
Texto por: Adolfo Serey
Fotografías: Daniel Sáez y Hugo Hinojosa
El publico repletaba los alrededores de el Estadio Monumental, en Macul. Las innumerables playeras negras, blancas y metaleras eran parte de largas filas, interminables, donde cada uno de ustedes formaron una colosal audiencia. Las filas no sólo se ramificaban desde las entradas del reciento, sino que se extendían al mismísimo portal de la estación de metro Pedrero. Sin doblegarse ante el inmenso calor, los muchos fuimos al encuentro de la monumental figura de los escenarios del Knotfest Chile.
Vended: No solo somos hijos de Slipknot… tenemos fuerza, hacemos nuestro propio descontrol


La audiencia fue magnífica, siete centenares de personas formaron parte del primer publico que estaría dispuesto a batallar contra el sol, al inicio de la jornada. Pese a las tristes experiencias que Rama y Weichafe tuvieron que afrontar, impedidos por el gran culpable “el tiempo en contra” el espectáculo debió comenzar. La banda Vended conformada por Griffin Taylor, Simon Crahan, Jeremiah Pugh, Cole Espeland y Connor Grodzicki desgarraron las etiquetas de “hijo de los Slipknot”, su espectáculo fue brutal para un debut en los escenarios chilenos en el Knotstage. Marginando el tiempo de espera y contra el embate de ser nombrados la primera fila (y no los terceros de la jornada) supieron prender el fragor del Metal. El público se descontroló gracias a su puesta en escena y ni el sol ni el calor doblegaron a los innumerables participantes de los muchos Mosh pits. No conocieron las pausas, fatiga o merma en los growls que colisionaron las emociones en la masiva cancha, sino que escribieron su show con fuerza y haciendo su propio descontrol. Tan rápido como la ansiedad del público y, confundiendo a muchos con un “Ya viene…” aparecieron los chilenos Tenemos Explosivos.
Tenemos Explosivos: Gente de ida, gente de vuelta ¡A estallar el escenario!


Con una rapidez inusual entró la banda chilena Tenemos Explosivos con más energía que “patada de allanamiento” podríamos describir lo que pasó ayer, en el Circus Stage. Tan psicodélico como profesional fue el actuar de Eduardo Pávez, Juan José Sánchez, René Manuel Sánchez, Álvaro Urrea y Matías Gray dieron cátedra de como tener agallas para pararse en las tablas de tan gran evento. Sus giros, gritos y movimientos en el escenario mostraron lo mejor del Post-Hardcore nacional. No supieron de cansancio o sed, su performance irrumpió en el escepticismo de todos y trasladó un gran número del público al escuálido público inicial. El sonido caló tan fuerte en la audiencia que irrumpió en el diafragma solar dispuestos a estallar el escenario, lo que exactamente hicieron.
Sepultura: Tiempos de caos rompen la canícula


Las rechinantes maquinarias oxidadas y las fangosas raíces latinoamericanas surgen desde la Amazonía para mostrar al mundo la descomunal monstruosidad del metal que vive en Latinoamérica. Andreas Kisser, Paulo Jr., Derrick Green y el recuperado Eloy Casagrande barrieron el flagelante calor. No hubo duda que cada retorno a nuestro país nutren con nostalgia y fuerza el estrecho vínculo entre la banda y su audiencia. El grito indígena destrozó la metalizada voz de cuerdas y percusiones violentando los oídos de la audiencia en un pasaje anacrónico de 1994 al lejano 2020 demostrando que el Thrash Metal han vuelto a la vida una vez más y en nuestro país con el discurso que Kisser dijo: “Sepultura tiene una historia especial con Chile, volvemos después de años…» –el público interrumpe con bitoreos a la banda- a lo que Andreas retoma: “Y sabemos que hace calor, pero podemos hacerlo mejor, Chile, vamos al 1994 a un mundo de «Chaos AD»”. El Groove y el Thrash se conjugaron perfectamente en cada canción escribiendo tiempos de caos que destrozaron la canícula (temporada de calor más fuerte del año) y el Knot Stage. La gente comenzó a migrar rápidamente al Circus Stage, para alistarse al inmediato show de Trivium.
Trivium: No trajimos samuráis, pero sí dragones


