Texto por: Lucas Araya

Fotografías: Claudio Escalona

Un dueto de ensueño, sudor y ternura encendió el Teatro Coliseo por partida doble en una cita lúdica que invitaba a llegar con antifaces, vestimenta de ultratumba y maquillaje para entregarse al éxtasis de la música en vivo de dos de los más potentes nombres de la escena local. Acá algunas impresiones en primera persona. Una crónica sin disfraz. 

Querida Javiera

La reina del Dance-Pop trae las luces calientes, la elegancia y el ritmo irresistible a una fiesta pagana. Desde el inicio con truenos, rayos y fuego como telón de fondo, Javiera Mena vestida de negro ocupando el centro del escenario, acompañada de su aceitada y precisa banda, con su arsenal de teclados y secuencias como eje central de la puesta en escena para que su música la haga brillar como la joya que es. De la mano de canciones «Luz de piedra lunar» y «La isla de Lesbos» el baile y el entusiasmo invade los cuerpos, como un virus irresistible y placentero, los estribillos vuelan desde todas partes, comulgando en una celebración que crece en energía y entrega.

Javiera Mena es una diosa y lo confirma manejando el escenario y la escena. Sus palabras calan hondo mientras yeguas corren en cámara lenta en la pantalla gigante y sus dedos dominan las teclas para lanzar sonidos mágicos y envolventes. Una seducción total.  Una invitación a saltar sin miedo desde el filo de la noche y sumergirse en el mar de su delicioso repertorio, mezclando temas clásicos con nuevas composiciones, balanceando el tiempo y el espacio.

La galaxia de Javiera gira entre sintetizadores, beats irresistibles, guitarras afiladas y el mejor pop estallando con «Otra era» y «Hasta la verdad» mientras Mena emerge en letras blancas gigantes, tomándose el cielo para dar paso a un satélite de amor gigante, brillando y dando vueltas mientras «Yo no te pido la luna» es coreada en masa.

Con una cita a Vengaboys y los ecos noventeros de electro dance, despertamos un segundo para recordar que se celebra el décimo aniversario del álbum «Otra era» (2014), un clásico a esta altura. Un momento especial para abrazar el talento multicolor de Javiera Mena, mezclando material de todas sus etapas en un universo coherente de pasión y entrega, siempre en alza para cerrar con «Al siguiente nivel» y «La espada», dejando una explosión de amor y tonos púrpuras profundos en el ambiente. Un abrazo imaginario entre sudor, flores y besos al aire. Que me tome la noche, ahora mismo. Estoy dispuesto a todo

Lucybell: Tres arlequines magnéticos

Lentamente, entre risas tenebrosas y parlantes en espera, el trío aparece con los atuendos precisos para esta noche: bufones góticamente provocadores para iniciar una vez más su «Sesión 3000», un viaje entre círculos luminosos, saltando al vacío para flotar en una nube de canciones inmortales. Dentro de los primeros diez minutos ya suenan «Sálvame la vida» y «Sembrando en el mar», una forma de liberar la sutileza abrazando la potencia y un volumen brutalmente animal, abriendo el camino para que «Hoy soñé» brille entre las gargantas y las miradas llenas de emoción.

La magia de Lucybell mezcla texturas sonoras con imágenes inquietantes e hipnóticas, una combinación entre ambientes espaciales y sonidos seductoramente tiernos. El ejemplo más claro es una sentida versión de «Carnaval», unida al paso de «Pez sin auxilio», una forma de jugar con el flujo creativo constante del trío, visitando el pasado en forma presente, siempre mirando hacia adelante.

El encanto de «Mataz» y «Viajar» son parte de una marcha aterciopelada hacia campos florecidos. Las canciones son el polen, las voces somos pétalos brillantes y el aire nos une en el sembrado silvestre, un sueño cósmico y dorado, rotando en nuestro centro extasiado. Lucybell nos lleva de la mano por esa escapada de lo falso. Caída en seco. Autos y asfalto en la pantalla al fondo. Imágenes borrosas. Calor corporal y espiritual. Brasas sónicas estridentes. Es la erupción de «Luces no bélicas» que nos regala el poder psicodélico suficiente para saltar hacia una carrera alocada con «Caballos de histeria» entre tonos rojos y carmesí. Las llamas emergen y crecen en las ondas sonoras.

Es la señal para correr sobre el fuego de «Fe» y a perderse hasta flotar con «Cuando respiro en tu boca». Los ojos penetran el resplandor. El momento justo estallando sobre un océano humano húmedo. Somos peces cayendo, levitando, fantaseando lo real. Luz y belleza. Todo es perfecto aquí, ahora. El tañido de «Mil caminos» es la ruta hacia el fin para un nuevo comienzo, una noche que se abre, una sesión sincera, sin disfraz, solo pintura cosmética tentadora y trapos camaleónicos en el juego nocturno. Acá no es necesario esconderse: flotar es viajar.

Salgo y sigo flameando en las calles. El sudor es combustible. La oscuridad invita. La música sigue. Los discos revolotean en mesas y bafles, a lo lejos. Mi camino continua. Javier Mena y Lucybell. Una mezcla perfecta. ¡SÍ!


Zumbido.cl

0 Comments

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *