Texto por: Lucas Araya
Fotografías: Claudio Escalona
Dos décadas después de la edición de su segundo larga duración, «El Sonido» (2004), Guiso celebró la publicación del vinilo de este clásico de la escena Garage de principios de siglo con un concierto en Sala Metrónomo. Una noche de Rock and Roll y guitarras afiladas reviviendo las llamas en alto del Rock independiente hecho en la capital.
La noche cae luego de un remezón de la tierra, el teloneo perfecto para que la banda insigne del Rock garagero y autogestionado del nuevo milenio salga a escena. Con infatigable fuerza y energía, Guiso sale a celebrar los 20 años del disco que los consagró en una escena que luchaba por abrirse camino en una industria inexistente y confirmó que su guerrilla se abría paso a fuego limpio y riffs endemoniados. Sí, porque «El Sonido» es un álbum que resume el calor de un momento y la vehemencia con la que se mueven las cosas en el mundo de Perrosky, Álvaro Gómez, Berni Martínez y Álvaro Guerra y su edición en vinilo es una razón más que suficiente para celebrar la aventura y el legado sónico y estético del Rock hecho a pulso en estos rincones.
Claro, 20 años no es nada, dice el tango, y la noche del 13 de diciembre, esos veinte años son cenizas que siguen ardiendo en las llamas que salen de los amplificadores y llenan queman el oxígeno haciendo arder las gargantas y evaporando el sudor de quienes llegaron al local a dejarse llevar y disfrutar con un combo masivo de Rock and Roll. Con un show dividido en tres partes, Guiso desplegó una revisión de su repertorio más clásico donde «Siempre», «Coerción» y «Debe ser mentira» brillan como gemas de las diversas etapas de la sonoridad y la estética del grupo. El fiato entre la banda y el público sigue tan arriba como siempre y el ritmo hipnótico de «Nada sirve» hace que todo explote entre punteos, voces al máximo y el humo redoblante. Una aplanadora electrizante.
La segunda parte es magia pura: las ocho canciones de «El Sonido» en su orden original y con la fuerza del cúmulo del tiempo a su favor. Desde el beat atronador del primer tema (un clásico total de nuestro Rock independiente), pasando por el mantra sicodélico de «Fe» para flotar son el viento ardiente de «Qué voy a hacer» y «Solución» para, finalmente, caer al subterráneo y taladrar el concreto del bucle temporal con «Dámelo» y cerrar un disco/show completo y perfecto. ¡Vasos arriba!
La parte final es el temblor eficaz y las guitarras de Berni y Perrosky para que ese coro simple e inmortal de «Olé, Olé» se funda con el ruido en un estruendo parecido al placer de un montón de gente y diferentes generaciones que se unieron en un grito, un estribillo, un tañido letal. Vino la fuerza. El aullido de los 2000. Un gruñido que nunca se ha apagado y que sigue ahí, bien alto.
No hay que perder la fe. Basta que Guiso se reúna para que el ‘sonido’ tome forma y reaparezca y lo remueva todo, una vez más, como esta vigorosa noche. ¡Gracias, Guiso… y muchas más!
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