
Texto por: Gabriela Suárez López
El público expectante, el telón se pinta de azul y la música nos da la bienvenida a una noche inolvidable. El escenario se muestra leve, un par de micrófonos erguidos, una batería y de fondo la ilustración de una silla y un globo terráqueo son la escenografía que nos acompaña esta noche. La banda termina de componerse de a poco.
Silencio y un sutil “llegó como por sorpresa…” inauguran el concierto que marca el transito por nuestro país de Pedro Pastor y los Locos Descalzos en el contexto del tour Vueltas, el cualcomienza en España para cruzar el Atlántico y recorrer Latinoamérica, oportunidad en la que después de tres años nos reencuentra en Teatro Nescafé de las Artes.

Es un espectáculo lleno de ritmos en constante transición, la agrupación no espera para extender la invitación al público a ser parte de la escena, las luces buscan a la masa y los integrantes de la banda incitan a soltar la timidez de esas palmas flamencas.
Luego de un par de acordes, se perciben problemas técnicos en la guitarra, los cuales persisten durante las primeras canciones. Al contrario de lo que podría parecer un inconveniente, la pausa obligada se desenvuelve en una buena conversación, el teatro es cubierto por una intimidad pocas veces experimentada, la narrativa del viaje y la última visita a Chile es compartida en un intercambio activo de diálogo, experiencias y sensaciones entre quienes con atención nos entregábamos.

Se construye un espacio donde todo confluye, cada vez somos más parte y se transiciona de forma veloz entre lo que comenzó como recatados meneos, hacia sacarse los zapatos y contagiarnos de aquella sabrosa locura. Huapango y volamos, huapango y las sillas dejaron de existir.
Tal y como lo describe el disco que nos reúne, celebramos los viajes y los encuentros. A través de este recorrido, no solo se reconoce la trayectoria, sino también las amistades y los lazos que se han forjado a raíz de los caminos comunes. En un velo de intimidad y belleza nos envuelve Nicole Bunout, cantora y compositora chilena que se presenta con El Baile, seguida de Adrián Berra, compañero transandino que es presentado como una de las primeras amistades regalo de la carrera musical, coronando la instancia con una historia común: Vueltas.

La noche fue una montaña rusa, después de pasear por diversos ritmos, de convertir el lugar en un salón de baile y de mostrarnos parte de su mundo, aterrizamos en los discursos de protesta y resignificación de la dignidad y el recuerdo. Chile y España tienen heridas comunes, heridas abiertas, heridas que retumban en la memoria, “ni perdón ni olvido” se escucha desde el fondo, luego un silencio y Los olvidados.
Una dulce flauta traversa suavemente da el cierre y nos levanta, nos dejamos llevar por su encanto hacia un trance que sin aviso es roto por la aparición espontanea de un enérgico violín. El teatro le da la bienvenida de pie a la euforia de la mano de Nano Stern, con quien la escena se vuelve dúo para que dos mágicas voces deleiten su química y talento con Sonqollay.


Un recital para enamorase de la dulzura, la simpatía y la intimidad que envuelve al público, prometen goce, anarquía y entregan mucho más, el escenario es puro disfrute y amor que se proyecta a toda persona presente, ese lunes no fue lunes.
Cuando pensamos que habían entregado todo de sí, bajan a platea. Pasamos de estar en un teatro a estar en un living y de un living a una fogata, el obsequio de cantar Mariposa de noviembre a capela y a coro, fue la consolidación de un encuentro de intimidad y goce.





















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