Por: Lucas Araya

La cita es para celebrar el disco Laydown y darse el gusto de tocar con la formación de aquellos años. Un encuentro postergado por la anormalidad pandémica que se dejó caer. Esta vez sí se pudo dar la chance de tener a Sam, Pape, Aldo y Luife (más Luciano Mariño) sobre un escenario a punto de temblar por la intensidad que sale por los poros.

Viernes es la tarde. Afuera aún es de día, adentro el humo progresa junto con la melodía de Break Up, que invita al viaje sicodélico de espíritus ávidos de música en vivo. Miramos, escuchamos, flotamos. 

Tangible myth, se abre paso entre el sueño difuminado que comienza a mostrar el camino, levitando sobre el teclado de Luife, las texturas y capas que se van formando como nubes multiformes y los platos explotan cual mar en primavera.

El suelo es algodón, Alondra, deambula entre las partículas del ambiente, una sábana delicada que cubre el lugar de delicadeza y vuelo sónico. El aire es un pedazo de cielo entre paredes de ladrillo. 

Con Cure, la velocidad aumenta y el viaje avanza en una carretera de viento y paisajes que solo existen aquí, hoy. Ramas frondosas de árboles sonoros parecen emerger de los amplificadores. El paso raudo de las guitarras atraviesa la escena y explota sin aviso. Luego, Mind rain, se deja caer como una tormenta suave y delicadamente densa, con el peso del universo en su ritmo cadencioso esparciéndose como un manto eléctrico. Nadie despierta. Los aplausos son música también.

Dancehall, nos lleva  hacia la elevación entre lenguas de calor, invitando a bailar sobre el vapor imaginario que está en este lugar. Caemos de golpe a una playa roja. El dub de Moonlight cat, trae arena y los pasos deambulantes de la melódica marchando hacia un paraíso perdido. “Wlaking hungry on the market”. Un coro gaseoso llega desde el fondo y los primeros rayos de luna rebotan en el sonido armonioso.

Cabalgando en cámara lenta sobre estepas disonantes que se mueven como imágenes lentas de otro tiempo. Ni pasado ni futuro, solo otro tiempo, silvestre, libre, aunque sea solo un sueño, pero está aquí frente a nosotros, tomando forma etérea. Crazy horse, avanza hacia algún sitio en la noche tranquila.

Laydown, invita a recostarse sobre ondas sónicas. Solo queda cerrar los ojos y viajar sin moverse, en un silencio colorido y caleidoscópico. Todavía estamos aquí, es solo que las almas reviran al unísono en un campo florido que creció sigilosamente entre acordes sedosos y golpes ásperos.

Tac, tac, tac. La caja de la bata rebota en los parlantes y la guitarra en ecos juega sobre líneas de bajo pesadas eimpalpables que bailan con sonidos elásticos del teclado. Es Black siren, nadando en una corriente de delay alucinógena y adictiva.

Un acople se propaga como masa cósmica y silbidos festivos surfean las marejadas espesas de los Ganjas. New Reactor. Amor. El amor es la única forma de existir hoy, un motor  orgánico entre la paranoia y la amenaza invisible. Las voces en coro son olas que chocan contra enormes rocas de música vehemente, expansiva e inmortal.

Al final, La lluvia no quiere caer, sigue flotando, transformándose en ruidos hermosos, delicadeza brusca y acordes graves que besan las teclas que dibujan un mundo paralelo en el que existimos ahora. Lluvia púrpura. Aplaudir. Vitorear. Despertar. Fin de la primera sesión de celebración de Laydown, más de quince años después y el trip continúa vivo, en vivo.

La senda sigue en la sala SCD de Bellavista. Dos funciones más de música y confort para recostarse e implotar en paz.


Zumbido.cl

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