Texto por: Lucas Araya

¿Cuántas bandas pueden hacer una sesión de rarezas o anomalías de su repertorio y despacharse un show completo cargado de clásicos y joyas musicales y líricas?
Muy pocas. Los Tres se dieron el lujo de desempolvar una lista de canciones un tanto perdidas en sus entregas en vivo, lo cual terminó siendo un regalo para un público fiel que llegó en masa a Matucana 100, repletando la explanada del centro cultural, mostrando, por lo demás, un cruce de generaciones emocionante. Pequeños nuevos fans de la banda conviviendo con adolescentes y seguidores de años en una reunión altamente poderosa.

La jornada partió con Patio Solar, quienes desplegaron una descarga de aire fresco y actual con guitarras cristalinas flotando sobre sintetizadores hipnóticos que sostienen relatos personales, letras introspectivas que viajan desde declaraciones de amor a despedidas. Mensajes dirigidos a una segunda persona que podría estar en el público.

A medida que el set iba avanzando, se esparcían las capas sónicas luminosas mezclándose con melodías tiernas de ataque intenso cubriendo un sinfín de líneas de bajo unidas a una bata que sube y baja como un tren melancólico, cerrando el show con sonidos potentes, casi sicodélicos para dejar un manto eléctrico frente a un público receptivo e involucrado en los rayos solares en plena noche fría de agosto.
“Rarezas de la sangre”
Antes del inicio de la actuación de Los Tres, por los parlantes anunciaron que el show se dividiría en dos partes: un set de rarezas y un set de canciones favoritas luego de una pausa. Una muestra de que lo que se vendría era una jornada de tiro largo.
Víctor Jara y Zalo Reyes sonaron como forma de introducción y un recordatorio de la fuerza de la voz popular, tradición que la mítica banda de Concepción ha llevado con creces durante tres décadas.

A pesar de ser anunciado como un set de “rarezas”, una suerte de lista de anomalías en la discografía del grupo, lo que se vivió en la sesión fue una descarga de un repertorio alternativo potente y lleno de diamantes ocultos y poco visitados en los últimos años. Un tesoro oculto que volvió a brillar frente a un público entusiasta y altamente agradecido, involucrado totalmente con la ofrenda que Henriquez y los suyos desplegaron.

Por los parlantes arremetieron bellezas como “El rey del mariscal”, “Flores secas”, “Lo que quieres”, “Agua fría”, “La feria verdadera”, “Morir de viejo” y “Rompe paga”, listado que sirvió para revivir La sangre en el cuerpo (1999),haciendo justicia a un disco algo relegado en el imaginario de Los Tres, un gesto que se agradece y demuestra que el episodio final de la primera etapa de la banda necesita ser revisitado y comprendido.
La noche también incluyó invitados a formar parte de la sesión: el guitarsista Paolo Murillo y la cantante Jasmín Gómez, quien con su voz agregó nuevos aires a “Moizefala” y una bella interpretación de de “Quizás con quién” en una versión acústica que toma aires latinoamericanos, un viaje de dolor cebollero tan propio de la música de acá.

El set siguió con altos clásicos ocultos como “Fealdad”, “Amores incompletos” y “Feliz de perder”, cerrando así la primera parte de estas “rarezas”.
La recta final del show trajo un tsunami de clásicos e incuestionables favoritos en el cancionero del rock latinoamericano: “Suda pará”, “La torre de Babel”, “Hojas de té”, “Déjate caer”, “Amor violento”, “He barrido el sol”, “La espada y la pared” para cerrar de forma atronadora con el estruendo de “No sabes que desperdicio tengo en el alma”.

Una noche de arqueología eléctrica de una banda que no necesita demostrarle nada a nadie y, sin embargo, se encarga de regalar un repertorio altamente brillante, recurriendo a canciones que contienen una calidad innegable y que estaban gritando por una chance de salir a demostrar su luz y sus sombras frente a un público en vivo.

Si los shows de “rarezas” van a ser así, pues que sean muchas noches más de descartes y extravagancias. Sangre en los cuerpos, almas y mentes hay para rato.
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