Texto por: Lucas Araya
Entrar a la exposición montada en Matucana 100 es sumergirse en el mundo íntimo y creativo de Mon Laferte. Un viaje a través de un laberinto que invita a ver en la oscuridad y encontrar un refugio de ternura frente a la visceralidad de las imágenes y relatos que forman parte de «Autopoiética», la expresión vívida de la resurrección desde el dolor oculto y un abrazo lleno de empatía cariñosa y amor propio.
Cada rincón es una crónica profunda y potente que, a su vez, invita a contar tu historia, ya sea en silencio o entre el ruido de la máquina de aplastar que impera en Latinoamérica sobre las mujeres y sus historias, acalladas durante años, cubiertas con tierra, piedra y metal. Sin embargo, dentro de la sala, la sensación claustrofóbica es contrastada con el agua que corre simbólicamente para lava la culpa, ese pecado que es castigado con electricidad por una sociedad opresora, donde los hombres son capaces de crear mecanismos para condenar a la mujer por su mera existencia, por su presencia, por no ser como ellos esperan. Lo absurdo de esa práctica ancestral tiene su respuesta en «Autopoiética». La resistencia a partir del amor que comulga entre el arte y la sororidad y que corre como un “chorro sanador” en la oscuridad luminosa de las habitaciones de la exposición.
Despertar y poner atención a los detalles es la clave de los caminos de «Autopoiética». Caminar sin zapatos, agudizar el oído, abrir el corazón, compartir el pesar y abrazar el sufrimiento de las demás. Observar e ingresar en los nichos que contienen y retratan todo lo que otras han tenido que dejar atrás. Quizás es similar a lo que has vivido tú. Tal vez lo has sentido o escuchado en otras voces. Tocar las paredes aquí es encontrar la consciencia de los testimonios personales y universales, tan comunes como respirar y existir.
A medida que se avanza por las rutas de la exhibición, el vía crucis ancestral va aumentando y su presencia es más prominente. Las conexiones y los lazos con situaciones de horror y culpas compartidas en el continente van apareciendo y se hacen más notorias y la chance de trabajar con otras mujeres, artesanas, artistas y curadoras es una experiencia que queda plasmada en cada una de las obras contenidas aquí. Una forma de mostrar y denunciar la agresión y el desagrado de sentir el peso impuesto por los que escriben su verdad y con parámetros morales obtusos y rígidos, amparados en la mentira y el prejuicio.
Para Mon Laferte, y en sus propias palabras, su arte plástico y su música son parte de la misma pasión. Un río creativo que corre de forma constante y una invitación a conocer el lado no comercial de su trabajo. Una manera de quitarse preconceptos de superficialidad e imágenes Pop vacías.
La autopoiesis ha sido para Mon una regeneración, un proceso de autosanación y una inspiración para seguir creando y creciendo, desligándose de las cadenas limitantes que de una sociedad que considera la edad y la maternidad como un límite, una pared, un final, cuando todas estas situaciones podrían ser todo lo contrario: inspiración, flujo, ideas renovadas, poesía, composición, generación de nuevas expresiones de arte.
Es por eso que «Autopoiética» motiva a leer y sumergirse en testimonios para entender que “a mi me costó”, a todas les cuesta, pero mientras exista luz, habrá una posibilidad de encontrar un camino, una salida, una posibilidad de entender las culpas tiernas sin minimizar lo que siente otra persona. Como dice Mon: “aprender de las demás, escuchar, aprender y sanar”.
Un ejemplo del trabajo colaborativo de la exposición es la presencia de arpilleras, un espacio compartido a partir de reuniones virtuales, el cual tuvo como resultado diversas piezas que muestran que tejer redes de amor es una forma de contención y una vía para contar sus propias historias, sus mundos internos, más allá de lo conocido y esperado. Todas las arpilleras tienen algo interno que decir, un universo que mostrar y eso es posible aquí, en «Autopoiética», en todas las telas, en todos los murales, en todas las esquinas, en todos los rincones. Solo hace falta abrir el corazón y los ojos y escuchar a l@s demás. Sanar es posible. Renacer también.
«Mon Laferte: Autopoiética», una experiencia visual intensa, ardiente, apasionada y compartida. Una cita para encontrarse y reencontrarse. En Matucana 100 desde el 30 de octubre hasta el 19 de enero.
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