
Texto por Lucas Araya
Fotografías por Joselyn Heyden
La máquina de hacer música hermosa y potente conformada por Jorge Campos, Cuti Aste, Pedro Villagra, Edita Rojas e Ismael Oddó dio un emotivo concierto en el Centro de Arte Alameda a sala llena para hacer un recorrido sonoro por la historia reciente del país, visitando pasajes brillantes de la música popular chilena y uniendo un relato conformado por una constelación de nombre fundamentales para mantener vivo el recuerdo, la sangre y el amor. Una sesión que fue también un abrazo entre el público, sus integrantes y una serie de invitad@s de lujo.

Septiembre llega con el recuerdo en blanco y negro de las grandes alamedas llenas de gente un viernes 4 de septiembre, celebrando libres y felices, con la esperanza en los puños. También trae el frío de las alas de metal sobrevolando La Moneda y el sabor amargo y triste de las balas rebotando sin misericordia para dar inicio al período de mayor oscuridad y terror de nuestra tierra y que, ojalá, NUNCA MÁS se repita.
En un momento de incertidumbre y amenazas de olvido, La Banda de la Memoria aparece como un bálsamo para los corazones y una caricia necesaria para combatir la amnesia latente. Su mejor arma de combate es la música y sus batallas son dulces momentos donde el puñado de canciones seleccionadas toman una nueva forma para relatar nuestra historia y volver a mirar con otros ojos lo que está detrás para remecer el presente y pensar en un futuro posible.

Con el talento inconmensurable de cada participante de la banda en pleno, el repertorio de la noche del 3 de septiembre conforman un mapa histórico y sónico donde canciones emblemáticas e inolvidables de Víctor Jara, Patricio Manns o Luis Advis, dialogan y marchan junto a los manantiales musicales de Inti-Illimani y Santiago del Nuevo Extremo para acoplarse a piezas rupturistas de Congreso, Los Prisioneros, Electrodomésticos, Fulano o Los Tres para unir décadas, momentos, generaciones y voces.

Una narración en formato de armonías e instrumentos que bailan al ritmo pesado de la historia latente y lucha contra el borrador feroz y la tachadura inminente sobre las cabezas. Así, temas esenciales como “A mi ciudad”, “Arriba en la cordillera” y “Pájaros de fuego”, danzan y saltan en el tiempo y el espacio hilando una arpillera imaginaria llena de colores y sonoridades conformando una secuencia de imágenes que cobran sentido en las interpretaciones y las gargantas y palmas que se unen. Una extensión del sentimiento, una amalgama humana llena de sentimiento y pasión, arriba y abajo, delante y detrás del escenario.

La penumbra revolotea mientras la luz apasionada de “Viaje por la ilusión” abre la ventana para los saltos y destellos de “Adolfo, Benito, Augusto, Toribio” para terminar en una explosión de acoples y ecos resonantes finalizando el primer tramo del viaje con una aplauso gigante para Guillermo “Willie” Valenzuela y su multiforme trabajo en la batería.

La siguiente estación nos recibe con pasajes de la Cantata de Santa María con Edita Rojas en los parches y platos y la voz vibrante de Colombina Parra. La Banda de la Memoria como un tren hacia los desiertos de amor, luchando con la indiferencia y la olvidanza, acelerando su ritmo y fuerza para llegar a las cumbres populares y regalarnos tremendas versiones de “En todas las esquinas” y “El baile de los que sobran”, esperando no salir jamás de este estado de unión, felicidad y éxtasis en el aire.
Aplauso de pie.
Para el final, el regalo más grande: Carlos Cabezas se una para interpretar “El frío misterio” en un dueto infalible junto a Colombina mientras que Cuti, Jorge, Edita, Pedro e Ismael flotan, se sumergen y vuelve a elevarse entre mares, valles y cordilleras y removerlo todo con la memoria al frente como tesoro y emblema.

Emoción a mil en todos los rincones, en las escaleras y en los escritorios también.
Septiembre comienza. Viene la evocación sin colores, el miedo de un martes sombrío y tenebroso. El refugio es la lucha, la batalla de La Banda de la Memoria avanza con brío, con impulso, con su gente marchando, abriendo caminos, combatiendo el olvido, enfrentando la tiranía y las sonrisas falsas. La música como cañón, el amor como municiones. Un abrazo y salir a las calles. La Alameda espera en silencio. Se abren las vías en tiempo presente. No olvidar, jamás.
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