
Texto por Franco Zurita
Fotografias por Andie Borie (DG Medios)
El pasado 11 y 12 de noviembre, el Estadio Nacional, el mismo recinto que ha albergado a grandes estrellas del rock y el pop mundial, fue testigo de la ascensión de una reina absoluta con la presentación de Dua Lipa, quien regresó a nuestro país para reclamar su indiscutido trono y hacernos navegar durante dos noche, por toda la magia y seducción de su “Radical Optimism Tour”.
Desde temprano, los primeros fanáticos fueron tomando lugar de cada uno de los rincones del recinto y con la multitud apostada a lo largo y ancho del estadio, la previa de la gran noche estuvo a cargo del Princesa Alba alias “Alba Giselle Reyes”, quien siempre cercana y dispuesta a darlo todo, destacó con una coreografica puesta en escena, desplegando un repertorio que incluyó sus clásicos “Summer Love” y “Convéncete”, encendiendo el ambiente entre bailes y una tierna dosis de pop urbano. Tras una excelente presentación por parte de la cantante, con la noche sobre nuestras cabezas y la emoción por sobre el cielo, la imagen proyectada de un océano furioso auguraba el inicio a una nueva temporada de entrenamiento.

Con el éxtasis a tope, los gritos desbordaron la calma y mientras una esplendorosa silueta se tomaba el centro del escenario, los primeros acordes de “Training Season” transformaron el escenario en una pasarela para revelar la imágen de la gran Dua Lipa quien con glamour y una presencia arrolladora, se apoderó por completo de todo el lugar. Con una elegancia única y una voz implacable, logró encantar a cada uno de los fanáticos desbordando carisma y actitud, hipnotizando a todo un país.
El show fue un espectáculo de primera. Un mosaico de canciones que forman parte del ADN colectivo, mezclados con joyas de toda su trayectoria. Una performance acompañada de un entramado de luces que reforzaban el magnetismo de la cantante que junto a pantallas gigantes que nos hechizaron ante la increíble y colosal belleza de Dua Lipa. Coreografías precisas y vestuarios que pasaron de lo futurista, con prendas brillantes hasta el glamour más elegante, demostraron que la producción de un show de esta envergadura no es algo meramente técnico sino que eran co-protagonistas de este espectáculo transformándolo en algo de proporciones icónicas.

Desde el éxtasis colectivo de “New Rules”, la entrega total en “Break My Heart” hasta la intimidad de “These Walls”, cada canción interpretada, logró subir la intensidad en el recinto entre el fuego, la pirotecnia y la parafernalia quienes formaron parte habitual de cada una de las piezas que encendieron el ambiente. Un show que tuvo de todo: desde el español de Dua, las interacciones y fotos con su público en medio del show, la cantante demostró que por más diosa que sea, su carisma, simpatía y sobre todo humildad son características irrenunciables lo que a todas luces, genera complicidad, cercanía y una completa locura por la cantante.
Tras cantar y bailar durante dos horas, eramos miles los que comenzamos a dispersarnos sin dimensionar lo vivido, pero con la certeza de haber sido testigos de algo gigante. Una estrella de nivel mundial, una diva en posesión que dominó sin mucho esfuerzo a un público rendido a sus pies jurando lealtad absoluta. Una noche épica en donde Santiago fue el epicentro de una pista de baile y seducción y en donde la reina brilló, y Chile la coronó.





















0 Comments