Texto por: Lucas Araya
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El conjunto argentino se dio cita en el Teatro Coliseo para estrenar su espectáculo sinfónico “Obras cumbres del Rock argentino” frente a un público extasiado que repletó el recinto a medida que caía el sol y la información inundaba las pantallas. Mientras los murmullos, rumores de conteos y noticias inciertas recorrían los pasillos del repleto teatro, la imagen de Ricardo Iorio y un sentido homenaje sentaba el ambiente que se viviría en la jornada de revisión del catálogo más clásico del Rock hecho en Argentina
Entre luces, siluetas y las voces de ídolos eternos como Charly, Spinetta, Fito y Cerati, la banda y sus invitados (orquesta sinfónica y coristas) tomaban lugar en sus posiciones para descargar una explosiva versión de «Hombre al agua» con dejos destellos rabia y una energía que desbordó todo el espacio desde el primer acorde. «Cerca de la revolución» tiñó el ambiente de rojo sangre intenso, abriendo la puerta a la conexión máxima en pocos minutos. Después de todo, estábamos frente a un puñado de “las canciones hermosas que forman parte de nuestra vida”, como dijo José Matteucci, batería y voz principal del conjunto antes de regalarnos la bella historia que tiene lugar “Avenida Corrientes, pero que podría se en Santiago”, momento exacto para que «11 y 6» llenara de magia el escenario.
Luego vino el turno de darle vida a Serú Giran desde las cenizas con una sentida versión de «Desarma y sangra», acompañada de un sanguíneo fondo y la pantalla con las palabras más lúcidas del maestro García. Un momento que tuvo en las teclas de Bruno Moreno aires inspirados y virtuosos (además de haberse hecho cargo de transcribir los arreglos para cada músic@ que participó de la sesión. Genio total).
La electricidad desapareció y «Té para tres» sonó como si estuviésemos de fogata en alguna playa lejana, con la voz del público como coro y una mutación a la electricidad máxima para flotar entre las luces verdes y amarillas. Un cementerio club que intentaba resistir entre la angustia que llegaba en las pantallas desde otros lados. «Bajan» en voz de la bajista Julieta Sciasci fue un regalo celestial, un antídoto contra todos los males de este mundo, especialmente cuando las notas electrificadas y duplicadas de la guitarra de Alexis Thompson nos recordaron que han pasado 50 años y que la calidad y el impacto no han bajado jamás desde las más altas montañas de la música hecha en el cono sur.
En la pantalla, un bandoneón liberaba las notas de «El anillo del Capitán Beto» en clave tanguera para caer de forma precisa en «Giros», dejando el aroma de las callecitas de Buenos Aires rondando en el aire hasta que el coro polifónico de Ignis Camerata vocal (dirigido por Martín Aurra) abría la senda para una poderosa, actual y denunciante «La grasa de las capitales» con sus cambios de ritmo, pirotecnia en los golpes de bata y las cuerdas en concentración precisa para regalarnos una redención precisa y demoledora para luego recordarnos que la música hecha por esas mentes, almas y cuerpos jóvenes artistas de la Argentina en dictadura tenía contenido político y compromiso para poder «decir las cosas en esos momentos oscuros«. Ciertamente un momento hermoso y preclaro para expresar que MPV también tiene la misión de llevar adelante “una forma de construir memoria y en eso estamos también comprometidos nosotros». Simplemente emotivo y contingente. El momento exacto para que «Canción de Alicia en el país» abriese los portales del tiempo y recordarnos que los mejores músicos, juglares y letristas nacieron Allende los Andes. La carga potente de «Primavera 0» guiños a Led Zeppelin dio inicio a la segunda parte del show, donde los saltos en el tiempo permitieron disfrutar de sonidos ochenteros («Sobredosis de tv», «Fanki» , «Es solo una cuestión de actitud», entre tantas joyas)
A estas alturas, el notable trabajo del Ensamble Música Para Volar Santiago, dirigido por Pablo Carrasco Villablanca, hacía gala de un virtuosismo tan emotivo como crucial en la interpretación del repertorio y la compenetración con la banda. El diamante más luminoso de la noche vino con hermosas y emotivas versiones de «Barro tal vez» y «Necesito», recordando que los inicios de los más grandes fueron tan humildes como crear una zamba en la habitación de quinceañero o generar ideas en los pupitres de una escuela en la capital argentina. «Puente» y «Cactus» fueron el portal preciso para recordarnos que la línea del tiempo puede modificarse y mutar para llegar al mismo destino: la magnificencia. La mejor forma de coronar ese viaje fue aterrizar en las «Tumbas de la gloria» (Páez)
Ya hacia el final del set, «Persiana americana» hizo que todo el mundo se pusiera de pie y una caravana de voces volando con la música inmortal en sus más altas cumbres fue el acompañamiento perfecto entre la incertidumbre de una fiesta de la vida y la memoria intocable. «Rezo por vos» y una petición de esperanza y resistencia frente al futuro entregó la energía necesaria para quienes se sentían un poco abatidos. Como yo, que escribo llorando mientras “la indómita luz se hizo carne en mí” para terminar allá arriba, bien alto con «De música ligera» y el éxtasis que el amor a Gus, Zeta y Charly nos devolvió el alma al cuerpo y la voz energética para decir “gracias totales” y un sentido (y real) hasta pronto. Esperemos que las visitas de Música Para Volar sean más seguidas para celebrar la unión de nuestros pueblos a través de su música, lírica y arte. ¡Gracias por estar!, ¡Gracias por venir!




















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