos es “siempre”, el tiempo limitado que gira y gira.
Los meses y los días pasaron a ritmo arrollador. Conciertos, tocatas, festivales, playlists, discos, cassettes. Todo raudamente por encima. Un posteo en IG anunciaba que la banda ya estaba acá, en tierras chilenas. Un perrito con un cartel era la señal más absoluta. La espera rabiosa llega a su fin.
Lunes friolento lunes
El 13 de mayo a las 8pm la fila se mezcla con las poleras y stickers en los paños en el suelo. En las mesas aledañas, cervezas y completos alivianando la baja temperatura.
Mientras el peso del dinámico sonido de Fother Muckers llena el espacio y los rincones del teatro. Pasos ansiosos y oídos ávidos entran al Coliseo entregándose a la experiencia.
Una vez dentro caras conocidas, rostros vistos en cientos de tocatas, fiestas, shows y calles adornadas por el ruido, guitarras afiladas y los años dorados del indie local. Ojos anhelantes y deseosos. Vasos llenos, vasos vacíos.
Hablar del circuito de radios universitarias gringas, mencionar a Kurt Cobain y Spinetta en la misma frase, reírse de los nervios, saludar amistades, abrazar el caos previo. Cruzar las puertas, mirar la mesa de sonido, pasearse por toda la cancha. Es mi ritual. No soy el único.
Gente en las butacas de tribuna, sentad@s, de pie, impacientes. Masas frente al escenario, apretujándose, expectantes. Música envasada, voces charlando, cánticos inquietos (piquero al disco de Woodstock).
Se apaga la luz. Se enciende la euforia. Comienza el encuentro.
Dejar de respirar
Cae el estruendo florido. Pavement en pleno sobre el escenario. Dos baterías, dos guitarras, bajo penetrante y teclado hipnótico. Volumen perfecto. El mejor sonido en años. Mesa perfecta para un banquete de intensidad, vehemencia y tonalidades juguetones. Esta es una celebración completa.
El viaje abre con «Silence kid» entre matices, saltos, cánticos, voces al unísono en una fiesta espontánea. Locura controlada. Esto es puro amor hecho música. De un lugar a otro, las paredes contienen la emoción mientras Stephen Malkmus libera los sonidos inventivos e incendiarios de sus seis cuerdas. Algo que será una dulce tormenta imparable durante las casi horas que nos regaló. Tome nota: «Summer Babe», «Starlings of the Slipstream»,
«Transport Is Arranged» y «Grounded» como pinceladas sobre la tela de un cuadro imborrable y perecedero en la retina, los poros y oídos.
Hubo dos que tomaron fotos y se mezclaron con la masa danzante para seguir brillando como luces ocultas en el disfrute retumbante. Lo sé. Lo vi. Me llena de alegría ver esa mirada extasiada e incrédula entre llamitas flameando. La fe no se extingue.
Las cúspides sónicas bajan al valle de espejos brumosos con las melodías sensibles de «The Hexx» y «We dance», un regalo a las almas. El presente es constante, Pavement es la respuesta. Todo el mundo flotando en segundos luminosos.
El toquío de las líneas del bajo de Mark Ibold penetran los huesos y abrazan la carne en un envolvente ataque cariñoso al centro de los corazones mientras «In the mouth a desert» dirige el periplo a terrenos irradiantes y cercanos a la perfección. Saltar y gozar en «Lions» es el placer máximo. Sí, oh, sí. Ahí viene «Trigger cut». La felicidad existe. Está aquí, solo había que imaginar y esperar (sin importar la extensión).
Una hora antes, en la pausa entre bandas, le comenté a un amigo lo mucho que a veces Pavement me hace pensar en Television. Cuando suena «Spit on a stranger» lo miro, apunto al escenario y mi amigo asiente. La luna en la marquesina invisible lo confirma. Es el territorio de terciopelo del repertorio de esta banda crucial. «Type slowly» es una caricia y «Stereo» es el escalofrío tembloroso que nos despierta. Estamos casi tan lejos del inicio como del final, pero no lo sabemos.
Hiperquinético voy de un lugar a otro: costados, reja lateral, barra, zona posterior, escaleras, pasillo, centro de la cancha. Me vuelvo a cruzar con rostros conocidos, gente que toca música, gente que graba música, gente que escribe sobre música, gente que lee esos escritos sobre música. Todas las miradas disparan dicha y alegría. Qué buena fortuna es estar aquí. Las manos arriba lo confirman.
Pestañeamos entre saltitos gloriosos y «Cut your hair» nos sacude del sueño. Las cosas se acaban, sí. Los sets impecables también. Fin de la quimera. Pero ni tanto. Lo sabemos. Ell@s lo saben y vuelven con la sonrisa ancha, la bulla en el pelo porque la vida es eterna en estos minutos. Ah, ¡qué hermosura!
Bajamos planeando la montaña sagrada del noise, riendo, bailando con «Range Life» solo para explotar al unísono con «Serpentine Pad» y unir nuestras voces con la estrella fugaz del indie más rebelde y luego balancearse en la tela sutil y preciosa de «Stop Breathin». Llorar y bailar, reír y abrazar a esa versión nuestra atemporal que siempre nos acompaña y nos hace viajar a la adolescencia, la juventud primera o los días más inundados en penurias para remecer nuestras mentes y cuerpos y aplaudir con ganas. La melancolía no existe aquí (¿existe en alguna parte?). La luminosidad sí, aunque se detenga en seco con ese final estrepitoso y la respiración cortada.
Fuimos felices. Somos felices. Tod@s.
Mucho rato después escribí:
En un show que repasó gran parte de su discografía, Pavement matizó momentos de alta intensidad, luminosas descargas eléctricas y mantras atmosféricos cargados de guitarras imaginativas y voces intercaladas y expresivas, coronando un concierto redondo.
Una fiesta largamente esperada y que estalló en éxtasis y felicidad, encendiendo con amor la fría noche de Santiago.
No era suficiente. Necesitaba decir todo lo que quería expresar y retratar. La indómita luz se hizo esperar, a pesar de las presiones y los apuros por whatsapp. Aquí está, al fin, lo que viví, en primera persona. Espero no haber sido el único que se deleitó con este cofre de oro llamado Pavement.
¡Será hasta la próxima, leones del ruido!
PD: aquí te dejo las fotos del gran Doppler:
PPD: acá un resumen, o como dicen los lolos, un reel:
Listado de canciones
- Silence Kid
- Summer Babe
- Starlings of the Slipstream
- Kennel District
- Transport Is Arranged
- Frontwards
- Grounded
- Shady Lane
- The Hexx
- We Dance
- Unfair
- Harness Your Hopes
- In the Mouth a Desert
- Feed ‘em to the (Linden) Lions
- Trigger Cut
- Two States
- Spit on a Stranger
- Type Slowly
- Stereo
- Here
- Gold Soundz
- Cut Your Hair
- Range Life
- Serpentine Pad
- Stop Breathin
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