El show movilizó tantas personas que, en un primer momento, el Knot Stage quedó practicamente vacío. La Corte del Dragón abrió sus puertas a todo el que quisiera asistir a ver y oír, en una relampagueante entrada al escenario del Circus Stage, como una sorpresa. Sólo pasaron tres canciones cuando Matt se colocaba -sorpresivamente- una camiseta chilena (blanca) y los convoca a todos diciendo: “¿Están listos? ¿ESTÁN LISTOS amigos? Vamos con «The Sin and the Sentence»”. Matt Heafy, Corey Beaulieu, Paolo Gregoletto y Alex Bent fueron los invocadores de la desatada y metálica furia del Wyvern, la bestia alada. Su incursión pasó por todos los tiempos sonoros de la norteamericana banda. ¿Hubo quejas? Ninguna, su setlist viajó tan rápido como pudo, siendo tan diferente y diverso al show de 2012 o sus shows puestos en streaming, no hay duda que su vitalidad recorre por “espadas, ondas, nieve y flamas”.
Bring Me The Horizon: Comprometiendo la música y el sentido


Contar la historia no tiene el mismo sabor que vivirla, y lo qué vivimos fue increíble. No esperaba tanto de la banda por gusto propio, pero el gusto y lo propio quedaron tan relegados como el calor al olvido. Oliver Sykes, Lee Malia, Matt Kean, Matt Nicholls y Jordan Fish fueron presentados por una cibernética introducción. Que se transportó desde las pantallas frontal y laterales a lis mismísimos escalones del escenario Knot Stage. Gritos descontrolados y pasión en los instrumentos fueron la muestra de lo que ellos hacen, totalmente entregados y devotos a su público. ¿Cabe duda en ello? Ninguna. A cada instante que crecían, musicalmente, más intensas y emotivas eran las canciones escogidas. Su frontman Sykes, se bajó del escenario a la cancha para saludar de la mano y hasta con un gran abrazo a una de sus fans, y ¡No paró ahí! Continuó por toda el área limítrofe de las barreras, en al cancha, saludándolos a todos hasta que subió a una escenario central (en medio de todo) para sentarse, pedir paz a todos y luego continuar con el recorrido tras las barreras de contención, saludando y completando el circuito completo tras las vallas papales. La banda rompe el enardecido pavimento, que roía los pies de la audiencia, con cibernética y entregada pasión, sin duda se coronaría como el mejor show hasta el momento (me atrevo a decir que es el más completo de la jornada).
Mr. Bungle: Sin circus, hay Bungle

La curiosa cortina musical de entrada sorprendió a muchos, ya que se trataba de la canción intro del show educa-televisivo «A Beautiful Day in the Neighborhood» distorsionado sólo por el genio incomparable del incomprendido Mike. Para muchos, no fue sorpresivo que el legendario proyecto (ahora banda) de Mike Patton, Trey Spruance y Trevor Dunn tuviera notables cambios, transformando el antiguo sonido en su composición en una oda al Death / Thrash Metal, como influencias. Las manos de Scott Ian y Dave Lombardo naturalmente crearon una metamorfosis y, al igual que “Un mago espeluznante saca un conejo muerto del sombrero” emergieron espantos -efectivos- de nueva locura. Su atiborrada muestra de ira desplomó la carpa circense del Metal con una praxis de maldad y destructiva proclamación de un retorno nuevo en el Circus Stage. Mike Patton se acordó de Don Francisco “Corleone” diciendo: “¿Está Don Francisco por acá? No, ok, vamos«. El espectáculo continúa entre risas y enfática música de «The Raging Wrath of the Easter Bunny Demo». Su despedida fue cortés, pero a lo grande, a la vieja escuela: “Vamos con todo» y suena «Territory» de Sepultura. En su término, Patton exclama: “¡ESTUVO MUY BUENO! ¿EH? MUAAACK» , despidiéndose con el fonema y el gesto.
Pantera: Se escribe con nostalgia, encuentros y desencuentros


