
Fotos @mario.delrioph
Antes de sumergir el alma en terremotos, empanadas e hipocresía en vísperas de Fiestas Patrias, en Sala Metrónomo vivimos un reencuentro con la frescura y el espíritu inquebrantable del punk californiano con el regreso de Strung Out a nuestro país, que junto a sus compatriotas de Authority Zero y la compañía de los nacionales de Bitter, sacudieron a los presentes en una noche cargada de circle pit, mosh y pura emoción.
Iniciando la jornada, Bitter, una banda veterana y renovada de la escena local abrió los fuegos para los más entusiastas que desde temprano, arribaron a Barrio Bellavista. Con una fuerza implacable, el cuarteto desplegó un amplio repertorio con una sincronía y rapidez furiosa y entre una avalancha de riffs y solos de guitarra, encendieron las primeras antorchas de la jornada.
Tras un breve receso y dar lugar a la camaradería, Authority Zero, los emisarios del punk rock con sabor a desierto pisaron el escenario como invitados ilustres de la jornada y con su energía característica, la banda de Arizona demostró que son mucho más simples agregados. Su sonido, una amalgama de punk rock, reggae y ska guiaron a los fanáticos a través de un viaje por su discografía con la fuerza destructiva de un huracán y la calidez de un sol del atardecer.
Con Jason Devore al frente, temas como «One More Minute» o «Revolution» fueron descargas de adrenalina que purificaron el ambiente. La destreza técnica de la banda es innegable, pero su verdadero poder reside en esa alquimia que convierte la rabia y la melancolía en una celebración colectiva. El público, entregado desde el primer acto, devolvió cada línea vocal y cada slam con euforia y complicidad . Una lección de cómo calentar un escenario sin quemarlo, dejando el terreno perfectamente abonado para el plato fuerte de la noche.
Tras otro receso de hidratación, humo y fraternidad, las luces se atenuaron y las siluetas de Strung Out emergieron entre la opacidad de la niebla para apoderarse de la noche.
Con más de tres décadas de trayectoria, el quinteto arrancó con la furia controlada de «Analog» y de ahí en adelante, no hubo tregua. Desde «Too Close To See» hasta «Matchbook», cada una de sus piezas fueron interpretadas con una fiereza que demostraba que los años no han hecho más que pulir su maestría. Las líneas de bajo Chris Aiken en el bajo en sincronía con Jordan Burns en la batería, fueron una muralla infranqueable. Una sólida base que permite a los riffs de Jake Kiley y Rob Ramos volar con una libertad casi matemática.
Pero la verdadera magia de la noche, fue la conexión de Jason Cruz con su público con el que cantó en más de una ocasión en completa complicidad y cercanía. Más allá de su virtuosismo vocal, Cruz es un narrador capaz de mirarte e invitarte a vivir este ritual de catarsis y recordar que en el caos del mosh pit también existe fraternidad. La energía era palpable, un campo de fuerza que rebotaba entre el escenario hasta el pit en medio del público. Una reafirmación de que el punk rock, en su forma más pura, sigue siendo un motor de cambio, una chispa que enciende la pasión y la camaradería.
Una noche para el recuerdo que dejó una huella imborrable en el alma de quienes presenciamos este nuevo hito para la escena en nuestro país. Strung Out y Authority Zero en Chile, una noche de punk rock en su máxima expresión y un testimonio de que la llama sigue ardiendo con más fuerza que nunca.
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