Texto por: Gabriela Suárez López
Fotografías por: Luis Marchant

De pronto el lugar se obscurece y en el telón aún cerrado, las luces empiezan a jugar. Poco a poco los sonidos se van acercando, sumergiendo al Nescafé de las Artes en el comienzo de este viaje. Después de mantenernos naufragando un momento, se vislumbra una radiante figura que ilumina el teatro con una gran sonrisa a juego de miles de lentejuelas y la ovación del público.   

Por segunda vez en los escenarios chilenos y en el contexto de la gira de su último disco «Portas» (2021), Marisa Monte nos lleva a un mundo lleno de color, ritmos y mixturas que enloquece a quienes la escuchan. Este último lanzamiento corresponde a la camada de música pandémica que entre encierros se germinó y hoy florece en esta hermosa gira, la cual no sólo nos entrega la caricia de su trayectoria, sino que refleja y abraza las posibilidades del trabajo colectivo y la conexión de diversas territorialidades en un solo momento y un solo lugar, juntando viajantes sin viajar. «Portas», la canción que da título a esta instancia, también es la que abre la escena de esta mágica noche y desde dónde comienza el recorrido por un encuentro entre el fluir y el estar.

En el escenario Marisa es un ente, llena de luz y magia que te atrapa en sus vaivenes. Verla es entrar en trance, es que te lleve con sus sutiles movimientos hacia danzar con la masa, ella es de otro mundo y su público lo sabe. Logra construir cuatro momentos llevando la marca con sus cambios de vestuario y construyendo espacios con una escenografía a base de luces, transportándonos a un mundo donde somos parte de un mar que fluye en texturas.  Comienza «A língua dos animais» y nos tiene a sus pies, logra que el teatro entero se mueva a su antojo y fluya con su atrapante voz.

La cohesión entre la banda es innegable, se palpa el cariño y el amor con el que trabajan y se proyectan como equipo. Se dan el tiempo de presentarse de a poco, de entregar el escenario y relevar a todos y cada uno de los ingentes, quienes son capaces de brillar con luz propias y demostrar su maestría multinstrumental. Las percusiones marcan parte importante de la jornada, con ellas también se invita a todas y todos los presentes a ser parte del espectáculo, desde donde nos tomamos del codo para un éxtasis total. En tanto comenzamos a acercarnos al final, sin ninguna timidez llega el carnaval. La zamba se toma el escenario con baile y música que, llegando a «Feliz, alegre e forte» tiene a la multitud de pie, dejando de lado la numeración de sus butacas para tomarse los pasillos y hacerse parte del festejo, nadie se queda atrás, Marisa es la fiesta.  

Llegando al final de la jornada y con la icónica «Magamalabares», el equipo no sólo demuestra su calidad artística, sino que su compromiso social y político bajo la proyección de una gráfica con las palabras + livros -armas”, reflejo del escenario actual de Brasil y la expectativa para las presentes elecciones entre quienes disputan el poder en la costa Este del continente.

A pena el grupo abandona el escenario los gritos inundan el teatro, luego de unos momentos entre quienes aclamaban ¡otra, otra!” volvemos a recibirles con tres canciones más. Fueron al menos seis tonadas las que se gozaron con el lugar a pleno, el publico de pie desbordando los espacios comunes. Nadie, absolutamente nadie abandono el lugar hasta que el telón terminó de encontrarse. La masa se fue lentamente, el aire estaba liviano, era como despertar de un sueño. Poco a poco la calle se fue inundando de caminantes que al salir llevaban consigo el susurro de los ritmos compartidos.


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