Con un fallido montaje de telón se veía abatido el nombre de Pantera en ese gran cortina que haría el efecto de “romper el envoltorio de un regalo en navidad”. Al cabo de unos minutos ya no fue importante, puesto que vimos entrar a Charlie Benante en los platillos, Zakk Wylde en las metálicas cuerdas y a Philip Anselmo con todo el desparpajo que lo caracteriza a este “Vaquero del Infierno”. Pero ¡Esperen! ¿Por qué no está Rex Brown? Entra en escena su reemplazo -muy humilde, agrego- en las cuerdas bajas, Derek Engemann. Todos comprometidos con un objetivo: Homenajear la memoria y legado de Vincent Paul Abbott y Darrell “Dimebag Darrell” Lance Abbott. Sus memorias caminaron por todo el largo show y 19 años de silencio sólo se recobran el animal Groove Metal que la banda norteamericana popularizó. Altivos y seguros, continuaron las figuras de los hermanos que dieron vida a tantas influencias y, para gusto o disgusto de muchos, la indiscutida y resonante aplanadora de metal de los norteamericanos liderados por Anselmo. Al término de su espectáculos supimos que había pasado con el legendario Rex Brown: arrojó SARS-COVID en el test de protocolo, por lo que fue enviado de regreso a su país natal.
Judas Priest: Envejecerán los huesos, pero nunca el Metal


Los británicos se pararon en el escenario de Circus Stage, renegando de la edad escrita en sus huesos, pero no en sus cinco décadas musicales. Ian Hill, Scott Travis, Richie Faulkner, Andy Sneap, un tímido Glenn Tipton y Rob Halford entrando con un bastón rompieron la inmensa noche con el Heavy Metal que ellos crearon. Cada segundo aumentó la euforia del público. Los escépticos seguidores de Slipknot o Bring Me the Horizon se conjugaron en profunda aclamación de las leyendas del metal, que, tomando por despedida el intacto y jubiloso potencial de los riff, «Scream of Vengance», una Harley-Davidson y «PainKiller» destacando el sonido que los padres de la NWOBHM aún exhalan con máxima potencia, llegando a emocionar. Para algunos concluyó la noche con la despedida de Judas Priest. Para otros, sencillamente esto acaba de comenzar.
Slipknot: Violento y apasionado encuentro
Este show no sólo se trató de Metal (y no aluminio), sino de una completa muestra del espectáculo, el más grande llevado a cabo por bandas más modernas del Rock. Los showmen orquestaron una completa estética de hospital psiquiátrico, su desenfreno, juego de luces, máscaras y fuego no pueden ilustrar lo vivido ahí. Sid Wilson, Jim Root, Craig Jones, Shawn Crahan, Mick Thomson, Alessandro Venturella, Jay Weinberg y Michael Pfaff encarnaron la locura hecha espectáculo. Luego de tres piezas interlocuta Corey Taylor: “Ustedes fueron de Pantera, ustedes fueron de Judas, ahora será jodidamente de nosotros”. El público se arrojó hacia el escenario en medio de una tremenda proclamación a la banda insigne del Nü Metal. Cuando tratamos de comunicarles el show que hizo Slipknot es imposible pensarlo en un espectáculo unidireccional de canciones, puesto que todo lo que se monta, dice y hace escapa tan lejos de un simple concierto. Es locura, son llamaradas, es manía, son artistas arrojándose al piso del escenario y precipitándose sobre el filo del escenario, performance totalmente descontroladas y huídas repententinas de la cordura, arriesgándolo todo en una sola noche, en una sola fiesta de máscaras que se toman con violencia el escenario, en una agresiva y descontrolada presentación que nomina este festival, Knotfest.
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