Texto por  Lucas Araya

Fotografías por Michel Hernández

En una sesión llena de amor, colores, familia y musicalidad al mil, Cancamusa presentó Dopamina en vivo en la Blondie con un ambiente lleno de afecto onírico, una experiencia iniciática y la confirmación de una carrera en ascenso.

Un segundo a oscuras. Una voz ilumina la pantalla y guía el camina de lo que vendrá. Una figura violeta intensa emerge desde las sombras cálidas, sube al escenario y los círculos multicolores giran liberando dopamina. Es Cancamusa subiendo para celebrar un momento único. 

El viaje inicia con cariño en el aire tibio y el sudor de la espera. Naty en las alturas, liderando el vuelo desde su batería en “Trenes” mientras su voz aparece como un sueño en tránsito de tonos psicodelicamente pop frente a manos que flotan entre guitarras voladoras claras electrificando el subterráneo de la urbe bajo la lluvia.

Caen “Planetas viejos” y “Sin miedo a la profundidad” con todo el peso de la melodía y la herencia de la canción popular. Acá hay amistad, fraternidad, afecto y amor por la música. Cancamusa lo sabe y sus amigos se lo hacen saber. En “Antes de que se apague el sol” Francis y Gonzalo comparten sonidos y vibraciones con tanta naturalidad que conmueve, reafirmando el lazo entre Los Bunkers y su baterista, amiga y cómplice de aventuras.

El valle musical brilla desde lo alto y baja para reposar las almas con arpegios y las melodías vocales delicadas y apasionadas de Cancamusa al frente de sus músicos y amigos. Todo sobre tonos bermejos y morados que se abren y hacen reverencia cuando Juanita Parra se une a la cumbre de las melodías de ensueño para hacernos flotar con “Por última vez”. La poderosa vida de la música está aquí y nos abraza. Parece alucinación, pero es el abrazo de dos potencias que inspiran y son referente, especialmente para todas las niñas (pequeñas con sus madres) que llegaron hoy a vivir está noche trascendental.

El río musical sigue fluyendo mientras la silueta y la cabellera de Cancamusa bailan entre el humo y el arcoíris terracota de “En medio del desierto” nos baña. Casi sin respiro, Gepe es parte de la fiesta y las esferas sonoras giran y giran mientras nuestros pies y cuerpos se mueven al ritmo de “Dopamina”. Somos parte de la celebración de una vida mágica, ay, sí, tocando y tocando sin parar.

Antes de despertar de esta ensoñación placentera, viene una descarga rítmica y llena de groove para aterrizar de-a-poquito y con suavidad, completando el sentido de “Una no he que nunca termina” y vivir un amanecer nocturno purpúreo, verde, amarillo y rojo fuerte, colores de un cielo sub terra que se expande y cierra el periplo con “Check” y “Sí te viera”. Una invitación a seguir sintiendo el disfrute mientras esperamos en tránsito la próxima estación del vuelo de Cancamusa, hada mágica del sur del mundo para el cosmos pop. La dopamina en su punto más alto, feliz y placentero. 

La satisfacción de cumplir un sueño se siente en un abrazo caluroso sobre el escenario y se extiende hasta el último rincón.

Afuera llueve, la hermosura vibra.

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