
Texto por Catherine Guichard
Fotografías por Hugo Hinojosa
La tarde del 17 de agosto quedó marcada en la memoria de quienes asistieron a la Sala Crea Rock en Santiago. El recinto se transformó en el escenario de un acontecimiento largamente esperado: el debut en Chile de TAKERU, icónico cantante japonés que saltó a la fama como vocalista de la banda SuG y que hoy, consolidando su carrera en solitario, emprendió su “Latin American Tour”, con paradas en ciudades como São Paulo y Buenos Aires. En cada escala de esta travesía, el artista ha dejado huellas de efervescencia y emociones compartidas, pero lo vivido en Santiago tuvo un cariz particular: un encuentro íntimo, cargado de gratitud y energía desbordante.
Desde temprano, decenas de seguidores comenzaron a congregarse en las afueras del recinto, formando una fila que irradiaba expectación. El ambiente era de fiesta anticipada: atuendos inspirados en la estética visual kei y conversaciones en las que se repetía la misma palabra: “al fin”. No era un concierto multitudinario en un estadio, sino un show diseñado para la cercanía, para borrar la distancia entre escenario y público, y en ese gesto radicaba gran parte de su encanto.
Una apertura vibrante con talento nacional
El preludio a la llegada de TAKERU estuvo a cargo de Dear Psycho, agrupación chilena que sorprendió con una propuesta estética fresca y colorida, inspirada en la excentricidad del Harajuku japonés. Su presentación, plagada de coreografías contagiosas y energía juvenil, logró que la audiencia entrara rápidamente en sintonía. El clímax de su participación llegó con una aclamada interpretación de “Maple Gunman”, clásico de An Café, cuya coreografía es conocida desde hace años por los seguidores del j-rock. El gesto fue recibido con entusiasmo y sirvió como un puente perfecto entre el talento local y el invitado internacional.

El esperado encuentro con TAKERU
La expectación llegó a su punto más alto cuando el escenario se iluminó para recibir a TAKERU. Acompañado de su DJ, abrió el espectáculo con “I Kyou U”, desplegando de inmediato la energía vibrante que caracteriza a su propuesta musical. Dueño de un carisma natural, supo aprovechar la intimidad del lugar para interactuar con cada rincón de la sala, logrando que todos sintieran que eran parte de un encuentro cercano y casi personal.

El concierto continuó con “Fodoutoku”, tema incluido en su más reciente producción, “Bible” (2025), lanzada el pasado 14 de julio. La canción imprimió un aire juguetón y fresco, reafirmando la versatilidad de TAKERU para fusionar el j-rock con matices pop y electrónicos. El público, que oscilaba entre la emoción y la alegría, respondió con palmas y cánticos, generando una atmósfera que parecía multiplicar la energía del artista sobre el escenario.
En un momento de pausa, el cantante se dirigió al público en inglés, con frases cargadas de gratitud y simpatía. No dudó en ensayar el clásico “¡Chi-chi-chi, le-le-le!”, que fue correspondido con estruendosos vítores, como si de un compatriota se tratara. Ese gesto de cercanía selló una complicidad inmediata.

El trance continuó con “TOWA”, una pieza cargada de ritmos electrónicos que invitó a bailar y dejó en claro el enfoque positivo y esperanzador que TAKERU busca transmitir en su música. Sin embargo, uno de los puntos más álgidos de la velada llegó con la interpretación de “LOVE SCREAM PARTY”, de su antigua banda SuG. La reacción del público fue visceral: todos corearon al unísono, construyendo un instante de comunión y nostalgia.
Entre canción y canción, TAKERU aprovechó para abrir su corazón. “Ustedes, los fans, literalmente han salvado mi vida”, confesó con emoción, reconociendo el papel fundamental que ha tenido el apoyo de sus seguidores a lo largo de los años. Sus palabras, pronunciadas con visible sinceridad, provocaron un silencio reverente.

Hacia el cierre del espectáculo, el artista dejó una declaración que encendió la esperanza de sus seguidores chilenos: “Prometo, prometo, prometo que volveré”. La reiteración, acompañada de un gesto afectuoso, fue recibida como un compromiso genuino y dejó entrever que este primer encuentro no será el último.
La tarde concluyó con un halo de energía luminosa que perduró incluso después de apagarse las luces. La voz de TAKERU, potente y nítida, demostró una madurez artística forjada en años de experiencia, mientras su calidez humana se convirtió en el verdadero sello de la noche. No fue únicamente un concierto: fue una celebración de la música como lenguaje universal y de la conexión entre culturas aparentemente distantes.

Para los presentes, la visita de TAKERU significó mucho más que presenciar a un ídolo japonés en vivo; fue la confirmación de que la música tiene el poder de derribar fronteras y de generar una energía positiva compartida, capaz de transformar un pequeño recinto en un universo vibrante.
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