
Título: El chico que moría todos los días
Autor: Walter Lezcano
Editorial: Santiago-Ander
Año: 2025
Texto por Lucas Araya
Tres décadas después de su destello final, Kurt Cobain sigue resonando en nuestros corazones, salvando vidas con su música, abriendo mentes gracias a sus letras y generando preguntas que, quizás, nunca tendrán respuestas. El autor argentino Walter Lezcano busca en las páginas de este libro unir cabos, unir realidades más allá del tiempo y el espacio, acariciar las canciones y la voz de Kurt para abrazar al niño que nunca pudo sanar su dolor. Un trabajo de investigación que combina el ensayo, con referencias y reflexiones desde la experiencia en una invitación a pensar en la influencia de Cobain y Nirvana en el mundo de hoy.
Hay un fantasma en la habitación, en los pasillos, en los parlantes, en las pantallas. Es la silueta de un hombre delgado, bajito, enjuto, con pelo rubio sucio y una mirada que se oculta detrás del ruido y de su propio grito. Ese fantasma abandonó su cuerpo terrenal en abril de 1994, pero su espíritu y su fuerza siguen acá, más presentes que nunca.
Kurt Cobain nunca dejó el edificio. Se quedó aquí, por y para siempre. Eso lo sabe muy bien Walter Lezcano, quien se adentra en los diarios de quien escribiese las canciones que cambiaron el mundo musical occidental de forma masiva y potente por última vez hace más de tres décadas. Es por eso que las páginas de “El chico que moría todos los días” abrazan un ensayo personal donde el autor y poeta escarba en las palabras que Kurt escribía en sus páginas personales hablándole a un amigo imaginario (¿hablándose a sí mismo?) contarnos que sus deseos internos eran tan grandes como contradictorios: por un lado quería ser amado, acogido y comprendido y por otro quería morir en silencio y apagar su sufrimiento.
Con una informativa combinación de referencias y citas culturales a otros trabajos, biografías y autor@s (desde Michael Azerrad hasta Mariana Enriquez, todos tienen algo que decir sobre y para el protagonista de esta historia), Lezcano documenta el camino de piedra que Kurt Cobain tuvo que transitar desde temprana edad, partiendo por el divorcio de sus padres, el rechazo familiar , el deambular buscando un techo, un sofá, un rincón donde dormir hasta alcanzar un estruendoso éxito y una exposición tan deseada como detestada. Todo acá se visita, se mastica y se procesa para intentar comprender ese final tan traumático para una generación que nunca se recuperó de ese golpe (¿cuántas generaciones más has seguido recibiendo ese impacto?).
Sin embargo, más allá de ahondar en datos y hechos del líder de Nirvana, Lezcano da en el clavo al indicar un factor pocas veces tratado en profundidad: la clase social, la casi imposibilidad de acceso a bienes materiales en abundancia y la vida en la marginalidad en una zona alejada de los grandes centros urbanos. Es aquí donde el autor, agudamente, hace un puente entre la juventud postergada estadounidense y los jóvenes del conurbano bonaerense (en las afueras ignoradas y estigmatizadas de la pomposa ciudad de la furia), quienes sin un futuro claro y con muchas necesidades no cubiertas se enfrentaban a un abandono estatal (y familiar) en la marcha solitaria hacia el abismo que les caería una década después de la llegada del grunge a las ondas radiales latinoamericanas. Esta desesperación y decadencia se extrapola también a cualquier barrio de calles de tierra y de casas pareadas en nuestro golpeado continente, un pedazo de tierra donde abundaban los sudamerican rockers (Jorge González aparece en esta cascada de páginas, claro que sí), destinados a caer en alguna sustancia corrosiva o a cortarse el pelo y agachar el moño frente a la máquina de hacer zombies. Una real puerta hacia un túnel de espejos se abre a partir de esa reflexión y esas visiones de una Sudamérica noventera en picada constante.
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De todas maneras, la música siempre termina siendo el foco central al hablar de Cobain y Nirvana. Aquí es donde el libro se adentra en el sonido del trío (a veces cuarteto) , el cual se alimenta del punk, los Beatles y el blues, generando esa mole sónica que nos hizo alucinar y nos continúa alucinando hasta este mismo momento. Acá hay breves pero certeros análisis del contenido de los álbumes de estudio y las entregas en vivo, donde la presentación Unplugged para Mtv tiene un espacio especial como un canto de cisne inesperado pero/y anunciado. La mención del disco en vivo “From the muddy banks of the whiskas” se une a la historia de un compañero de infancia, la cumbia, el volumen brutal en una población/villa y la imposibilidad de restarse del impacto de los reyes de Seattle.
Si bien, la premisa parece ser “nada es para siempre”, “El chico que moría todos los días” nos invita a escuchar y abrazar al fantasma en la habitación, comprenderlo, compartir el pequeño espacio que habitamos y a mirar esos ojos que de difuminan mientras el sonido del futuro reverbera una vez más en los bafles de nuestras piezas adolescentes y volvemos a ser ese adolescente que sigue aquí, en nosotr@s, con nostor@s, sin apologías, solo con hermosas canciones.
Todos los días veo a alguien con una polera de Nirvana en la calle. Eso me alegra la existencia por algunos segundos. Cuando escucho a lo lejos la guitarra y la voz de Kurt, la llama interna flamea con más fuerza. Leer estos textos de Walter Lezcano me alegran y me motiva a seguir escarbando en lo que queda, en lo que nos dejó como uno de los más brillantes músicos de la historia. Siempre es el momento de poner a Kurt Cobain y compañía a todo volumen y dejar que las cosas pasen.
Puedes encontrar una copia del libro en Santiago Ander
O en este enlace: https://santiagoander.cl/puntos-de-venta/
Escuchen Nirvana. Siempre





















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