
por Lucas Araya
La Revuelta de Los Tres marca un hito inmenso en la ruta de la música popular chilena y abre un capítulo hermoso en la historia del rock local. Ver a Álvaro, Titae, Ángel y Pancho juntos sobre un escenario después de 23 años ha sido un bálsamo para el oído, un regalo para las almas y un goce para los corazones rojos de este lugar.
Ad portas de una serie de presentaciones en Santiago que marcarán el retorno definitivo de la banda más importante de los años 90, los recuerdos y momentos revolotean en las mentes. No soy la excepción. Siendo un niño adolescente de la década de transición, tengo montones de historias apiladas, guardadas en un cofre y atesoradas en el pecho y la oreja.

Aquí van alguna memorias al azar mientras mi mente revuelve sus circuítos:
- Verano de 1994: Coquimbo y La Serena. El sol quemando, el aire soplando tibio, ventanas abiertas y la radio Rock & Pop a todo volumen en el dial de la cuarta región. «El aval» sonando y yo, un nenito de 11 o 12 años, tratando de descifrar qué quería decir la letra. Hasta ese momento no sabía qué era un aval ni lo que quería decir “una sobre dosis de plomo”. Lo mismo me pasaba cuando pasaban «Gato por liebre»en las noches. Como siempre, suelo escuchar cualquier cosa en ciertas partes de las canciones. En este tema, yo creía escuchar “flan de uñas negras/Da asco mirar/ SE UNEN con lasaña/Difícil tragar”. Era mi forma de darle sentido a frases que tenían palabras que desconocía “vine a saber lo que significa cerumen en el liceo). De todas maneras, el sonido de Los Tres en Se remata el siglo me voló la peluca. Al menos sus singles. Ese verano fue eso. Descubrir sonoridades que me acompañarían para siempre: The Beatles, Grand Funk, Los Tres.
- Cartagena, 1996. Mi papá trabajaba en un servicio técnico de equipos de música y televisores. Siempre llegaba alguna radio con cintas o cd’s atascados. Cuando pasaba eso, mi viejo traía ese contrabando a casa, los grabábamos en una cassette JVC y ampliábamos la colección pirata. Un día llegó con La espada y la pared. Al principio, me parecía un disco extraño. No se parecía a nada de lo que yo escuchaba (rock clásico y pop gringo). Tenía tantas sonoridades y posibilidades que me era difícil descifrarlo. Ya había visto el video de «Déjate caer» en la tele y me desconcertaba. Había escuchado «Tírate» y la rockeraza versión de «Tu cariño se me va», pero el verdadero tesoro estaba dentro del álbum mismo.
Mi papá estaba un poco obsesionado con el disco. Lo escuchaba sin parar en el auto. Fuimos a la playa y sonaba en repeat una y otra vez. Es por eso que cada vez que escucho «Dos en uno» o «Partir de cero» las siluetas de árboles en la carretera se mueven en el horizonte de mi mente.
Años después, «Te desheredo» se convirtió en uno de mis temas favoritos. A los 14 años no tenía idea de desencuentros, desamores ni de palabras venenosas. Un mar de viento es lo que tengo en el alma, ahora. - En todas partes, 1995/1996: salió el Unplugged y «Quién es la que viene ahí» sonaba en todas partes: en la radio, en la tele, en la micro, en el persa, en la feria, en las ventanas, en el recreo. Una y otra vez. Llegué a odiar a Los Tres por un tiempo. Anunciaban conciertos desenchufados en el teatro California de Ñuñoa y me sonaba tan lejano (yo vivía en una casita en Recoleta. Ahora ese teatro queda a unos pasos de distancia de mi jardín). Era insoportable escuchar el punteo y el estribillo. Sin embargo, era inevitable mover la patita, tocar la guitarra de aire y cantar con voz de cuequero inexperto. La magia y el veneno estaban ahí.
