
Texto por Vanessa Pérez
Fotografías por Hugo Hinojosa
La noche del 19 de junio, Lisandro Aristimuño se reencontró con su público chileno en Club Chocolate, y lo hizo con un concierto que no solo confirmó la profundidad de su obra, sino también su capacidad inagotable de transformación.
En un formato íntimo de trío: batería, bajo, guitarra y voz; el artista propuso nuevas versiones de sus clásicos, más sensuales, más roqueras, más vivas. Un viaje de más de 20 años en una noche que fue, al mismo tiempo, celebración, juego y revelación.

Una noche para habitar
Desde los primeros acordes de “Tu Mundo”, con una textura más eléctrica y cruda que su versión original, quedó claro que lo que venía sería una experiencia distinta. Le siguió “Lobofobia”, donde apareció un Aristimuño completamente presente en cuerpo y alma: bailando, sonriendo, entregándose a cada sonido, conectando con el público a través de gestos, miradas y una corporalidad que hablaba más que las palabras.
El show avanzó como una ola de energía cuidadosamente dosificada. “Para Vestirte Hoy” la presentó como una versión de sí misma, y sorprendió con una caja de ritmos y efectos electrónicos que la alejaban de su origen acústico. Y sin embargo, era ella. Como si la canción se hubiese mudado de piel sin perder el alma.

Esa fue la constante de la noche: clásicos reinventados sin temor. Canciones de discos icónicos como “Azules Turquesas” (2004), “39 Grados” (2007) o “Mundo Anfibio” (2012), conviviendo naturalmente con temas de su último trabajo “El Rostro de los Acantilados” (2023), mostrando que la obra de Lisandro Aristimuño, aunque muta, sigue habitando un mismo universo coherente y profundamente emocional.
Entre los momentos más conmovedores, “La Última Prosa” y “Tu Nombre y el Mío” brillaron con fuerza propia. Bastaron unos segundos de su característica intro para que el público estallara en un canto colectivo dirigido por Aristimuño con una simple seña, y él sonreía detrás de sus lentes oscuros mientras asentía, reconociendo rostros y dejando que la canción hablara por él.
En escena, no necesitó grandes discursos: bastaban sus gestos de gratitud, sus bailes espontáneos, su manera de mirar al público con complicidad. Y cuando llegó el turno de piezas como “Cuerpo” o “Una Flor”, la banda demostró el virtuosismo necesario para potenciar cada arreglo. Martín Calzado en batería y Lucas Algomedo en bajo crearon una base sólida, vibrante y sensible que elevaba aún más la propuesta sonora.

Ya hacia el final, canciones como “Pozo”, “Azúcar del Estero” – presentada con humor como una versión “medio tejana”-, “Elefantes” y “How Long” completaron un tramo desbordante de energía que fue creciendo hasta explotar en una versión extendida y catártica de “Elefantes”, donde los tres músicos parecían orquestar un final apoteósico.
Pero el público no se fue. Nadie quería irse. Los gritos lo devolvieron al escenario para un bis tan esperado como necesario: “Anfibio” y “Me Hice Cargo de Tu Luz”, coreadas por todo el recinto con la emoción de quien se despide sabiendo que algo de esa noche se quedará para siempre.

Lisandro Aristimuño ofreció un concierto que rompió moldes sin quebrarse a sí mismo. Reversionó su propia historia con respeto, osadía y belleza. Demostró que una canción puede vestirse de nuevos sonidos: una guitarra eléctrica en lugar de una criolla, una batería en lugar de un bombo legüero, y seguir siendo profundamente identitaria, profundamente suya. Porque en el universo de Lisandro Aristimuño, lo esencial no se pierde: se transforma.
Setlist:
- Tu Mundo
- Lobofobia
- Por Donde Vayan Tus Pies
- Para Vestirte Hoy
- Green Lover
- Cuerpo
- Una Flor
- Tu Nombre y el Mío
- La Última Prosa
- Blue
- Un Dólar, un Reloj y una Frase Sin Sentido
- Canción de Amor
- 39 Grados
- Pozo
- Azúcar del Estero
- Tres Estaciones
- How Long
- Elefantes
- Anfibio
- Me Hice Cargo de Tu Luz
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