
Texto por: Clau B. Díaz
No es difícil caer en chiclés cuando se aborda el tema del Holocausto judío en las ficciones, por lo que estaba un poco escéptica con «Un Dolor Real», película dirigida por Jesse Eisenberg, protagonizada por él mismo y por Keiran Culkin (quien ganó un Golden Globe por Mejor Actor de Reparto). Sin embargo, al verla me llevé una grata sorpresa, ya que, propone una perspectiva refrescante de memoria histórica.
La cinta trata de dos primos estadounidenses en la treintena; David y Benji (Eisenberg y Culkin, respectivamente), quienes viajan a Polonia en busca de sus raíces judías. En el país toman un tour para judíos guiado por un inglés no judío, pero que le apasiona el tema. Es aquí cuando la película nos comienza a mostrar cómo después de 80 años terminada la Segunda Guerra Mundial, los nietos de quienes sufrieron las brutalidades ejercidas por los Nazis sobrellevan el dolor.
La cinta, a mi juicio, hace algo interesante; el tour que realizan lo muestran con un ápice de banalidad. Casi una capitalización del dolor es un tour donde está todo programado: cada visita, cada foto, cada detalle, cada dato histórico. En el cual no hay espacio para sentir el dolor, a menos que el programa turístico así lo desee. Mientras veía la película recordé mucho el ensayo de David Foster Wallace: «Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer» (que, si no lo han leído, háganse un favor y léanlo), en el que el autor navegó en un crucero de lujo y luego comentó sus experiencias de “vacaciones programadas” y en lo superficial que fueron. Tengo la impresión de que el personaje de Keiran Culkin es un poco David Foster Wallace; hay una crítica intrínseca, a mi parecer, a cómo los lugares de memoria se han convertido en souvenirs.

De hecho, en las únicas partes en las cuales los personajes sienten algo real, es cuando se salen del programa del tour: cuando toman una foto donde no deben, cuando dicen lo que no deberían, o se van del tour. Es una suerte de rivalidad entre el dolor organizado del tour y el dolor real que sienten los personajes, ya sea por su herencia judía o por cómo llevan sus vidas. Y a esto me refiero con una perspectiva refrescante de contar la memoria del holocausto: una nueva generación que no sólo tiene que lidiar con el dolor pasado, sino con el actual, el de su propia contemporaneidad.
«Un Dolor Real» es una Comedia de memoria que aborda una crisis de identidad, en la que todo está en peligro de ser homogeneizado y mercantilizado. Por ello, no es extraño que la película empiece y termine en un aeropuerto, donde se vive de manera momentánea, un lugar de paso, sin un pasado en común. Es lo que el antropólogo francés Marc Augè llamó “no-lugar”; espacios homogéneos, en los cuales el individualismo no permite que pase la historia.
En hora y media de duración, la cinta nos hace reflexionar sobre la sociedad de consumo y su falta de identidad, sobre nuestro pasado y el lugar que tiene en nuestro presente. E Inevitablemente, también, nos interpela para que nos planteemos una pregunta que no queremos hacer: ¿cuánto tiempo tiene que pasar que se termine este dolor?
«Un Dolor Real» ya se encuentra en cines nacionales a partir de hoy, jueves 23 de enero, distribuida por Cinecolor Chile.
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