Rodrigo, un compañero de curso, estaba aprendiendo a tocar guitarra. Llegó con un cancionero que venía con el diario y sacaba las canciones con acordes modificados y simplificados por Álvaro y Ángel. Así aprendí a tocar las primeras notas reales y a sacar temas de Los Tres, un ejercicio que nunca abandoné. - 1998, la cocina de mi casa: Álvaro Hénriquez saltaba desde un trampolín a una piscina, de traje y una guitarra en la espalda. Daniel Vílchez era la voz del clip promocional del lanzamiento de Fome (lo decía con exclamación, así, ¡FOME!). Es lo primero que recuerdo de mi disco favorito de Los Tres.
En 1998 comenzó mi obsesión completa por la banda y su música y Fome sonaba todo el día en mi casa, en mi pieza, en todos los rincones. Yo estudiaba en la tarde. Pasaba toda la mañana escuchando música (jamás haciendo una tarea) y acompañaba a mi Nana (mi tía Irene, hermana de mi mamá) mientras ella cocinaba. Le llamaba mucho la atención la idea de que “en la cocina hay olor a gas”. Le producía una inquietud y paranoia increíble. Me daba risa y metía la cabeza al mueble de los vasos mientras la canción alcanzaba su clímax. Ella se acuerda hasta el día de hoy.
Yo también. - En alguna micro, en algún momento entre 1996 y 1999: tomaba la micro y empezaba mi viaje de 45 minutos hasta el liceo. Los micreros escuchaban programas de fútbol, las noticias o a Willy Sabor en ese rato. Algunos escuchaban El chacotero sentimental. En uno de esos viajes, después de un testimonio de desamor, el Rumpy puso «Amores incompletos» y me atravesó la mente. Yo estaba muy metido con el blues y escuchar ese temón me abrió la mente y me llevó directo a sumergirme en la música de Los Tres que sonaba poco o que era, más bien, desconocida.
Uno de mis temas predilectos hasta la fecha. - Mi primera vez, 1998: ese fue mi primer concierto de Los Tres. Quizás los vi antes en algún festival veraniego o quizás no. Lo que sí recuerdo es que cuando presentaron la caja que reunía sus cuatro primeros discos de estudio en el Teatro Providencia fui. Quería ir. Tenía que ir.
Mi mamita me regaló la entrada.
Fui con Omar, un compañero de curso que seguía a la banda desde hacía mucho.
Nos juntamos en el metro. Caminamos, hicimos la fila y entramos.
No sé cuánto rato pasó hasta que arrancó el show.
Partieron con «Hojas secas». Quedé loco.
Tocaron «Un nuevo estilo de baile» con Yogui Alvarado de invitado.
Es todo lo que recuerdo, pero lo recuerdo con cariño. - Encuentro de jóvenes católicos, 1998: se organizó una cosa multitudinaria de jóvenes cristianos que se juntarían en el Club Hípico a hacer una vigilia y escuchar las palabras del papa al amanecer un domingo. Durante la semana previa, se organizaron actividades de reflexión y comunión. Había que inscribirse pagando una alta cuota. Fueron a mi liceo (Darío Enrique Salas) a ofrecer cupos. Nadie tenía plata para pagar, menos si era algo religioso. Una semanas antes pasaron ofertando cupos por una módica suma. Un grupo de compañeras y compañeros nos inscribimos, solamente para hacer algo y por el webeo. Igual lo pasamos mortal. Todas las tardes tocaba una banda colegial de otro liceo. Tocaban, por supuesto, temas de Los Tres. Una maravilla. Mis compas tomaban cerveza mientras sonaba la banda sobre un escenario precario afuera de una iglesia.
Como anécdota final, les cuento que pasamos la noche del sábado al domingo con sacos de dormir en el Club Hípico (¿o era el hipódromo? No sé, da lo mismo) y nos pasamos todo ese rato en los baños químicos porque nos dieron unas bolsitas con colaciones y los gansitos estaban vencidos. Imaginen qué pasó en esos estómagos jóvenes. - Un garage en Recoleta, 1999: mis amigos de la población formaron una banda punk. Tocaban temas de La Polla Records, Los Prisioneros y Los Miserables y sus propias canciones. Una mañana me invitaron a unirme al grupo (yo tenía una guitarra eléctrica y un ampli chico, regalo de mi mami y mi papi). No sé por qué, pero metimos temas de Los Tres al repertorio: «La primera vez» y «No sabes qué desperdicio tengo en el alma». Una bomba atómica, o un desastre. Quizás ambos.
