Por: Lucas Araya

Una noche de ataque árido doble se dio en Bar de René. El joven y envolvente trío La Grima y los lejendarios Yajaira llenaron de fuego y psicodelia el clásico local de Santa Isabel.

La Grima

Sonido pesado suburbano, robusto y versátil adosado con juegos de voces en sueño sicotrópico envueltos en tonos ásperos y acoples certero. En medio del set saltaron chispas con Pappo en la frente, buscando la paz entre el caos bienvenido.

El trío regaló una masa de distorsión y un viaje volcánico que quedó en los ricones y los cuerpos.

Excelente trabajo de bata y un tandem de cuerdas que juega entre lo espeso de su afinación y una combinación vocal que invita la vuelo.

Despertar es ingresar en un sueño con La Grima.

Yajaira

Entrar a Yajaira es caer en un groove denso e hipnótico, un océano oscuro de olas melódicas envolventes que revientan en colores rojos, azulea y púrpuras sin pausa desde la intro.

Recuerdos del futuro dejó caer el heavy más viceral y sincopado, mientras que La serpiente antigua flotó en sombras para desaparecer y llegar al eterno retorno.

La interpretación de «Damelo» sonó más power que nunca, con un sorprendente arreglo de batería que llevó la intensidad a nuevos territorios.

Atormentándonos (con intro de bajo, fuzz y wah-wah) avanzó como metal derritiéndose al calor ambiente, un ácido dulce y líquido esparciéndose en las ondas sonoras.

Yajaira es una fuerza en constante movimiento y eso quedó claro al dejar fluir música nueva, una forma de libertad dura que respira la amenaza y lucha por abrirse camino entre el cemento amargo, variando la fuerza y la velocidad de su paso.

De vuelta al repertorio clásico de la banda con «Cae», un dragón de tres cabezas sobrevolando el ardor del sonido y aterrizar en “Actos impuros” y seguir la senda del rock en imágenes en blanco y negro de una ciudad que ya casi no existe.

Hacia el final del set cayó “Las cruces”, un mazo de plomo machacando huesos y el silencio con cada golpe de la guitarra líquida de Sam y el latigazo de la voz de Comegato.

“Epopeya” cerró la jornada al borde de un precipicio que eleva el salto en un remolino de voces en ecos y efectos que  invitan a subir para bajar en un clavado rocoso, una flecha percutiendo la piel y el cuero hechos feedback y tonos gruesos en loop.

La oscuridad de la noche se enfría si los amplis de Yajaira se apagan. El sonido sigue vivo en los poros de quienes estuvimos en René, una vez más.


Zumbido.cl

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