Texto por: Lucas Araya

Fotografías: Spider Prod

La música Progresiva tuvo una extensa celebración de su sonido y estética en una jornada marcada por presentaciones que viajaron entre vuelos épicos, ambientes emotivos y explosiones de energía y volumen. Esta es la visión y experiencia de un pseudo ignorante de los datos duros y los detalles más escondidos del género. Una opinión sincera y cerca del abismo, siempre. Después de todo, lo primero que me dijo alguien al entrar fue “no sabía que te gustaba el Metal Progresivo”. Pues, veremos.

Octopus

En formato dúo, Octopus se encargó de abrir la jornada a base de ambientes sonoros y precisión matemática de la mano de certeros riffs de Koke Benavides y demoledoras baterías marchantes de Cristóbal Orozco. Un despliegue notable, metálico, sutil e inspirado.  El cierre del set con «Octo», fue un ejemplo claro de la versatilidad de su repertorio y un resumen perfecto del sólido sonido de la banda metamorfoseada en dupla.

Orphaned Land

Con versos de Violeta Parra en el aire, la banda israelí presentó sus relatos épicos a través de juegos de voces y despliegue instrumental construyendo una fortaleza de metal que se fue desarmando un poco debido a algunas imprecisiones vocales y un sonido algo bajo. La formación actual de la banda suple el bajo con pistas, algo que podría ser una tónica en el estilo Prog actual, pero que no deja de llamar la atención a un ser de vieja escuela. Hacia el cierre, el llamado al público para unirse a coros tuvo relativo éxito, diseminándose en un juego de luces y estallidos musicales. Quizás, lo más flojo de la extensa jornada.

Gong

El esperado (postergado y reagendado) debut de la clásica banda anglo-francesa llegó a punto de juegos de voces multitonales y guitarras inventivas que giraban sobre sonidos de diversos colores dando paso a la liberación de un saxo hipnótico que fueron tejiendo una alfombra mágica sobre la cual todos volamos de inicio a fin. Gong trajo el peso de la historia y la fuerza de una leyenda hecha música. Llamó la atención que los propios músicos con años de circo y giras armaran sus amplis y efectos antes del set, todo con una humildad notable, sobre todo si pensamos que ofrecieron un set impresionante tras haber sorteado problemas de sonido iniciales con maestría y solidez instrumental y espiritual. Una energética presentación entre luces flotantes y psicodelia sónica que dejó la vara muy alta.

MONO

Avanzando como un maremoto eléctrico, la banda japonesa dibujó paisajes sonoros llenos de sutileza y belleza mezcladas con descargas potentes de estridencia y cuerdas de fuego sobre montañas sónicas apiladas como capas cómicas de estrellas fugaces en vuelos circulares, girando en su eje basándose en arpegios sutiles, cadencias flotantes y el peso de cuatro almas en forma de truenos y relámpagos sonoros.

Dentro de la paleta de colores brillantes y luces oscuras del grupo «Riptide», «Ashes in the snow» e «Innocence» fueron levantando una muralla psicodélica y envolvente que estallaría como rayos en la oscuridad de principio a fin. A pesar de problemas técnicos en medio del set, MONO supo volver a elevarse y desplegar un manto para la fase final de un vuelo hermoso, hipnotizando y encantando a las almas presentes para fundirse en un aplauso lleno de amor y aprecio frente a la fuerza de la naturaleza que pasó por Santiago: un volcán en erupción resonante que explotó como flores de ciruelos. Réquiem de una tarde-noche de otoño.

VOLA

La potencia y la precisión en balance perfecto con la melodía y una ejecución exacta fueron la tónica durante la sólida presentación de VOLA. Un reencuentro con su público local en una sesión llena de alto volumen, estridencia musical y una impresionante entrega para sellar todo con un coro masivo, dando forma a una bola de fuego humano y el sonido demoledor fundido en piel, sudor y voces en vuelo.

Los pilares luminosos como telón de fondo y la entrega apasionada del cuarteto se fusionaron a medida que el peso de la ejecución se mezclaba con detalles delicados y explosiones en el cielo dentro del Caupolicán. Un viaje espacial desde «Alien shivers» y notables interpretaciones de «Starburn» e «Inside your fur» para aterrizar en un cierre perfecto con «Straight lines». Una forma precisa de dejar la senda abierta para el número final.

Riverside

El número estelar del CL. Prog desplegó toda su destreza para celebrar un reencuentro con el público local en un ritual cargado de sonidos densos y multiformes generados por imaginativos teclados, una versátil bata y la forma particular de guitarrear de Maciej Meller, dando el espacio preciso para que Mariusz Duda maneje los tiempos con su timbre vocal y líneas de bajo que bailan sobre las llamas sonoras que el cuarteto polaco forma sobre el escenario con una complicidad impecable.

Con una carrera en constante flujo por más de 20 años, el río multiforme corre sin fin y su pasó por Santiago hizo florecer la maleza de la inmensa minoría que se esparció por el clásico Teatro de San Diego, en una cita más del universo progresivo en una familia disfuncionalmente entregada a la rama más ecléctica del Rock, donde los dinosaurios son cuentos del futuro y donde los tiempos y cortes intrincados son luces de cada día. Muchas horas de Rock Progresivo, Metal delicado e historias de cosmos caóticos y tierras imaginarias flotando sobre sonidos alambicados y naturales, todo en una sola jornada. 

*Punto regresivo: la ausencia femenina sobre el escenario da cuenta de lo sectario que puede ser el género y demuestra que es un nicho reservado. Hablando del festival, solo falta mejorar algunos aspectos técnicos y de ensambles de escenarios y shows (con pruebas de sonido frente al público) para dar una imagen progresiva y totalmente profesional. Sin embargo, no pasa nada. Somos seres humanos y esos detalles son parte del relato más real que mágico, que nuestra vida.


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