Texto por: Lucas Araya

Fotografías por: Claudio Escalona

La segunda sesión del festival que reúne a bandas insignes del rock pesado de todos los tiempos tuvo su jornada más convocante y apasionada con altas entregas sobre el escenario y un sinfín  de canciones inmortales compartidas con coros masivos con la emoción a tope. Una celebración transversal y una fiesta que unió a varias generaciones en el Movistar Arena.

Enigma: Épicos anfitriones 

Con 35 años de carrera y una discografía consistente, Enigma comenzó puntualmente su set combinando destreza técnica con temáticas locales y universales, sumado a la energía pura para conectar con la audiencia que comenzaba a llegar al recinto.

Cómo buenos dueños de casa y encargados de representar la escena chilena del metal, Enigma dejó en alto su propio peso e historia frente a un público conocido, familiar y a nuevas caras que supieron apreciar el buen set de la banda. Todo en alrededor de media hora de riffs y batas machacantes abriendo la senda a lo que estallaría horas más tarde.

Queensryche: El metal filoso y fino

La banda oriunda de Seattle dió una clase de heavy metal clásico con todas las cartas bajo su manga. Cuales magos de la tormenta eléctrica, Queensryche lanzó canción tras canción como una lluvia de truenos, espadas y concreto, haciendo gala de su universo sonoro y lírico, su marca registrada por excelencia.

Un reencuentro con el público chileno luego de más de una década sin abrazarse al calor de las guitarras eléctricas y la voz punzante y fina de Tod Latorre.

Un set preciso sin toques de nostalgia para encender las llamas para lo más brillante de la noche.

Europe: Una nave espacial hacia el infinito

Cuando el Movistar Arena ya estaba casi a tope en su capacidad, la banda sueca encendió los motores de su aceitada máquina exquisita y nos hizo despegar en un viaje de placer por su extensa y rica discografía, balanceando de manera perfecta los hits y clásicos radiales con metales pesados de su repertorio. Esa mezcla exitosa que ha perdurado en el tiempo y a través de la cual temazos como “Rock the night” o “Open your hearts” conviven con gemas de la talla de “Last look at Eden” y “Stormwind”.

Joey Tempest  y sus copilotos elevaron a todo el mundo por los aires más glorioso del rock sin edades, girando sin parar en un loop donde el tiempo parece no acabar para generar el goce y conjunción extasiada de voces coreando “Carry”, “Superstitious” y “Cherokee”.

El cierre increíblemente energético, vital y masivo con “The final countdown” fue el tramo final de un periplo eléctrico donde la guitarra de John Norum es una espada que guía el camino galáctico de un repertorio sin puntos bajos y estallar en un millón de estrellas entre los dedos de las palmas eufórica celebrando a los reyes de la noche.

Scorpions: Huracanes de magnetismo animal 

Para el cierre, los maestros máximos del rock, dando una real clase de cómo llenar de fuego energético el espacio con una larga lista de canciones, balanceando el poder del riff, las baladas más emotivas e icónicas y el peso metálico de canciones inmortales.

Cada miembro de Scorpions cumple una función fundamental en el equilibrio y entrega sobre el escenario. Desde la voz y liderazgo de Klaus Meine, siempre llevando el barco por las aguas del océano sónico; el bajo de Paweł Mąciwoda y Mikkey Dee en batería marcando el ritmo del viaje y las guitarras filosas y certeras de esa dupla insigne que conforman Rudolf Schenker y Matthias Jabs son el equipo perfecto para repasar un setlist hecho a la medida de un gran show. Con un repertorio que abarca su amplia historia y discografía, Scorpions es capaz de moverse entre los hits de guitarras eléctricas ochentosas, el rock psicodélico y volátil de su etapa setentera y el sutil peso aterciopelado de las mejores baladas del rock.

Esta noche brillaron en su estridencia “Coming Home”, “The zoo”, “Bad boys running wild” junto a un medley setentoso (“Top of the bill”, “Steamrock fever”, “Speedy’s coming” y “Catch your train”), rodeando de un escudo de hierro las emblemáticas “Send me an angel” y “Wind of change” amalgamadas en estribillos multitudinarios con un Movistar Arena totalmente entregado e involucrado en el show.

La triada final es oro puro, siempre, y está ocasión fue también la flama inmortal y total. Una pira que no dejará jamás de brillar pues “Blackout”, “Still loving you” y “Rock you like a hurricane” son las gemas indicadas para coronar la celebración de toda una vida de amor y pasión por la música, una sensación compartida a plenitud por todas las almas presentes en el cierre y durante todo el concierto de los tremendos Scorpions.

Así terminó otra noche donde la maestría del rock estuvo siempre en alto, combinando calidad, euforia y emotividad.

Será hasta la próxima.

Aún sigo amando ese rock que nunca morirá.


Zumbido.cl

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