
Texto por: Catherine Guichard
Fotografías por: Hugo Hinojosa
La tarde ya había caído sobre Santiago cuando las puertas del Teatro Coliseo se abrieron como si fuesen los portones de una fortaleza antigua. Afuera, el público aguardaba con expectación; adentro, el eco metálico de los preparativos anunciaba que algo poderoso estaba por desatarse. Eran los suecos de Hammerfall, retornando una vez más a un país que ya los siente casi familiares, en el marco de su gira “Freedom World Crusade South America”. No era solo otro concierto, era un recordatorio de por qué su legado sigue firme cuando tantas bandas se desvanecen con los años.

La fuerza del martillo
La velada comenzó con “Avenge the Fallen”, pieza que comparte nombre con su último trabajo. Bastaron los primeros compases para que la energía se propagara como una chispa sobre pólvora. El público respondió al instante, levantando brazos, gritando, dejando que el ritmo marcara el pulso de la noche. Hammerfall no necesita preámbulos, porque apenas pisan el escenario, la historia se escribe sola.
Sobre él se despliegan los cinco guerreros que han dado forma al mito. Joacim Cans, dueño de una voz que el tiempo no ha desgastado, sostiene el centro de la escena con naturalidad. A su lado, las guitarras de Oscar Dronjak y Pontus Norgren forjan muros sonoros donde cada riff cae como un relámpago. Fredrik Larsson, firme en el bajo, y David Wallin en la batería completan el engranaje que sostiene el martillo con el que han marcado una era en el power metal.
El viaje continúa con “Heeding the Call”, aquella pieza que en 1998 abrió su segundo disco, “Legacy of Kings”, y que aún resuena con la ferocidad de su época. El público la canta completa, como si el tiempo no hubiera pasado. De inmediato llega “Any Means Necessary”, y el coro se transforma en un solo organismo. Joacim sonríe, agradece, bromea; su carisma rompe cualquier distancia entre escenario y platea.

Un escenario iluminado por la lealtad
La energía asciende con “Renegade”, himno eterno que encuentra eco instantáneo en todos los rincones del recinto. Más tarde, un desperfecto en la iluminación deja el escenario envuelto en sombras. La banda sigue tocando como si nada pudiera interrumpir la marcha del metal. Entonces ocurre un gesto espontáneo: cientos de luces de celulares se alzan, transformando al Teatro Coliseo en un firmamento improvisado. Esa claridad humana guía a los músicos, que continúan la canción entre sonrisas sinceras. Es un acto pequeño, pero deja una marca imborrable en la memoria colectiva de la noche.
Cans prepara al público para el inevitable momento de “Let the Hammer Fall”, ordenando con precisión casi ceremonial el instante en que todos deben pronunciar el “Fall” que estremece el recinto. Más adelante, las luces bajan y la atmósfera cambia por completo: es el turno de “Glory to the Brave”, la joya de 1997 que dio nombre a su primer álbum. La melodía lenta, la letra cargada de nostalgia y la interpretación impecable de Joacim, quien sostiene una bandera chilena en su micrófono, provocan uno de los momentos más emotivos de la noche.

Un cierre que enciende los corazones
Luego de un breve receso, regresan para un final inevitable: “Hearts on Fire”. No hay corazón metalero que no haya vibrado con ese himno alguna vez. La canción se despliega como una llamarada, elevando al público en un último estallido. Cuando el tema termina, los miembros de la banda se alinean y hacen una reverencia conjunta, gesto que habla de respeto y disciplina. Mientras abandonan el escenario, suena una grabación de “Dreams Come True”, que el público canta con una devoción conmovedora.
En la despedida, los gritos se multiplican. El nombre de Joacim retumba; el de Oscar también, líder silencioso y arquitecto de los himnos que han marcado a generaciones. Su figura imponente no oculta la calidez de su sonrisa, esa que confirma la conexión genuina con los fans.

Y así se apaga la noche: con el martillo aún en alto, con el trueno aun vibrando en el pecho de cada asistente. HammerFall ofrece la promesa de que, mientras haya alguien que levante un puño al cielo, el metal seguirá vivo, como un recuerdo, como un fuego que jamás se extingue.
Setlist:
01. Avenge the Fallen
02. Heeding the Call
03. Any Means Necessary
04. Hammer of Dawn
05. Freedom
06. Renegade
07. Hammer High
08. Last Man Standing
09. Fury of the Wild
10. Chapter V: The Medley
11. Let the Hammer Fall
12. Glory to the Brave
13. The End Justifies
14. (We Make) Sweden Rock
-Encore-
15. Hail to the King
16. Hearts on Fire




















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