Texto por Lucas Araya
Fotografías por Joselyn Heyden

La segunda jornada del festival tuvo a Massive Attack como número principal, coronando un día lleno de sonoridades y propuestas contemporáneas, frescas, discursos de igualdad,  consciencia social y política y el peso de quienes por décadas han mantenido la calidad artística y musical en alto para culminar uno de los mejores carteles de la temporada (y quizás de la propia historia del Primavera).

Niebla Niebla

El inicio del segundo día estuvo a cargo del proyecto de Dream pop, Shoegaze y electrónica liderado por Trinidad Riveros, con una bienvenida flotante y envolvente a quienes comenzaban a llegar al parque central de Ciudad Empresarial.

Con un sonido cercano al trance y juegos vocales de ensueños hipnóticos, la banda presentó parte de su catálogo propio y rindió homenaje a Sien (banda chilena precursora de la música a base de efecto y capas etéreas) y con Mariana Montenegro como invitada de lujo para interpretar “Los adolescentes” de Dënver en un crossover inesperado pero altamente satisfactorio. Un gran arranque bajo un sol implacable. 

Candelabro

Con una propuesta que combina las guitarras crudas, la destreza cambiante de las baterías marchantes y un sinfín de tonalidades gracias a los vientos, teclados y la versatilidad de un bajo camaleónico, Candelabro, una de las principales bandas de la nueva escena local, trajeron la magia sonora, la energía pura y una paleta de colores que se mueve entre el frenesí del espíritu punk, la deconstrucción de los sonidos de raíz rozando el jazz rebelde y toques de música clásica y sacra. 

Junto a los primeros pogos de la jornada, la presentación del grupo trajo también mensajes contingentes, un guiño sutil a la forma pacífica de expresarse en las urnas y una invitación a buscar en lo más profundo del corazón la respuesta a la realidad caótica que se avecina.

Con una mezcla precisa de sonido garagero y teatralidad y tradición de la música popular chilena, Candelabro dejó su marca propia en el Fauna Primavera.

Bratty

La joven cantautora indie mexicana trajo su sonido minimalista que recoge, a su vez, la tradición del pop azteca y sonoridades más subterráneas e íntimas. Acompañada solo por su guitarra eléctrica y una batería certera (más una constante pista de fondo), Bratty desplegó su propuesta que combina experiencias urbanas, nocturnas y en constante movimiento. Un abrazo continental en el presente.

Otoboke Beaver

Un tsunami de energía, electricidad y carisma. Un ataque de potencia en colores luminosos y el punk rock más feroz y punzante para atravesarnos con el amor más puro en una comunión en la cual el lenguaje de la música a todo pulmón fue el cable de conexión que terminó por sellar un nuevo romance nacido mientras el calor derretía la tierra y la fiebre del volumen se elevaba por el cielo.

El cuarteto japonés dejó una llama encendida que el público recogió y transformó en un volcán imparable y constante durante todo el set. Sin duda, una de las mejores sorpresas y una forma de abrir horizontes y quedarse tatuadas acá, como un haiku ardiente y radiante. Corto, eficaz y duradero. Una experiencia irrepetible y no de los puntos altos de la tarde.

Javiera Mena

La joya máxima del pop armó la fiesta en el Fauna Primavera bajo un sol ardiente e inclemente, transformando el valle de polvo, cemento y fierros en una discoteca por la cual desfilaron las canciones más energéticas y luminosas de su repertorio (“Hasta la verdad”, “Diva” y “Espada”, por ejemplo) con espacio para las confesiones de una adolescencia eterna (“Cámara lenta”) y así transformar esta era en algo más; una hora reverberante sin fin donde bailar es sufrir, el día es la noche y Javiera Mena nos lleva siempre al siguiente nivel. Diva total. Gema brillante del pop sin límites.

Whitest boy alive

The Whitest Boy Alive trajo el groove a Ciudad Empresarial con un set donde la emotividad, el chill y la conexión sellaron una tarde cálida y llena de melodías y aplausos cariñosos en un set que tuvo pinceladas de intimidad minimalista, armonías vocales transformando lo simple en trascendental y baile energético invitando a saltar, cantar y unirse en una sola voz. Con la clemencia de un cielo abierto y la erupción solar dando una pausa, la banda oriunda de Berlín abrazó la cima de una jornada transversal.

Aurora

La cantante noruega deslumbró en el escenario del Fauna Primavera con una presentación llena de fuerza, poder y consciencia social. A través de una prodigiosa voz y un mensaje humanitario presente en cada movimiento, palabras y mirada, la cantante noruega abrazó la causa motivada por el amor y el respeto a la vida (especialmente de las disidencias y la niñez) de la mano de su música intrincada y sencilla,una mezcla serena y envolvente, todo acoplado a un juego de tonos armónicos impresionantes. Una invitación a despertar soñando y seguir siempre alerta y con el arte como bandera de lucha. La camiseta de Palestino flameando en el ocaso de la tarde y reverberando con los aires frescos de Aurora fueron una postal imborrable.

