Texto por: Hugo Hinojosa

Fotografías por: Claudio Escalona

Con un cartel de tan alta factura, es innegable que las expectativas eran muy altas para esta primera versión de Masters of Rock, la que venía a sellar una deuda de casi 15 años con lo que fue su contraparte, el histórico Monsters of Rock. Sin embargo, lo que se vivió ayer en el Estadio Santa Laura, superó con creces lo esperado, convirtiéndolo en uno de los grandes shows del año. Parte del éxito de esta versión, fue el sonido de impecable factura a lo largo de todos los shows, acompañado de grandes visuales que permitieron apreciar con mejor detalle cada presentación, sobre todo para quienes estaban más alejados del escenario. Por otro lado, aunque el estadio Santa Laura, no reúne todas las condiciones aptas para este tipo de espectáculos, pero en esta ocasión fue propicio para celebrase sin mayores complicados.

Ahora, uno de los único puntos bajos del evento fue la franja horaria en la que fueron ubicadas las bandas chilenas (en esta oportunidad Cleaver y Queen milk), quienes al ser situadas tan temprano, incluso considerando que era un domingo pre-feriado, no tienen el espacio adecuado para ser visibles a toda la audiencia. Sabemos que esto es también parte de la cultura local de conciertos, que suele no considerar los teloneros y, más aún, si son nacionales, pero quizás una opción sea considerar un horario más tardío.

Skid Row

Los norteamericanos Skid Row, fueron el primer número internacional, que a pesar del horario lograron una buena audiencia. Su inicio fue potente, con la agresiva «Slave to the grind», dejando en claro por donde iría su set, y en donde demostraron una sólida manera de hacer entender a su fanaticada, que el fuego del rock aún existe en su vientre. Lo primero que llama la atención es cuánto suena la voz de Erik Grönwal (recién integrado el año 2022 a la banda), ya que no hay duda de que tiene la capacidad de romper cualquier tipo de incertidumbre de la asistencia frente a su talento vocal, y eso se agradece bastante al momento de acompañar el robusto sonido que la banda aún mantiene vigente. En efecto, sonaron con fuerza, y a pesar de que no cuentan desde hace años con Sebastián Bach, una sombra innegable en su sonido, se escucharon vigentes y modernos. El setlist preparado para la ocasión fue un repaso de lo mejor de su catálogo, lanzando gemas como «18 and alive», «Monkey Business» o «Livin’ on a chaingang», aunque también hubo momento para su último disco «The gang’s all here» (2022), interpretando el tema que la nombre a la placa, y también «Time bomb». «I remember you» fue otro de los esperados ansiosamente por el público, aunque con un momentáneo problema de sonido, que no impidió que todos corearan con energía. El cierre vino de la mano del clásico «Youth gone wild», mientras el público comenzaba a repletar el Santa Laura, augurando el inicio de una gran jornada.

Helloween

Con mucha puntualidad (otro de los detalles a destacar del evento) salió a escena Helloween en la que sería su última presentación de su tour latinoamericano. Justamente, Andi Deris bromeó acerca de los cerca de seis meses de su último show en nuestro país, comentando que «debería comprarme una casita aquí». La banda sonó con gran precisión y llenos de energía, demostrando que están en su mejor momento.

Esto se vio demostrado en un set en donde sonaron temas de todas sus épocas, partiendo con la alegre «Dr. Stein», para continuar con el himno «Eagle flyfree», el que permitió dar curso a la pirotecnia. Luego fue el turno de «Power», la que fue antecedida de la primera intervención en un correcto español por parte de Deris. Como era de esperar, no hay show actual de Helloween sin el turno de la «sección Hansen«, que esta vez tuvo su lugar con «Ride the sky» y «Heavy Metal is the law».

Para bajar revoluciones, vino el dueto de Deris y Kiske de «Forever and one» y la balada de corte más moderno, «If a could fly». Una de las ventajas de los conciertos preparados para festivales, es que se centran en lo que llamaríamos «calados», y esta no fue la excepción, sin embargo, en el caso de Helloween, la buena recepción de último disco hizo que no quedara fuera. Así vino a continuación un pequeño solo de guitarra de Gerstner para introducir «Best times», que luego se sumaría el clásico «Future world», con la clásica introducción de Kai Hansen.

