
Texto por Vanessa Pérez
Nano Stern presentó su último álbum, “Refugio”, en el Teatro Nescafé de las Artes la noche del 14 de noviembre. Con músicos excepcionales y versos cargados de sensibilidad, como es propio de él, la velada se convirtió en un honesto despliegue de emociones.
La presentación comenzó con un solo de percusión de Rodrigo Recabarren. Uno a uno fueron sumándose los músicos: Sebastián Almarza en el piano, demostrando su destreza apenas sentó las manos en el instrumento; luego Federico Faure en el contrabajo; y finalmente Nano Stern, recibido por una ovación cálida y generosa. Detrás de ellos, la palabra “Refugio” iluminaba el escenario como una invitación.
Al ritmo de “Las Últimas Flores”, un inicio potente y melancólico que anticipaba la fuerza de esta nueva obra, siguieron “Preludio” y “Refugio”, canción que da nombre al disco. Entre tintes de jazz y folklore, y letras que viajan de la nostalgia a la esperanza, la noche comenzó a sentirse precisamente como eso: un cobijo, un refugio.

Fiel a su estilo cercano, Nano Stern levantó una copa de vino para brindar con su público, oficializando la celebración. Contó detalles de la grabación del disco, realizada en los estudios EastSide Sound de Manhattan, Nueva York: una producción atravesada por el desarraigo, creada en pocos días, como un intento de sanar experiencias y capturar el instante de estar lejos, pero inspirado.
Las canciones “Desorden” y “El tiempo nos dirá”, que en el álbum cuentan con la voz de Claudia Acuña, fueron interpretadas esa noche por la talentosa y sensible María Segú, vocalista de María y los Templos, quien además había sido la telonera del concierto.
Entre historias de desarraigo, desamor y amistad, temas como “El Limón” y “La Rueda de la Fortuna” cerraron la presentación de Refugio con interpretaciones intensas y colmadas de emoción.
Luego, con humor, Nano Stern recordó que cuando abrió un concierto de Silvio Rodríguez sintió que aburría al público tocando tantas canciones nuevas, así que prometió que el resto del setlist estaría compuesto por clásicos que los presentes conocían y disfrutarían.
Así llegaron canciones como “Casualidad”, donde invitó a Miguel León para interpretar los vientos, y “Vapor”, en la que se sumó Cristian Carvacho, habitual percusionista de Nano Stern, luciéndose esta vez con los caxixi.

Con el sonido sensible y virtuoso que lo caracteriza, Nano Stern y su banda cerraron la celebración con “Mil 500 vueltas” y “Festejo de color”, mientras el escenario se bañaba en luces multicolores y el público coreaba emocionado.
Pero la noche aún tenía un último gesto: un bis íntimo donde Nano Stern, solo con su guitarra, preguntó al público qué querían escuchar. Entre las peticiones, resonó con fuerza “Carnavalito del Ciempiés”, que el cantautor confesó no haber tocado en mucho tiempo, y que regaló al público con una energía luminosa.
“La vida es un gran regalo” se convirtió en un canto colectivo, y la banda regresó al escenario para despedirse con “Aún creo en la belleza”, un final catártico y necesario.
Nano Stern hizo palpable la invitación a su pequeño refugio: un espacio que, aunque nació desde la sensación de desarraigo, hoy florece en música, poesía y cariño.
Setlist:
- Las últimas flores
- Preludio
- Refugio
- Desorden
- El tiempo nos dirá
- El limón
- Preludio II
- La rueda de la fortuna
- Azul
- Nube
- Luchin
- Casualidad
- Vapor
- Tejequeteteje
- Inventemos un país
- Mil 500 vueltas
- Festejo de color
- Carnavalito del ciempiés
- La vida es un gran regalo
- Aún creo en la belleza





















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