
Columna por Gonzalo Díaz
Hablar sobre la carrera de Sepultura, principalmente sobre las dos últimas décadas, es sinónimo de discusión, de diferencias de opinión, debates y un sinfín de temáticas que rodean a la banda oriunda de Brasil y que muchas veces escapan a lo que realmente nos debería citar, que es precisamente la trayectoria de una banda que ha sido voz insigne del Metal sudamericano alrededor del mundo, esto mediante una carrera que abarca más de cuarenta años y que precisamente durante estos días llegaba a su fin, siendo Chile y precisamente el Metal Fest 2024, uno de los puntos marcados para este último encuentro con la banda conformada por Andreas Kisser, Derrick Green, Paulo Jr. y en esta ocasión, por Greyson Nekrutman en batería, el cual venía a reemplazar a Eloy Casagrande, quien había dejado la banda solo unos meses antes de esta última gira, esto entre rumores que lo asocian fuertemente a Slipknot, como también el simple hecho de alejarse de un barco del cual quizás nunca se sintió cómodo.

En lo concreto, el anuncio del final de Sepultura, fue en pocas palabras eso, “sepultar” una carrera que desde hace varios años ya, le tocaba remar contra la corriente, precisamente desde la salida de su fundador principal, el carismático Max Cavalera, el cual a base de una serie de problemáticas que abarcaban por sobre todo, roces con el resto de la banda y el hecho de afianzar su relación con su esposa y también manager de aquellos años de los oriundos de Belo Horizonte, siendo este el primer quiebre de la banda que abarca la parte media de los noventas y que fue el eje central de los primeros conflictos que tendría que arrastrar la banda. Y bueno, las cosas no fueron fáciles ni tampoco escapaban a situaciones vividas por un centenar de agrupaciones incluso muchas veces consolidadas al momento de la salida de un integrante clave. Pero en este caso, la salida de Max Cavalera fue también el inicio de un eterno conflicto que incluso hasta nuestros días, no tuvo pie atrás, a ello, cabe señalar que el resto de los integrantes no dieron descanso alguno y más aún, siguieron adelante, llevando una carrera que a esa altura vería el inicio de una serie de altos y bajos.

Ya asimilada la partida de un referente como Max, la banda no se detuvo y dio paso al ingreso en la voz de Derrik Green, quien a diferencia del resto de sus compañeros, encontraba sus orígenes en tierras norteamericanas y a que a base de una gran presión y de innumerables críticas, tomó la bandera dejada por Max Cavalera para dar pie a una nueva etapa de Sepultura. Precisamente, esta etapa fue marcada por varios tropiezos en la carrera de los brasileños, quienes, entre el mantener en pie el nombre de la banda, el lanzamiento de nuevos discos y sobre todo, el hacer frente a las críticas y las miradas de los fanáticos, vieron entre otras cosas, la salida de su otro referente, Igor Cavalera, quien haría dupla a futuro con su hermano, dando mayor énfasis a la discusión por ser el verdadero Sepultura y por llevar a cabo una dualidad entre bandas basada en comentarios, conflictos monetarios, de composición, de dimes y diretes y más aún, de situaciones de rechazo a la banda comandada hasta hoy, por Andreas Kisser, quien tuvo que constantemente hacerse cargo de las situaciones adversas vividas, las cuales además incluyó siempre una lucha por establecer una formación sólida y con ello, un sonido que le dé una nueva insignia a Sepultura.

Precisamente esta lucha fue la que más se tornó en una problemática para Kisser y compañía, en este caso, resolver el problema sobre qué es Sepultura y más aún (o lo que más interesaba a los seguidores) quiénes eran los verdaderos Sepultura. La respuesta, a pesar de poseer el nombre, siempre tuvo en la mira a los hermanos Cavalera, quienes hasta el día de hoy, principalmente mediante el proyecto Cavalera Conspiracy, sigue dando frutos al sonido del clásico Sepultura, incluso mediante la reedición ultima del clásico «Morvid Visions» (1986), consolidando aún más el trabajo de los fundadores de la banda, como también, enterrando las posibilidades de una posible reconciliación como de una reunión con la banda original. A ello, la batalla de Kisser siempre estuvo apuntando a concretar una nueva imagen de Sepultura, en donde claro, intentos existieron, y algunos en gran medida y calidad, tal como lo puede ser el celebrado «Quadra» (2020), disco que logra dar una nueva visión del sonido de Sepultura, buscando en ello, dar vuelta la página de los conflictos, de situaciones adversas, de comparación o incluso de rechazo que dieron muchas veces más que hablar, que el propio trabajo desarrollado a la fecha por la banda.

Es verdad, el conflicto vivido por Sepultura no opaca el hecho de que se convirtieran en la mayor banda sudamericana de Metal a nivel mundial, que su reconocimiento sigue hasta el día de hoy y que la división, solo vino a ser uno mas de muchos que se viven entre integrantes de agrupaciones a lo largo de la historia, pero ¿Por qué nos afecta tanto este conflicto? Y más aún ¿Era necesario el final de la banda? Es que claro, afecta porque es una banda referente para quienes se mueven no solo en la escena metal, sino que incluso abarca e influye en escenas como el Punk, el Hardcore y el Thrash, a lo cual, en este lado del mundo, el dilema por quienes eran los verdaderos Sepultura, nunca fue una discusión simple ni tampoco buscaba serlo, al contrario, ya que al ser nuestros grandes referentes, siempre existió un lazo directo con la banda brasileña. Por otro lado, el final de Sepultura llega en un momento de un notorio cansancio, entre cambios de integrantes, proyectos paralelos y por sobre todo, la constante comparación, crítica e incluso el rechazo de parte del sector más “Cavalerizado”, hizo que cuarenta años de carrera llegasen a su fin, siendo luego de una innumerable cantidad de visitas, Santiago y el Metal Fest testigos de una etapa que concluyó ya no como una banda de cierre de un festival, pero si como una banda que logró despedirse de un público que siempre fue capaz de hacerles frente. Con ello ¿Discusión cerrada? Para nada.
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