Texto por: Clau B. Díaz

Se dice que la ciencia ficción es el género más subversivo de todos, esto es porque se atreve a contar lo que los otros no. Empuja la duda hasta el límite sin miedo a la respuesta, es un ejercicio para conocernos como especie. Tal como sostiene Macarena Areco en «Cartografía de la novela chilena reciente»: “la ciencia ficción es espejar el presente a través de imaginaciones del futuro”. Esto es precisamente lo que hace «Mickey 17», la nueva película del surcoreano Bong Joon-ho (seis años después del estreno de Parásitos, 2019), basada en la novela «Mickey7» (2022) de Edward Ashton, protagonizada por Robert Pattinson, Mark Ruffalo y Toni Collette. 

¿Qué pasaría si al morir nos pudiéramos clonar en nuestro cuerpo joven con todos nuestros recuerdos intactos gracias a una tecnología avanzada? Es tentador contestar que seríamos inmortales y bellos, nada nos detendría. Sin embargo, la película plantea algo mucho peor: la creación de una mano de obra explotada eternamente. Ellos serían los “prescindibles”, como Mickey Barnes (Pattinson) quien es un empleado de la expedición, a cargo del político y empresario Hieronymous Marshall (Mark Ruffalo), que se dirige a colonizar el frío planeta Niflheim. Mickey está en su versión número 17. 

Bajo esta trama, el director de Parásitos, como nos tiene acostumbrados, plantea una crítica social, que en este caso me atrevería a decir que se centra en la tecnología, no en el peligro en sí, sino en su uso, y quizás más importante, si deberíamos crearla en primer lugar. Tal como dice el personaje de Jeff Goldbum en «Jurassic Park» (1993) “…se preocuparon tanto si podían hacerlo, que no se pararon a pesar si debían hacerlo”; y en el caso de hacerlo ¿De quién es la responsabilidad? ¿De quién la crea o de quién la usa? Algo que en este momento ya se está estudiando en el mundo jurídico. 

Lo anterior está lejos de ser una crítica tecnófoba, sino en que a pesar del tiempo que pase y el avance del conocimiento, siempre existirá una clase que oprime a otra; cuya diferencia es representada en la película con la presencia y ausencia de la tecnología. La clase político-empresarial tiene un diseño de producción un tanto barroco, exuberante, con pocos elementos tecnológicos, en cambio, la clase obrera es más minimalista, con un ambiente futurista, sí, pero este como sinónimo de pobreza. 

Este diseño de producción junto con la música de Jung Jae-il, quien compuso la de «Parásitos» y la de «El Juego del Calamar», hacen una película atemporal. La banda sonora no es la típica sci-fi futurista, sino que a ratos parece un lamento solemne. Sin embargo, cuando se encuentra con los habitantes de Niflheim hay un cambio que emula la manera de hablar de estos seres, algo muy distinto, poco solemne. ¿La representación de un nuevo comienzo? Puede ser. 

El único pero que encuentro es en el guion, básicamente en el desarrollo de personajes: aparece uno que no sabes de dónde salió, otros desaparecen. No obstante, la trama atrapa tanto que terminas por perdonar esa conveniencia. La película en sus 2 horas 17 de duración interpela al espectador a que tome decisiones con respecto a nuestro porvenir, ya que este comienza a coincidir con nuestra improbable condición actual. 

Recomendación: baja la expectativa, no es «Parásitos»

La película se estrena este jueves 06 de marzo.

Distribuye: Warner Bros


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