Texto por Cristian Martínez

Fotografías por Hugo Hinojosa

El pasado viernes, el Teatro Cariola sumó nuevas estrellas a su firmamento con el brillante paso de las bandas nacionales Hidalgo y Plasma, quienes encendieron el escenario con sus presentaciones, preparando el terreno para la tan esperada aparición de Marty Friedman junto a su banda. La visita del virtuoso guitarrista, enmarcada en su gira “Live Drama Tour 2025”, trajo consigo una grata sorpresa: la grabación oficial del concierto en Chile, que pasará a formar parte del material audiovisual de la gira, inmortalizando una noche inolvidable en suelo nacional.

Todo hacía presagiar que pese a las oscuras supersticiones que rodean al temido viernes 13, la noche se transformaría en un espectáculo inolvidable. Y así fue desde el primer acorde, con la presentación de Hidalgo, banda nacional de metal instrumental y progresivo que nació como un proyecto solista del guitarrista Gabriel Hidalgo y que, con el tiempo, evolucionó hasta consolidarse como un cuarteto. Su propuesta, tan técnica como emocional, resultó ser la elección ideal para abrir una noche cargada de expectativas, ante un público que pronto se vería inmerso en una atmósfera hipnótica, tejida con precisión canción tras canción. El repertorio incluyó una mención especial a su álbum “Lanküyen”, una obra inspirada en la cosmovisión del pueblo mapuche. A una década de su lanzamiento, el disco se prepara para una celebración especial con motivo de su aniversario, programada para el próximo 29 de agosto. La presentación de la banda se completaría con una cuidada selección de lo mejor de una discografía forjada a lo largo de casi dos décadas de trayectoria.

Ignorando cualquier mal augurio propio del día y sin vacilaciones, Plasma salió al escenario con total seguridad. La banda, liderada por el destacado guitarrista Claudio Cordero, siguió el camino trazado por sus predecesores, pero brillando con luz propia. El trío ofreció al público una potente muestra de su visión musical, interpretando algunos temas seleccionados de sus álbumes “Quasar” (2016) y “Enlace (2007)”, logrando encender a los asistentes con el carisma que Claudio desplegaba cada vez que tomó el micrófono, invitando al público a unirse a los coros y convirtiendo la presentación en una experiencia colectiva.

El momento de conquistar Santiago había llegado. Friedman y su banda subieron al escenario en total armonía y, como si se tratara de una cábala, se reunieron en círculo para compartir unas palabras y unir sus manos en señal de aliento previa a su presentación. Mientras tanto, el público, entre gritos y ovaciones, celebraba la presencia de esta leyenda de la guitarra, considerado una fuente indiscutible de inspiración para quienes transitan el afilado camino de las seis cuerdas.

El show comenzaría con “Deep End”, tema perteneciente a “Drama”, su más reciente álbum de estudio lanzado en 2024 y el motor central de esta gira. Lo que vendría después sería un auténtico universo sonoro, guiado junto a tres talentosos músicos japoneses: Naoki Morioka en la guitarra, Wakazaemon en el bajo y Chargeeeeee en la batería. Juntos, lograron transmitir al público la química única de la banda, generando una conexión casi mística con el escenario, mientras los asistentes tocaban air guitars como si formaran parte del propio espectáculo.

La noche comenzaba a tomar diversos matices hasta sumergirse inevitablemente en el emblemático recuerdo del paso de Marty Friedman por Megadeth. Y, por supuesto, hablamos de “Tornado of Souls”. Todo comenzó con Marty acercándose a Naoki, iniciando la esperada canción. Sin embargo, un pequeño gesto interrumpió la continuidad del tema: Marty le indicó a Naoki, entre señas, que esa no era la forma correcta de arrancarla, momento que formaba parte del show. Tras ese breve intercambio, ahora sí, el sonido clásico del tema estalló con fuerza, avivando el fuego y la euforia del público, que no solo acompañaba con energía, sino que coreaba cada una de las guitarras. Porque en Chile las guitarras también se corean.

Entre tantos momentos memorables, como la inagotable energía de Chargeeeeee, quien animaba al público con cada una de las expresivas y entretenidas muecas que hacía canción tras canción, llegaría el turno del lado más romántico que la banda tenía preparado. Ese momento llevaría por nombre “Tearful Confession”, una balada que no necesita voz cuando las guitarras son capaces de expresar un sentimiento tan profundo como melancólico. Una muestra de que, a veces, los sentimientos no se forman con palabras, sino con emociones que solo la música puede transmitir.

El show aún tenía más por ofrecer, y había algo que faltaba en la ecuación: el factor “Dragon Mistress”. Y, claramente, nos entregarían esa ansiada incógnita. Una canción conocida por todos los seguidores de Friedman, que sin duda brilla aún más en vivo ante un público que siente cada nota y la expresa con alegría en cada movimiento. Continuaríamos con “Kaeritakunatta Yo”, que daría paso a la presentación individual de cada miembro de la banda, momento en que Friedman les cedería el protagonismo para que cada uno realizara un solo con su instrumento, demostrando así el virtuosismo y la personalidad musical de cada integrante.

Para el encore, Friedman aparecería en escena vistiendo la camiseta de la selección chilena y, con unas profundas palabras de gratitud y reflexión, dedicaría una emotiva canción en honor a su ex compañero Jason Becker, quien padece una enfermedad que le impidió continuar con su prominente carrera musical. Con “For a Friend”, nos despediríamos no solo de un show inolvidable, sino también con una valiosa lección de vida, cortesía de alguien que es mucho más que un virtuoso de la guitarra, Arigatō gozaimashita Marty Friedman.

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