
Texto por Franco Zurita
Fotografías por Joselyn Heyden
La noche de ayer, Club Ámbar se vistió de rebeldía para recibir el debut de Destroy Boys quienes, a pesar de no ser una banda de renombre dentro de la escena punk internacional, son una de las agrupaciones más potentes de la costa norteamericana dándole voz a la rabia juvenil de las nuevas generaciones, con su estilo crudo, emotivo y cercano que los llevó a pisar el escenario del “When We Were Young” en octubre recién pasado. Hecho que los motivó a visitar Sudamérica por primera vez, aterrizando en Chile la noche del pasado 11 de diciembre para detonar la capital.

Y mi sorpresa fue tal, que al llegar al recinto, una multitud importante de personas esperaban ansiosas en las afueras para tener la mejor ubicación en este debut. Una situación que terminó por derribar mis prejuicios y darme cuenta de que entre tanto sonido punk genérico, la banda ha sido capaz de dar la vuelta al mundo con su mensaje, representando a nivel global a toda una generación doliente de esta realidad muchas veces, tan cruel. Con las puertas ya abiertas y el público apostandose en los mejores lugares, un shot entre la banda fue el rito inicial para dar comienzo, de manera puntual, esta velada de caos e intimidad y sumergirnos en el universo de Destroy Boys.
“Shadow (I’m Breaking Down)” fue la pieza inicial que comenzó este desahogo emocional, abriendo un espacio de libertad en donde cada uno de los presentes podía existir y ser como quisiera, emanando una confianza absoluta en el recinto. Entre las simpáticas interacciones de Alexia Roditis, su vocalista quien con un español bastante fluido gracias a su descendencia argentina, dio rienda suelta a varios momentos agradables y contestatarios de la noche. Desde su discurso abiertamente feminista hasta un llamado a respetar la libertad sexual de los individuos, la banda se sostuvo entre la rabia, la rebeldía pero también en la ternura como parte de su esencia.

Entre gritos y la euforia esparcida por todo el recinto, “Crybaby” y “Drinks” fueron otras de las piezas que desataron una energía inconmensurable en Club Ambar. Un pogo que sin cruzar los límites de la violencia, sostuvo un espacio de seguro para el goce y disfrute de quienes se encontraban en el torbellino del mosh.
Una de las sorpresas de la noche llegó con la interpretación de “Drain You” de Nirvana que apoderándose del espíritu del gran Kurt Cobain, sostuvieron la bandera del grunge en un homenaje a su propio espíritu rebelde y porque no, a su propia influencia. “Amor divino” y “Te llevo conmigo” nos regalaron el momento hispano de la noche con temas que abordan la faceta más sensible de la banda pero no menos intensa. “Pluck”, otra de las favoritas del set, reventó la rabia en celebración de la libertad y el respeto y “Fences” reforzó este pulso emocional en medio de saltos, gritos y una entrega incombustible de los fanáticos.

La última sorpresa de la noche vendría en formato acústico con la interpretación del clásico “Piedmont” junto a un momento bastante curioso pero muy agradable de apreciar. Alexia, en su afán de estar más cerca de sus seguidores y de demostrar su profundo cercanía con nuestro país, interpretó “El derecho de vivir en paz” del gran Victor Jara, en un homenaje solemne al cantautor y acompañada de todos los presentes quienes corearon de principio a fin este himno a la resistencia.
Tras esta íntima velada, la banda pisaría una vez más el escenario para subir los decibeles con “K Street Walker” y despedirse de toda su fanaticada que acompañó fiel y con euforia este primer encuentro de Destroy Boys con nuestro país. Una visita más que necesaria para quienes encuentran en el punk, no solo rebeldía sino también un lugar de consuelo y pertenencia.
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