
Álbum: “God Save The Gun”
Artista: Militarie Gun
Género(s): Rock alternativo
Año: 2025
Texto por Catherine Guichard
Cuando una banda decide convertir sus propias ruinas en canciones, lo que obtiene no es solo un álbum. Obtiene un mapa emocional y un puente entre el dolor y la redención.
En su segundo trabajo, Militarie Gun amplifica su sonido y también su alma. El 17 de octubre de 2025, la agrupación californiana publicó “God Save The Gun” bajo el sello Loma Vista Recordings, y desde ese instante la sensación es la de un salto del grito visceral al clamor vulnerable.
Lo que resuena en “God Save The Gun” es la certeza de que el caos ya no es solo movimiento físico. Su vocalista y compositor, Ian Shelton, crea, sin pretensiones, rock altiernativo para almas fracturadas. Y lo hace sin retractarse, sin maquillaje ni disimulo: se asoma al abismo, lo nombra, lo da vuelta en sus manos y lo convierte en canción. Así, este disco no se presenta como un artefacto pulido para huir de la tormenta, sino como el viento que la provoca.
El primer acierto evidente es el tono. Desde la ruptura sonora de “B A D I D E A”, con su ritmo sucio, los sintetizadores inesperados y un coro que arremete con electricidad, la banda deja claro que lo viejo ya no basta. Aquí no hay repetición, hay evolución.
Donde antes había guitarras tensas y gritos, ahora aparecen cuerdas, teclas y arreglos que abren un paisaje más amplio. Pero no se trata de mero ornamento. En “God Owes Me Money”, Shelton repite: “The things you’ll never remember, I’ll never get to forget.” Y de ese yugo, de esa frase que suena a cicatriz, construye melodía.
El álbum respira. No es una simple sucesión de canciones fuertes, sino un recorrido emocional que alterna ascensos y abismos. “Daydream” baja la intensidad y deja espacio para la herida y la contemplación; “I Won’t Murder Your Friend” explora la depresión y el deseo de rendición con una brutalidad que se queda en el cuerpo.
Ese equilibrio entre lo épico y lo íntimo es una de las grandes virtudes del disco: la furia se transforma en himno, pero también en confesión.
A pesar de su densidad y su ambición, la obra nunca se extravía en la grandilocuencia. Hay género, sí (un hardcore que se expande hacia lo alternativo), hay producción meticulosa, sintetizadores y cuerdas que delinean paisajes, pero al final cada canción suena como debería sonar una canción que exige ser sentida, con urgencia, con hambre, con humanidad.
En lo lírico, la transformación es luminosa y dolorosa a la vez. La banda, que antes narraba desde la periferia de la rabia, ahora se sumerge en su propia vulnerabilidad. Shelton escribe sobre adicciones, autodestrucción, culpa, y el delgado límite entre sostenerse y caer. Pero no lo hace para hundirse, sino para resurgir. En la canción que da título al álbum, “God Save The Gun”, el clímax se vuelve afirmación: “If you want to keep your life, you’ve gotta let it go.” Ahí habita toda la paradoja del disco: aprender a soltar sin dejar de luchar.
Musicalmente, la banda camina sobre una línea delgada y precisa entre el hardcore, el punk, el pop-rock y la melodía, sin caer jamás en la insinceridad. Las guitarras conservan el filo; la base rítmica mantiene la tensión. Pero los detalles, las pausas, los interludios, los sintetizadores añaden textura y aire, como si el sonido respirara con ellos.
En esencia, Militarie Gun conserva su ADN: la rabia del asfalto, la urgencia del margen, el grito del que no encaja. Pero ahora ese grito tiene eco. Más espacio. Más horizonte.
Por supuesto, no todo es perfecto. Algunas estructuras se hacen previsibles, ciertos pasajes podrían arriesgar más y exceden en su sonido californiano. Sin embargo, esos matices no opacan la fuerza de un trabajo que apunta alto, que arriesga y, en su mayor parte, acierta con precisión.
En conclusión, “God Save The Gun” es el acto de madurez de una banda que se niega a estancarse. Es el grito rasgado de quien ha vivido demasiado pronto, la canción de quien ha entendido que el caos no es un obstáculo, sino parte del camino.
Militarie Gun ha tomado su propio desorden, lo ha pulido solo lo justo, no para suavizarlo, sino para mirarlo con claridad, y lo ha traducido en melodía, en gancho, en himno. Quizás nunca será una obra complaciente, pero sí una que importa. Y en tiempos donde la música se busca y se olvida con la misma rapidez, discos así ofrecen sentido.
Canciones:
- Pt. II
- B A D I D E A
- Fill Me With Paint
- Throw Me Away
- God Owes Me Money
- Daydream
- Maybe I’ll Burn My Life Down
- Kick
- Laugh at Me
- Wake Up and Smile
- I Won’t Murder Your Friend
- Isaac’s Song
- Thought You Were Waving
- God Save the Gun




















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