Texto por Franco Zurita

Fotografías por Hugo Hinojosa

Anoche, el Teatro Caupolicán se erigió como una catedral invertida, un altar profano donde la fe se disolvió bajo el peso de una misa negra llamada “The Unholy Trinity Latin America”. Una procesión blasfemas comandada por Behemoth, Deicide, Nidhogg en un descenso a los abismos más fértiles del metal extremo en el nombre de la herejía, el caos y Satanás.

Los encargados de abrir este ritual, fueron los nacionales Diabolvs, quienes asomaron como guías demoníacos en este rito. Guardianes de un fuego primigenio que ardía en nombre de la negación, comenzaron el sacrificio con “Temple of Hypocrites” como un martillazo en contra los cimientos de lo divino. La violencia de “Killing My Enemies” y la ferocidad de “God’s Beast”, entre otras declamaciones impías, fueron el cuchillo que cercenaba la carne para un próximo sacrificio. “Rite of Consecration” fue el último grito del quinteto en un bautizo de sangre y distorsión con el Caupolicán rendido y consagrado a la blasfemia.

Tras esa furiosa entrega del death metal más clásico por parte de los chilenos, una fría sombra atravesó el teatro para ser invocada entre la niebla: Hablamos de Nidhogg. Desde Polonia, el músico y su banda hicieron de la crudeza su estandarte. Sin artificios ni excentricidades, sólo un manto gélido de distorsión y atmósferas opresivas que envolvieron cada rincón del teatro. “Narcissus” abrió las grietas del recinto para un repaso fundamental de su debut discográfico en donde “Metal Lykanthropy”, “Horda” y el cover de “Territory” de Sepultura fueron parte del poemario oscuro que Nidhogg trajo consigo desde territorios eslavos. Una tormenta tenebrosa e infernal de tentaciones, traición y oscuridad. 

Tras esa descarga pagana de metal oscuro, era el momento de la carnicería. Con la densidad en el aire, Deicide hizo su entrada sin tregua ni aviso para seguir dándole curso al “The Unholy Trinity”

Liderados por Glen Benton, los estadounidenses dieron la bienvenida a uno de los grandes invitados de la noche con “When Satan Rules” escupiendo maldiciones y desafiando lo establecido. El entierro sonoro y caótico de “Bury The Cross” fue un clavo más en el ataúd de lo sagrado y “Once Upon The Cross” evocó la herejía en su forma más pura: la inversión de la cruz y una burla a la salvación. El infierno ardió en “Satán Scars” y “Scars of Crucifix” mientras el público, completamente entregados ante el ritual, eran tragados bajo tierra ante la vorágine del mosh que se tomaba el centro del recinto. Entre otras joyas demoníacas de su carrera, “Homage for Satan” uno de sus clásicos más recientes fue la encargada de cerrar esta sanguinaria masacre con una ofrenda colectiva que convirtió el Caupolicán en un santuario de fuego eterno.

El final de esta tenebrosa ceremonia, llegaría con Behemoth. Los sumos sacerdotes de la oscuridad sellaron este culto con su fiereza característica invirtiendo todas las cruces de la capital. 

Nergal, emergió bajo columnas de humo y fuego y como un clérigo maldito, abrió las puertas del infierno con “The Shadow Elite”, un rugido demoníaco que transformó el teatro en un verdadero abismo. “Demigod, título homónimo de su trabajo del 2004, dejó entrever el caos y la fragilidad de lo divino y “The Shit Ov God”, una de sus obras más recientes, vomitaría sobre las deidades y lo sagrado en un comienzo brutal por parte de los polacos. La injuria alcanzó niveles de escarnio absoluto con un poder que arremetía en contra de todo lo sagrado. “Lvciferaeon”, “Cursed Angel of Doom” y otras piezas herejes convirtieron la atmósfera en un apocalipsis prometedor otorgándole voz a la oscuridad misma. Finalmente, la liturgia concluiría con “O Father O Satan O Sun!”, un mantra, una plegaria maldita y un último juramento bajo el sol negro de esta secta.

Teatro Caupolicán quedó marcado como una de las catedrales del satanismo con “The Unholy Trinity”. La confirmación de que en Santiago, no solo se abrieron las puertas del infierno, sino que coronamos a Lucifer como el patrón maldito de este rincón del mundo en una confirmación de que el infierno existe y anoche, ardió en sobre la capital.


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