
Texto por Cristian Martínez
Fotografías por Kenia Castillo
El pasado 12 de noviembre, Blondie fue nuevamente el escenario del esperado retorno a Chile de Motorama, la reconocida banda originaria de Rostov del Don, Rusia, formada en 2005 y considerada una de las agrupaciones más llamativas del post-punk underground. Su presentación marcó un reencuentro con un público fiel, completamente entregado a la atmósfera introspectiva y emocional que caracteriza su propuesta musical.
Desde la apertura de puertas, el ambiente comenzó a cobrar vida. Los asistentes, entre conversaciones, risas y vasos en mano, fueron distendiendo la espera mientras disfrutaban de la variada oferta de bebestibles disponibles en la barra, con opciones para todos los gustos. Con el paso de los minutos, la expectación se intensificaba, la iluminación tenue y la música de fondo preparaban el escenario para lo que sería una noche de melancolía compartida.

Finalmente, la irrupción de Motorama en el escenario, con “This Night” como tema de apertura, marcó el inicio de un viaje hipnótico que envolvió de inmediato al público. Continuó “And Yes”, introducida por las cuerdas de Airin Marchenko, que se fundieron con la precisión rítmica del baterista Michail Nikylin y la voz de Vladislav Parshin, cargada de melancolía y serenidad. En un contraste inesperado, Parshin golpeaba un plato de batería con sus propias manos, intensificando la energía de los asistentes y sellando un comienzo poderoso.
A medida que avanzaba el concierto, la comunión entre la banda y el público se profundizaba. La atmósfera se transformó en una especie de trance colectivo, donde las emociones fluctuaban entre la nostalgia y la euforia. Canciones como “Two Sunny Days” capturaron la esencia de su más reciente trabajo, “Sleep, and I Will Sing” (2023), manteniendo a la audiencia en un estado de fascinación constante.

La interpretación de “Wind in Her Hair” marcó uno de los momentos más íntimos de la velada. La voz de Vladislav Parshin, frágil y contenida, generó un silencio profundo que solo se quebró cuando la intensidad del grupo volvió a irrumpir entre las luces y humo del escenario, elevando la atmósfera mística de la canción.
Con “Alps”, Motorama transmitió una calma melancólica que contrastó con la energía desbordante de “Ghost” y “Eyes”, temas que pusieron fin a la presentación en medio de un estallido de euforia colectiva. La banda se despidió entre aplausos, gritos y sonrisas, mientras el público, visiblemente conmovido, respondía con una emoción que evidenciaba la profunda conexión establecida con el grupo, una sensación difícil de expresar en palabras, pero que se percibía claramente en el aire.

Con un setlist que recorrió dos décadas de trayectoria y siete álbumes de estudio, Motorama ofreció una presentación sólida, precisa y profundamente envolvente. Más que un simple concierto, su regreso a Chile fue una experiencia sensorial y emocional: un reencuentro con la esencia más íntima del post-punk, y la confirmación de que su vínculo con el público chileno sigue tan vivo y profundo como en sus primeras presentaciones en el país.





















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