
Texto por Franco Zurita
Fotografías por Claudio Escalona
La noche de ayer, el Teatro Coliseo se transformó en el escenario de una esperada revancha. Tras la cancelación o reprogramación de su concierto del año 2023, la ansiedad, acumulada en el aire como una tormenta eléctrica, estaba lista para desatar la tempestad con la llegada de Thundercat. Y vaya que valió la pena la espera. El virtuoso bajista no solo saldó su deuda, sino que nos sumergió en un universo sonoro donde cada nota era un rayo de luz que terminó por iluminar con múltiples colores el corazón de todos los fanáticos.
El show arrancó con nuevas melodías. Un preludio atronador que nos introdujo en lo que sería una noche inolvidable. «Candlelight» iluminó el escenario con una atmósfera íntima antes de que los primeros acordes de «How Sway» hicieran vibrar el coliseo santiaguino. Desde aquel instante, Thundercat tomó las riendas de la noche, conduciéndonos a través de un ecléctico repertorio con la expertiz de un maestro cósmico de ceremonias. No hubo respiro, solo un flujo constante de ritmos que nos llevaron de la mano por senderos conocidos y otros aún por explorar.

Una marea de fanáticos devotos, se entregaron sin reservas a cada onda expansiva de su bajo. Seis cuerdas que abanderaron clásicos y encendieron la euforia como «Them Changes» o «Dragonball Durag» quien surfeó una ola de baile y alegría, demostrando que, para Thundercat, cada interpretación es una oportunidad para conectar consigo y con sus fanáticos en un nivel mucho más profundo. La velada también nos ofreció un vistazo hacia el futuro del músico, con gemas de su próximo álbum. «Add Through the Roof», «Walking on the Moon» y «Children of the Baked Potato» se integraron con una fluidez asombrosa en el setlist, revelando nuevas facetas y nuevos sonidos de este genio encantado.
Sin embargo, en medio de la tormenta sónica de funk y free jazz, hubo un instante conmovedor durante la interpretación de «I Love Louis Cole». Con la voz entrecortada, el músico hizo una pausa para rendir un sincero homenaje a Austin Peralta y Mac Miller, dos almas afines, hermanos de vida y de la música quienes partieron demasiado pronto. Un momento de vulnerabilidad palpable y un recordatorio que, incluso, maestros como Thundercat se pierden entre la emoción y la sensibilidad. Y para cerrar ese círculo de afecto, honró a Louis Cole, el genio embotellado detrás de la canción, con una reverencia que resonó en cada uno de los corazones presentes.

«Funny Things» fue otro de los clásicos habituales de su repertorio y con un cambio fugaz dentro de su set, despidió la noche con «Oh Shiet It’s X» en medio de estruendosos aplausos y ovaciones.
Dos horas de viaje, de catarsis y de celebración. Una demostración de que la música, en manos de un verdadero maestro, puede ser un puente hacia lo más profundo de nuestras emociones. La espera, sin duda, valió cada segundo, y la revancha se sintió como una victoria para cada uno de los asistentes.
¡Grande Thundercat!
Puedes revisar nuestra galería fotográfica AQUÍ





















0 Comments