La fiesta rockera no podía no tener un solo de batería (uno de varios en el evento), y así vino el de Dani Löble alentando al público e invitando al que sería el cierre de show, con la inmortal «I want out». Ahí fue otro de los grandes momentos festivos de la tarde, a liberar gigantescos globos alusivos a la banda, y en donde además se dio un juego de cánticos con los asistentes. Más allá de las constantes bromas comparando con los públicos latinos, hablando de superar a Argentina, pero igualando con Sao Paulo, el show de los alemanes fue impecable, en base a la experiencia y profesionalismo que demostraron, logrando encantar a todos quienes se encontraban en el lugar.

Deep Purple

Ya las 18:10 hicieron su entrada los ingleses Deep Purple, quienes venían con la misión de exorcizar aquel trágico debut en Chile el año 1997, justamente en el mismo estadio donde se presentarían. Rápidamente aquel momento fue olvidado, gracias a un espectáculo que fue lo mejor de la noche. Sin perder tiempo, iniciaron lanzando como una bomba «Highway Star», para delicia de todos. Siendo leyendas vivientes del Hard Rock, convocó a un público amplio y, podríamos decir, familiar.

El set continuó con el clásico «Pictures of home» demostrando tempranamente, todo el virtuosismo instrumental tan habitual en sus composiciones. Su tercer tema «No need to shout», sonó lleno de energía, en una banda cuyos integrantes sobre en promedio los 65 años. «Into the fire» logró arranques de genialidad en las voz de Gillan, un cantante icónico quien demostró carisma y oficio, logrando parar los pelos con su interpretación. «Uncommon man», un corte con aires más progresivos, fue presentado como un homenaje al «querido John Lord«, con una sentida introducción de guitarra por parte de Simon McBride, la más reciente incorporación en la banda, quien pudo desplegar toda su técnica en las seis cuerdas, y pudo ponerse en los botines de sus grandes antecesores.

El espectáculo prosiguió con una breve introducción, que dio pie a una gran entrada de teclado por parte del legendario Don Airey, quien a ratos emuló al gran Keith Emerson, en otro momento progresivo e instrumental, y que incluso dio el momento para brindar con una copa de vino con el público. Esa fue la invitación a la fiesta de «Lazy», otra gran esperada, con una soberbia interpretación de la banda, incluido solo de armónica de Gillan.

Le siguió «When a blind mind cries», en uno de los momentos más emotivos de su presentación, con una balada que llevó al público a encender sus luces. Le siguió la rockera «Anya», para luego integrar un nuevo solo de teclado, que esta vez incluyo un breve guiño a «Mr. Crowley», de Ozzy Osbourne, quien se podía apreciar como una figura sobre uno de los parlantes. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando fue momento para homenajear a Violeta Parra con «Gracias a la vida», e incluso tocar el himno nacional de Chile. Le siguió con gran fuerza la poderosa «Perfectstrangers», para continuar energizando a la audiencia con un gran clásico como «Space truckin’», pero como si no fuera suficiente, vino sin pausas la eterna «Smoke on the water». Luego de una breve salida, salieron para tocar «Hush», que contó con extenso duelo instrumental entre guitarra y teclado. Un solo de bajo fue la entrada para «Black night», que significó la partida definitiva de la banda, con un «Take it easy, bye bye» y cerrando un show glorioso.

Scorpions

A las 8:25 fue el turno de otros íconos, como son Scorpions, con «Gas in the tank» con gran puesta en escena. Ya su segundo tema, la bandera alemana fue parte del telón de fondo, mientras el acercamiento era más directo al Hard Rock / Heavy Metal. Así, luego de una cálida primera intervención de Klaus Meine con el público chileno, vino uno de los primeros clásicos, «The zoo», que sonó machacante, mientras el escenario se volvía rojo y las pantallas proyectaban una sensual ciudad en llamas.

El espectáculo prosiguió con el clásico instrumental de 1979, «Coast to coast», donde Rudolf Schenker tomó un rol protagónico, aunque la potencia de Mikky Dee tras la batería añadió un nuevo peso a la interpretación. Le siguió la más reciente «Seventh sun», un midtempo que sonó intenso e hipnótico. La revisión de su último disco continuó con «Peacemaker», una canción presentada como la «eterna lucha entre el bien y el mal». Pero además, fue momento para su etapa ochentera, con la rockera «Bad boys, running wild», de «Love at first sting» (1984).

