
Nombres: Predator: Badlands
Director: Dan Trachtenberg
Género(s): Ciencia ficción, acción
Año 2025
País: Estados Unidos
Texto por Clau B. Díaz
Llega la sexta entrega de la saga “Depredador” a los cines, sin contar las que comparte créditos con Alien. Nuestra querida criatura, ya un ícono en el cine de monstruos vuelve desde perspectiva distinta a lo que hemos visto. Tuvieron que pasar 38 años para conocer en profundidad a estos alienígenas; su cultura, su modo de vivir y su personalidad. Protagonizada por Dimitrius Schuster-Koloamatangi como Dek (un Yautja) y Ellen Fanning que vida a dos androides, Thia y Tessa; esta cinta nos muestra un viaje hacia el autoconocimiento, un clásico viaje del héroe. ¿Funciona? Veamos.

La trama es simple y la hemos vistos varias veces en el cine y la literatura. Un yautja llamado Dek, quien es más pequeño que los demás de su clan es obligado a exiliarse, ya que, como el más débil es rechazado por su padre, porque no puede ser un depredador hecho y derecho como hemos vistos en las cintas anteriores. En su exilio, viaja al planeta Genna para atrapar al depredador más letal, una criatura llamada Kalisk. En estas tierras se encuentra con Thia, una sintética de la corporación Weyland-Yutani (así uniéndose con el universo de “Alien”), quien ayuda a Dek en su viaje y en su caza. En esta aventura, se encuentran con una criatura adorable a quien bautizan como Bud, y así se da un viaje de autoconocimiento y aprendizaje.

A partir de la trama podemos adentrarnos en la cultura de los yautja, lo cual es interesante, conocer el sistema de clanes y de cómo quienes no son fuertes, simplemente los eliminan. Sin embargo, esta humanización del depredador juega en contra. En las ansias de que empaticemos con la criatura, el guion infantiliza la historia, y no solo para que la clasificación sea para mayores de 13 años y así más gente vaya al cine, sino que no deja que el espectador saque sus propias conclusiones, está constantemente recordando que estamos viendo a un incomprendido, a un héroe. Creo que podrían hacer la historia desde el punto de vista del depredador sin la necesidad de quitarle la “villanía” que lo caracterizaba, que nos hicieran entender por qué actúan así y que los espectadores decidieran si se trata o no de un villano.
Así, el dúo entre Dek y Thia es casi cómico que recuerda a la dinámica de Shrek y Burro, pero sin el fantástico arco argumental del ogro. Por lo que para el espectador fanático de la franquicia puede que le parezca que Disney suavizó al depredador, lo hizo más digerible para abarcar a más público. Quizás hay una sensación que nos están quitando a nuestras criaturas monstruosas al intentar que empaticemos con ellas. Lo cual insisto, no es una mala idea, al contrario, expande el lore de la franquicia, pero está a un paso de convertirse en un drama familiar. Porque siempre eso pasa con estos villanos, el problema parte por el conflicto con el progenitor.

Ahora bien, hay que decir que todo lo anterior lo cuentan de una manera muy entretenida. El ritmo de la película es dinámico, no aburre en ningún momento. Además, la música de Alan Silvestri, quien vuelve como compositor, te sumerge en el mundo salvaje, con sus tambores tribales impregna el ambiente de una tierra en la que la naturaleza no ha sido intervenida. Lo cual lleva a la cinematografía; planos preciosos que muestran a la naturaleza inmensa e indómita, que a veces recuerda a planos sacados de la “Comunidad del Anillo” de Peter Jackson. Por lo que vale la pena verla en el cine.
En síntesis, “Depredador tierras salvaje” es una gran película de amistad. Algo que se ha visto, pero siempre funciona. Lo bueno es que es necesario ver las películas anteriores para entenderla, lo cual es un indicio que la franquicia irá explorando diferentes perspectivas, más amables y familiares.
“Depredador: tierras salvajes” ya se encuentra en las salas de cine del país
Distribuye: Cinecolor





















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