
Texto por Lucas Araya
El sexteto de experimentación concreta desplegó su paleta multicolor sonora y polirrítmica en una sesión con forma de pista de desembarco en la previa a su próxima gira por Alemania. Una cita que tuvo desde atmósferas armónicas hermosamente caóticas hasta baile sin sobras. Un cuadro más en la galería constante de Akinetón Retard.
El mensaje de Instagram dice “+1”. Una crónica “en vivo”.
Un poco antes de las 8pm el escenario “acústico” de de René ya tiene todas sus mesas copadas. Parejas, grupos de amistades, gente que comparte por primera vez en esta fiesta permanente y multiforme.
Mi +1 me dice “ponme en contexto. Sé que son una de las bandas míticas del stoner chileno. Mientras nos instalamos en la barra pegajosa y oriente a cerveza derramada le respondo: ah, no es lo que esperas. Me mira y las luces bajan con un sonido de ultratumba mecánica inunda el local.
Bajan/Suben los seis músicos. Se instalan. Sonríen y se aprestan a descargar el ritmo envolvente e hipnótico de tres vientos robustos, un bajo dibujante, una bata cambiante y propositiva y la guitarra deforme y sorpresiva que guía el viaje.
Con una mezcla ecléctica de sonoridades y ataques, Akinetón Retard pone la mesa con sabores que van desde su primer álbum, una contundente dosis de Azufre, sabores de postres satisfactorios de “Abisnia” y “Plastifilm” y ensaladas de tonos verdes, amarillos y azules de lo que será su próximo disco “AKINETOFF” (lo anuncian constantemente), todo en orden aleatoreo pero igualmente exquisito.
Mi +1 graba videos, toma fotos y me comenta la performance por Whatsapp. El volumen es demasiado brutal y delicioso como para intentar interrumpirlo. En eso estamos cuando suena “Marricoleman” y el pasillo se transforma en una pista de baile impensada e improbable. Pasos de una danza urbana delirante dejan pasar vasos, copas y botellas mientras la batería desarma todo el cuadro para que cada instrumento de viento irrumpa con nuevas pinceladas en una coreografía neo tropical del centro del sur. Inesperado regalo.
Aplausos desde los rincones y la sombra entre sonrisas y abrazos imaginarios. Corte. Cae “Survector”. Todos contra el muro de aire tibio, a bailar. Imposible permanecer en la quietud atacada, hay que esquivar los pinchazos de la guitarras, las baquetas sobre los parches y las fechas deformes sobre las cabezas. Mi +1 rié. Me mira. Susurra a los gritos “son Wenos”. Sí. En eso aterriza el fin. Lluvia de palmas chocando.
Oh, no se va, no se va, Akintón no se va.
Hay tiempo y ganas para “Potenzia” y un cierre vanguardista que abren el portal del tiempo y el espacio, dónde 2005 es 1999 y es 2025 en Brasil, Japón, Berlín y Santiago. El eternalismo hecho canción en un abrazo que es una despedida momentánea y la bienvenida a un nuevo rumbo.
Ellos se van del escenario. Nosotros nos vamos del bar. Mi +1 me hablará de Akinetón mientras caminemos por Santa Isabel ida y vuelta y después por Emilio Baise. Una victoria nocturna más de los maestros de la combotecnia.
Come on, Akinetón!!!!!!





















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