Texto por Gonzalo Díaz

Hablar de Fermín Muguruza es hablar de una de las figuras más influyentes de la música contestataria en lengua vasca y global. Su carrera comenzó a principios de los años 80 con Kortatu, una banda pionera del ska punk en el Estado español, cuyo sonido enérgico y actitud rebelde marcaron a una generación. Luego, con Negu Gorriak, dio un salto aún más audaz, mezclando rock, hip-hop y política directa, denunciando la represión estatal, la censura, el colonialismo y la injusticia social.

En su carrera solista, Muguruza se convirtió en un explorador musical que no conoce fronteras: desde Jamaica hasta Palestina, pasando por Centroamérica y los Balcanes, ha incorporado sonidos del mundo entero sin abandonar nunca su raíz política y cultural. Álbumes como “Ireki Ateak” (1997), “Brigadistak Sound System” (1999) o “In-komunikazioa” (2002) muestran su constante diálogo con otras culturas y luchas.

Además de su potente obra solista, Fermín Muguruza ha construido una red de colaboraciones que reflejan su espíritu internacionalista. Ha trabajado con artistas como Manu Chao, con quien comparte la mirada crítica y la sonoridad mestiza; Amparanoia, Tijuana No!, Todos Tus Muertos, entre muchos otros. Estas colaboraciones no solo han expandido su propuesta sonora, sino que también han fortalecido la idea de una música sin fronteras, al servicio de los pueblos y sus luchas. Muguruza no solo canta con ellos, sino que construye puentes de resistencia entre territorios y culturas.

Su trabajo no se limita a la música: también ha incursionado en el cine documental, con obras como “Checkpoint Rock” (2009), sobre la música en Palestina o “Zuloak” (2012), centrada en la creación femenina. En todas sus expresiones, Muguruza ha defendido los derechos de los pueblos oprimidos, el antifascismo, el internacionalismo y la dignidad humana. Su voz ha sido censurada, pero nunca silenciada.

Que celebre sus 40 años en Chile no es casualidad. Su conexión con las luchas sociales del país —desde la resistencia a la dictadura hasta el estallido social de 2019— ha sido constante. Chile, como Euskal Herria, ha sido escenario de lucha, memoria y esperanza, y Muguruza ha sabido cantar a esa historia compartida.

Este 20 de mayo, el Teatro Cariola será más que una sala de conciertos: será un espacio de memoria, de resistencia y de fiesta. Con entradas agotadas, el público chileno demuestra que sigue vivo el pulso por una música que no solo hace bailar, sino también pensar y luchar.

Produce: Sabotaje Rock


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