Bloc Party

Ya con la noche como manto sobre el cielo, el cuarteto británico se lanzó al ataque certero tuvo a su clásico álbum Silent Alarm como centro del arsenal principal de balas de volumen, beats electrificantes y guitarras capaces de romper moldes y rearmar un rompecabezas donde la masa vibrante se mimetizó con la pista de baile del Fauna Primavera.

Veinte años de historia, sonidos y latigazos instrumentales y la capacidad vocal trasnformática y expressiva de Kele Okereke un un set completo, con espacio para su variado y conciso repertorio para coronar con los golpes inmortales de su primera entrega, la cual suena tan viva como siempre: contingente y necesaria. 

¡Arriba Bloc Party!

Massive Attack

Cuando el reloj marcaba las 21:45, las pantallas capturaron la atención de la masa expectante para comenzar una clase magistral de consciencia, valentía, coherencia y contingencia siempre necesaria. 

Con frases inquietantes y pequeños guiños a la realidad oculta, la invitación a cuestionar la era digital y el control de la información mientras “In my mind” taladraba el aire, abriendo así la senda para la arremetida sutil de “Risingson”, encendiendo la llama de la hipnosis y el trance.

La invitación a pensar más allá de los límites de la información fue el remezón de conciencia necesario para comprender que Massive Attack es un combo de lucha por la libertad y las causas que buscan justicia sin temor ni agachar la cabeza. Un tanque sónico y político que tuvo una de las mayores cumbres al unir talentos con Liz Fraser en “Black milk”, regalándonos un círculo virtuoso soñado y real frente a nuestros ojos en éxtasis.

Con la responsabilidad de ser el número principal de todo el fin de semana, Massive Attack llevó su performance sin miramientos ni temores, disparando a quemarropa a los poderosos dueños del mundo, a la lucrativa máquina de crear falacias y a los maestros desalmados de la guerra, todo unido a imágenes de ciudades desoladas, historias de agresión y muerte que no aparecen nunca acabar, ficción mezclándose con noticias brutales y paraísos fiscales. Todo ese collage frenético acompañando un set armado como un relato que remece las mentas y bombardea con información oculta lo que los medios nos presentan como verdadero. Así “Take It there”, “Future proof”, “Song for the siren” o “Inertia creeps” están unidas y atadas a imágenes de injustica, desolación y farsa. Todo un lujo en la oscuridad.

Apuntar con el dedo inquisidor, apelar a la rabia contra la máquina, denunciar el aporte monetario para financiar la masacre y el genocidio, señalar a la fábrica de sufrimiento y apuntar a quienes amasan millones a nuestras espaldas parece ser una labor extraña sobre un escenario auspiciado por un banco. No es incoherencia. Es atreverse a hablar, acusar y mostrar. La bandera de Palestina y el grito de libertad son sinónimos esta noche (y todas las noches).

El increíble peso de la banda ensamblada en su totalidad es una experiencia sensorial, mental y corporal. Un ritual de psicodelia densa donde la destreza musical instrumental y de sampleos se mezcla con el mensaje de un mundo subterráneo del que somos parte y nos hacen olvidarlo con el soma y el anzuelo fácil, pero Massive Attack está (y ha estado siempre) ahí para despertarnos con su sonido oscuro y adictivo con destellos de claridad infinita. Toda esta verborrea se resumen en las interpretaciones sublimes de “Safe from harm” y Unfinished sympathy” (ambas con Deborah Miller en la voz) para terminar explotando en el cielo con un estallido de poder, volumen y luces parpadeantes, destrozándolo y todo solo para reorganizar las piezas y cerrar una sesión perfecta con gemas totales y la unión implacable con Liz Phaser para desplegar la inmensidad de “Teardrop” y tejer así un final con gusto a puertas que se abren casi en el ocaso del mundo como lo conocemos.

El Congo, Sudan, Palestina, nosotr@s. El terror no se termina cuando se apaga la música. Massive Attack nos recuerda esa brutal verdad antes de que abandonemos el parque.

Aplausos, brazos al aire, gritos y vítores. Una fiesta de la conciencia. Un despertar nuevo en medio de la noche oscura y fría al norte de la ciudad.

Caminando hacia la salida me pregunté si este fue el último show que veré en un mundo en libertad, al menos la libertad como la conocemos hasta ahora.

Un festival musical que te deja reflexionando. Un acierto.


Zumbido.cl

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