Texto por Franco Zurita

Fotografías por Joselyn Heyden

Anoche, Santiago vibró con la expectativa de dos mundos sonoros convergiendo y  transformando el Club Subterráneo en una experiencia musical inolvidable. La Ciencia Simple y Fin del Mundo en su octavo periplo, tejieron un manto de emociones que envolvieron al público en una atmósfera de introspección y euforia contenida.

La Ciencia Simple: Ecos de una Constelación Sonora

El viaje comenzó con los locales, La Ciencia Simple, quienes en cada acorde y disonancia, demostraron porqué son una de las propuestas más interesantes de la escena local. Desde sus primeros compases, el público fue arrastrado por una marea emocional con canciones como «Cruz del Sur». Una ejecución impecable, cada instrumento resonó en perfecta armonía, creando paisajes sónicos que se desdibujaban entre lo etéreo y lo visceral. Una invitación a perderse en la inmensidad del firmamento interior.

«Magnolia» y «Ecos» nos recordaron la maestría de la banda para construir atmósferas que se adhieren al alma, mientras que «Aphex» liberó la energía más cruda y directa, demostrando la versatilidad de su repertorio. Pero la verdadera sorpresa llegó con la presentación de material nuevo, un atisbo de lo que está por venir y que, por supuesto, dejó al público anhelando por  mucho más. Estas nuevas piezas mostraron una evolución en su sonido, manteniendo la esencia que los caracteriza pero explorando nuevas texturas y ritmos. Un manifiesto de que La Ciencia Simple no se detiene, sino que sigue orbitando en su propio universo creativo, expandiendo sus fronteras con cada nota.

Fin del Mundo: Un Refugio en la Distancia

Tras el hipnotizante viaje de los nacionales, desde las vastas pampas argentinas, Fin del Mundo se tomó el escenario, trayendo consigo una brisa fresca y melancólica. Cargadas de una intimidad casi palpable, Yanina Silva, Julieta Limia, Lucía Masnatta y Julieta Heredia con una honestidad fulmimante nos hicieron navegar a través de los colores y la fauna del Fin del Mundo«Hacia los bosques» y «Una temporada» se sintieron como cartas escritas desde la quietud, explorando paisajes interiores con una delicadeza conmovedora.

La potencia de «Cuando todo termina» nos invitó a la reflexión sobre los ciclos y las despedidas encontrando eco en cada uno de los asistentes. «El próximo verano» inyectó una dosis de optimismo nostálgico, mientras que «La Distancia» y «Refugio» cerraron su set de manera armoniosa, encontrando la paz y creando un espacio seguro en donde las emociones podían ser exploradas sin reservas, tejiendo melodías frágiles y resilientes a la vez.

Una noche para atesorar y un recordatorio de que en la profundidad de melodías simples, siempre hay un universo por descubrir.

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