
Texto por: Franco Zurita
Una vez escuche algo que con certeza tiene toda lógica: Escuchar música requiere de ciertas voluntades y hay bandas que requieren y exigen ciertas sensibilidades. Contemplar, detenerse, y sentir cualquier emoción evocada por una amalgama sonora es la finalidad que cualquier banda debería al menos abrazar al momento de ejecutar sus piezas musicales y es muy probable que esta haya sido la bandera motivacional que tomaron Paul Banks, Daniel Kressler, Carlos Dengler y Sam Foragino al momento de la composición y posterior lanzamiento de «Turn On The Bright Lights» (2002), el sombrío y lúgubre disco debut de Interpol.
Este año se cumplen veintidós años de su ópera prima. Un álbum perfectamente oscuro, ambientado de melancólicos pasajes e interpretaciones dramáticas, a ratos llenas de dolor y tristeza, pero con la ambición necesaria para convertirse en la piedra angular que definiría el sonido de Interpol. Los repetitivos y ondulados riffs de Kressler sumado a la calidad interpretativa de Banks en sintonía de las marcadas líneas de bajo de Dengler y los precisos golpes de Foragino encuentran un complemento para nada casual en la conjugación de los sonidos que se desprenden a lo largo de las once canciones que componen el disco que, por supuesto formaría parte importante del catálogo del naciente (por aquellos años) movimiento Post-Punk Revival.
En virtud de esto último, las comparaciones que se han hecho de los neoyorkinos son más que reconocidas siendo las más obvia, la similitud con Joy Division, más precisamente con Ian Curtis y no es algo que sea necesariamente negativo. Interpol toma todos los sonidos desprendidos del Garage Rock de los 70 para convertirlos en sutiles piezas ambientales y emotivas que adornadas con la melancolía vocal y la poética oscura y triste de sus letras van dando forma a un sonido derivado de otras corrientes, pero otorgándole un sello propio y original.
El disco nos introduce de entrada en un melancólico viaje celestial casi instrumental con «Untitled». Una pieza no muy compleja, pero inmersiva que nos abriría paso a la canción más reconocida de Interpol: «Obstacle 1». Ya aterrizando del viaje anterior, esta pieza clásica del rock de comienzos de los 2000 nos refleja la potencia que Interpol podría llegar a desarrollar a pesar de la constante y evidente tristeza de sus motivaciones. Riffs sacados del manual del Post-Punk sumados a la intensidad de una canción que refleja la sensación de estar atrapado, impotente y sin escapatoria. Y así es el constante recorrido emocional que Interpol nos predispone en su debut: Un vaivén de emociones literales y rítmicas indudablemente emotivas y oscuras.
«PDA» es otra de las grandes canciones del disco. Un canto a los derrotados, a la incansable lucha que nos azota y que perdemos día a día solo para que dormir se convierta en nuestro único descanso. Todo este pesimismo abrazado y haciendo notar de manera más clara el sonido Post-Punk que comenzaban a heredar por aquellos años. Mientras que «NYC» te arropa en un viaje sonoro y lúgubre, «Say Hello To The Angels» nos hace bailar y movernos en un divertido juego rítmico que logra imponer nuevamente su sello y un complemento musical a nivel de banda increíble. La canción que cronológicamente le sigue es «Hands Away» la cual nos arrebata toda la energía del track anterior para desvariarnos en una atmósfera sombría, pero en donde en cada acorde que recorren las distintas melodías, se haya un atisbo de luz que amenaza con abrir toda la tristeza evocada en esta pieza.
«Obstacle 2» quien prometía, al menos a nivel de título, superar a su antecesora se queda un poco corta siguiendo la estructura de variantes repetitivas explotando cada cierto momento, destacando eso sí, el coro y final con el que Paul Banks se desgarra hasta el último compás. «Stella was a Diver and she was Always Down» es una historia por sí misma. Más de 7 minutos que se desarrollan en un poderoso arreglo instrumental que a veces pareciera ser aleatorio, sin embargo, tras la constante escucha, las piezas van encajando y aunque puede ser pretencioso el hecho que la canción sea tan larga, es una de las piezas rescatables y que teje de buena manera el sonido propio de Interpol.
Por su parte «Roland» es un tema directo, que no alardea complejidades y que goza de un exquisito solo final que acrecienta el sentimiento y el devenir de la canción. Ya finalizando el disco nos encontramos con «The New». Una pieza introspectiva pero acompañada de una emotividad exquisita que termina dando un vuelco instrumental en la mitad de la canción con un ecléctico solo de guitarra para después de una pausa, volver al clímax con Kressler desgarrando notas en sintonía con la intención del tema. El disco termina con «Leif Erikson» el cual nos vuelve a sumergir en la oscuridad sonora de los neoyorkinos quienes complementan estas sombrías notas con un órgano que logra camuflarse con la voz de Banks acompañándola como un eco magistral a lo largo de toda la pieza. Una canción que se destaca más por los momentos que por la complejidad musical y que cierra el disco de manera discreta, pero con la sensación de un vacío emocional luego de pasear durante casi cincuenta minutos por la melancolía propia de las oscuras y frías calles de la ciudad de Nueva York.
Este clásico moderno junto con «Antics» (2004) se estarán tocando en vivo en su gira que pasará por Chile los días jueves 30 de mayo en Teatro Municipal de Viña del Mar y el viernes 31 de mayo en Teatro Caupolicán con entradas agotadas. Produce Lotus.
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