Texto por: Lucas Araya

Fotografías: Claudio Escalona

En la primera de dos históricas noches para el Heavy Metal, la banda inglesa entregó un potente show en un reencuentro con su ejército local en un Estadio Nacional repleto en un viaje por las altas cumbres de su gloriosa discografía, pasando por su energético presente y dando pistas de lo que se viene en el horizonte de la Doncella de Hierro.

Cada ritual tiene sus partes y secciones definidas, conocidas y un libreto establecido. Así es la misa, y «Doctor, doctor» es la señal que todos esperamos por mucho tiempo para saltar hacia la libertad y la euforia. Es la pasión que despierta Iron Maiden, incluso antes de salir al escenario, con miles de personas en plazas, filas y llenando el local con sus poleras negras estampadas con el nombre de la banda que ha marcado generaciones desde finales de los ‘70. Cuando los primeros acordes  de «Caught somewhere in time» inundan el estadio, la locura ya está desatada. Sumergirse en el sonido clásico de la banda es una travesía hacia 1986 y los aires progresivos que rompieron todos los esquemas, y que hoy suenan más presentes que nunca.

A medida que el primer tema del set avanza, aparecen los brillantes juegos de guitarras sónicas entre Adrian Smith, Dave Murray y Janick Gers con destreza, calor y precisión entre bengalas y la base rítimica de Harris y McBrian ajustadisima. La banda sonora de tantas vidas comandadas por Bruce Dickinson y su inigualable voz. El vuelo ya está completo en tan solo 4 minutos. Todavía queda mucho por recorrer y disfrutar.

El ritmo sincopado de la batería que inicia «Stranger in a strange land» es la señal de que la locura está desatada en un nuevo mundo conocido. El peso del pasado es implacable, y Eddie hace una aparición fantasmal para recordarnos que el delicioso e inquietante misterio está ahí, rondando y vibrando en “this is amazing night. The first of two amazing nights”, como declara Dickinson después de la segunda canción.

Después de un pequeños salto en el tiempo, es momento de volver al presente y «The writing on the wall» llega luego de un temblor de saltos para caer de pie en el sonido actual de Maiden y un paseo por «Senjutsu», demostrando que la fórmula sigue viva y fresca como una máquina del tiempo aceitada y en constante marcha,  y en un segundo volamos a la adolescencia furiosa de 1982 con «The prisoner» elevando las manos en medio del rito que lo inunda todo.

Iron Maiden y Chile tienen una relación especial, sin duda. Desde aquella fallida visita en 1992 hasta esta mágica noche en un estadio con 62.000 tickets totalmente agotados y un emotivo “scream for me Chile”. La celebración épica de décadas de devoción en un show potente que en la segunda parte del set, desde «Can I play with madness» no da respiro y nos lleva a lo más alto del heavy metal con himnos inmortales. Así es como «Heaven can wait» y «Fear of the dark» envuelven con un manto perfecto la esperada y celebrada aparición de «Alexander the great» en un repertorio que no necesita de bestias ni dos minutos para encender el ambiente y regalar una sesión de clásicos matizados con el sonido actual de la banda. 

La estrella más brillante hoy es «Somewhere in time» y un listado celestial de temas, acompañados de los destellos estruendosos de las Stratocasters más versátiles del metal pesado, dejando caer todo el poderío con «Iron Maiden», el juego de guitarras en sinfonía sónica que dibuja la euforia total de miles de alma en su estado más puro de furia y felicidad. Soy un niño de 15 años de nuevo, dejando la vida en la cancha, saltando gritando con vehemencia cada palabra con una sonrisa imborrable. No soy el único. Somos miles y miles. Esto es la felicidad.

Cómo el mejor vino añejo, Iron Maiden emana calidad intacta y su sabor se disfruta con las copas al aire gritando “up the Irons!” al estilo chileno, tal como lo pide Bruce antes de desplegar la destreza de «Hell on Earth» y cerrar con broche de oro con «The trooper» y una coreada «Wasted years», coronando una fiesta total de riffs y estribillos compartidos a viva voz. La primera de dos noches increíbles. La Doncella de Hierro tenía razón. Esto es magia pura. Silbar y mirar el lado brillante de la vida mientras las luces se encienden. Fin del ritual habitual del metal.

Un abrazo y un aplauso para Nico McBrian. Un luchador, un soldado de los parches, siempre peleando para llevar el ritmo de la nave, torciendo la historia para seguir ahí, a pesar de los golpes de la vida. Él siempre responderá con otro combo certero, con otra velocidad, pero con sinceridad y el ímpetu de pisar con fuerza en la senda de esta guerra llamada existencia. De pie lo celebro.

La primera cita fue tremenda. La segunda batalla será colosal. Una pausa para esperar la próxima visita, esta vez para celebrar los 50 años de la banda en su gira «Run for your lives». Las promesas se cumplen y Iron Maiden nunca falla. Nunca.

Será hasta la próxima, ¡capos!

Setlist:

01. Caught Somewhere in Time

02. Stranger in a Strange Land

03. The Writing on the Wall

04. Days of Future Past

05. The Time Machine

06. The Prisoner

07. Death of the Celts

08. Can I Play With Madness

09. Heaven Can Wait

10. Alexander the Great

11. Fear of the Dark

12. Iron Maiden

-Encore-

12. Hell on Earth

13. The Trooper

14. Wasted Years


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