- La despedida, 2000: me desperté una mañana y bajé a desayunar con mi papá. Siempre estaban las noticias de TVN en la tele. Ese día no fue la excepción. Estábamos tomando té con un pancito cuando anunciaron que Los Tres se separaban y que iban a hacer un concierto final y algunas presentaciones previas. Me dio lata, me dio pena, pero también sentí la apatía de un cabro perdido en la vida.
Una de esos shows finales fue en el Parque Forestal en esas fiestas de la democracia luego del susto de las elecciones que derivaron en la presidencia de Ricardo Lagos. Tocaron algunas rolitas y cerraron con una explosión total de acoples y un hasta pronto que se acercaba al fin.
Los vi desde un costado. El parque estaba repleto. - The end, mayo de 2000: cuando anunciaron los shows de despedida me dio rabia.. Me alejé del grupo. Dejé de escucharlos. Pensaba que era una estrategia comercial y no quise saber nada de ellos. Era mi reacción en negación al final de una de mis bandas más amadas.
Mi mamá y mi papá me ofrecieron ir. No quise.
Mi primo mayor, quien había perdido a su hijito en un accidente un tiempo antes, me llamó unos días antes del concierto. Quería regalarme la entrada. Le dije que no. Le rompí el corazón. Lo siento.
El día del último concierto fui a la tocata del grupo de unos amigos a Maipú. Era un festival con grupos de liceo. Bastante amateur todo. Hasta me subí a cantar unos temas de Nirvana con ellos al final. “¿Por qué no te subiste antes, flaco?” me dijo alguien después.
Me fui a mi casa en la micro esperando llegar a la hora para escuchar la transmisión del show por la radio.
Llegué. Me eché en mi cama y escuché la última tocata de Los Tres. lloré. Me arrepentí de no aceptar las ofrendas.
Me arrendé una vida un ratito más. - En muchas partes, 2000, 2020: desde el último concierto de la formación clásica, tuve la chance de viajar y estar en tierras lejanas. Cada vez que esto ocurrió, llevé los discos de la banda conmigo. También regalé cassettes y mp3’s a amistades en el extranjero. Canté sus canciones en ramadas en otros países (esperaban canciones de Quilapayún o Inti Illimani, mas no). Enseñé sus temas e historia en cursos y nunca dejé de escucharlos y quererlos, con sus aciertos y defectos.
No me fallan. - Zumbido, 2021: entré a trabajar en Zumbido el 2019. Cayó la pandemia el 2020. Estábamos medio perdidos, sin mucho que hacer. Se son ocurrió hacer unos lives y conversar con gente del ambiente musical. Tuve la chance de hablar con personas famosísimas y otras no tanto. Con tod@s siempre lo hice con el mayor respeto y profesionalismo. Un real placer.
En 2021 pude hablar con Pancho Molina sobre su carrera en uno de estos lives de Instagram. Luego hablamos de nuevo en el primer capítulo de El disco que te debía. Uno de mis mejores momentos y recuerdos. Ahí habló de Los Tres y sus ganas de volver a tocar con ellos. Algó similar pasó con Ángel Parra cuando hablamos en el programa sobre un disco de Ángel Parra trío. Muy buena charla. Su mánager de entonces nos pidió no hablar de Los Tres esa noche. Muy bien, dije, pero sabía que iba a pasar igual, así que no le dije nada de la banda al angelito. Fue él quien mencionó al final de la conversación que quería tocar con los cuatro gallos con quienes alcanzó la gloria. Imaginen mi dicha
El anuncio de la Revuelta fue un cierre de círculo para much@s, especialmente para ellos mismos.
Es un agrado volver a escucharlos y sonar tan bien.
Ojalá los pueda ver en estos días.
Haremos lo posible.
De hacerse, se va a hacer.
¡¡¡Larga vida a Los Tres!!!




















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