Vino a continuación «Delicate dance» otro instrumental, esta vez centrado en la guitarra de Matthias Jabs, para dar paso a la emotiva «Send me angel», donde nuevamente las luces se encendieron en todo el estadio, generando una bella complicidad con la banda, pero no fue suficiente, ya que de inmediato le precedió «Wind of change», una de las más queridas por la audiencia, y dedicada especialmente al pueblo ucraniano, la que fue entonada con fuerza por la multitud, en un verdadero karaoke masivo.

La placidez fue rápidamente desplazada por el grito de «Are you ready to rock?» que dio pie a «Tease me, please me», para luego volver a su producción más reciente con «Rock believer», una canción que le da título al álbum del 2022, la que fue seguida por un breve instrumental de la sección rítmica, y un abrumador solo de batería del excepcional Mikky Dee, una verdadera leyenda tras las baquetas, quien fue el ganador del «Jack pot» de la noche.

La intensidad no aminoró con la fuerza de otro himno como «Blackout», uno de los grandes clásicos de la banda, y de los discos de Heavy metal más importantes de la historia, y que fue seguida por la más rockera «Big city nights». La salida respectiva, dio pies a un regreso esperado, con «Still loving you», calentando una ya fría noche para luego encender todo en llamas con «Rock you like a hurricane», cerrando de forma monumental una muy buena presentación.

KISS

El final no podía ser de otra forma, con una fiesta cortesía de KISS, número final de lo que fue este mastodóntico cartel, y que promete ser su despedida de los escenarios (por lo menos en Chile). Un poco antes de la hora esperada salieron a escena con su despliegue escénico total. Justamente, ante el lema de «the hottest band in the world«, las llamas acompañaron el gran inicio con «Detroit rock city», y luego sin dar tregua sonó «Shout it out loud», echándose al bolsillo a cualquier que estuviera presente.

La primera interacción con su público fue hilarante, ante la pequeña confusión en la pronunciación de Santiago por San Diego, pero Paul Stanley demostró su trayectoria y carisma, hablando en español y dando vuelta una situación que en otras manos se habría salido de control. Luego vendrían constantes encuentros con el público, entre ellos, una batalla de gritos, que de inmediato se ganó a todos los presentes.

El show prosiguió con más clásicos, como «Deuce», que sonó con poder e intensidad. Pero lo de KISS en vivo es mostrar la posibilidad del espectáculo absoluto de Rock, con pirotecnias, juegos de la banda con su público y muchas, MUCHAS llamas. Así el set siguió a cargo de la voz de Gene Simmons, con la pesada «War machine», para volver al Rock and Roll con la ochentera «Heaven’s on fire».

«I love it loud» también sonó con fuerza, gracias a su clásico coro de «hey yeah«, de «Sonic Boom» (2009) sonó «Say yeah» (con previas bromas sobre el humo en el escenario). Volviendo al primer disco, arrasó «Cold gin», la que dio pie a un solo de guitarra de Tommy Thayer. A las palabras de cortesía «Santiago siempre ha sido especial, increíble«, vino otro clásico ochentero con «Lick it up» donde hubo un guiño a «Won’t get fooled again» de The Who. Una nueva revisión a su catálogo más antiguo vino con «Making love», y siguiendo con la temática, sonó «Calling Dr. love». Obviamente, también hubo espacio para los respectivos solos de batería del preciso Eric Singer. Pero como era de esperarse, lo mejor estaba por venir: «Love gun» llevará a Paul en su tirolesa directo al escenario B, donde se despachó la fiestera «I was made for lovin’ you».

La salida de la banda será con «Black Diamond», pero el regreso será emotivo con la hermosa «Beth» con Eric al piano. El cierre definitivo serán dos bombazos: «Do you love me» y la que no podía faltar, «Rock and roll all nite», sellando el pacto musical de KISS con su audiencia, la que no se retiraba a pesar de las altas horas de la noche. Con sendas presentaciones, Masters of Rock demostró ser el regreso a los grandes festivales del género, lleno de grandes nombres, verdaderas leyendas del mismo círculo, pero mostrando un sonido que no enejece, sino que suma a nuevos oyentes. Es uno de los postales más recurrentes de la jornada: familias completas unidas por amor a las guitarras estridentes, a ese viejo Rock and Roll que se niega a morir, y que tuvo una tarde y noche perfecta como no se veía hace tiempo.

Revisa la galería fotográfica completa del evento aquí.


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