Texto por: Lucas Araya

Fotografías: Andie Borie

Una cordillera musical se formó en la Sala Metrónomo este viernes 25 de octubre en una sesión que forma parte del huerto que ambas bandas han sabido cuidar y cosechar durante años. Una noche de celebración y de nuevos sonidos frente a un público entusiasta y muy afectuoso. 

La Ciencia Simple

La banda aparece tal como si fuésemos parte de un aterrizaje suave entre nubes tiernas entre luces, colores y humo. Una invitación a ser parte de las ecuaciones melódicas que se mueven sigilosamente mientras «Ecos» y «Pájaros negros» avanzan como olas que aumentan en volumen, extensión y potencia.

Las canciones de La Ciencia Simple se transforman en  masas etéreas, llenas de fuerza y sutileza que van  rotando como dragones multiformes, con breves pero significativos cambios de formación para dar forma a un vuelo con los pies sobre el cemento, el cual es cielo y lava por cantidades iguales. El cierre con «Nostalgia» es una delicia final. Un despertar momentáneo y placentero. 

Fin del Mundo

El ruido que reverbera como un eco fresco y se transforma en melodía invita al inicio de la germinación entre el cemento y los parlantes. Las canciones de la cofradía trasandina van a pareciendo como flores púrpuras, rojas y blancas frente al  manantial de gente. Así «Hacia los bosques» y «Las flores» abren las ventanas hacia el cosmos sin abismos.

Arbustos de sonidos nítidos invitan a mover el cuerpo y la distorsión liberadora nos empujan a saltar entre el ruido hecho hermosura. El volumen flota  enredándose como musgo entre los rayos que inundan el espacio y los jardines de la discografía de Fin del Mundo va creciendo y abrazando el aire con cuatro voces al unísono, un manto cristalino entre sonidos estridentes y una base rítmica que se mueve como ramilletes enormes donde que resuenan y estallan regalándonos pétalos sónicos que llegan a la raíz más profunda.

Esta es la primera vez que este bosque se levanta en vivo, es la presentación oficial de su nuevo álbum «Hicimos crecer un bosque», pero todo suena tan ajustado que se podría pensar que su música es un campo florido que viene creciendo desde hace años (tal como la banda ha evolucionado y llegado a nuestros sentidos). Es por eso que «Una temporada en el invierno», «Cuando todo termine» y «Refugio» nos acarician desde un tiempo sin forma ni espacio porque pareciera que han estado entre el viento y los parlantes desde siempre.

Aquí hay jardineras y jardineros amaneciendo junto a las rosas con capullos en delay en una noche de calor mientras el bajo y la batería marcan el camino para que las guitarras se eleven como enredaderas por los muros sonoros con dulzura por lo áspero. Árboles en llamas en la jungla de concreto. Las Fin del mundo son capaces de todo y mucho más. Que no paren de crecer y hacer florecer su universo musical.

Gracias por existir. Final que continúa.


Zumbido.cl

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