Texto por: Víctor Contreras:
Fotografías: Cristián Doppler

La noche prometía desde el momento en que las puertas del emblemático recinto de Estación Central, Club Blondie, se abrieron para dar paso a un show que estaría marcado por el Punk Rock y que fue concebido apto para todo público. Los y las asistentes que ya estaban realizando la fila, muchos de ellos luciendo orgullosamente sus camisetas de los Ramones con el icónico logo, símbolo que a lo largo del tiempo se ha convertido en un ícono cultural reconocido en todo el mundo, representando rebeldía, actitud y, en muchas ocasiones, el amor apasionado por la música, fue el paisaje perfecto para crear una atmósfera cargada de emoción y anticipación entre los fanáticos.  

Antes de la actuación principal, los teloneros locales, RadioBurdel, tomaron el escenario puntualmente a las 19:03. Los músicos nacionales presentaron su EP «Incuria», destacándose su sencillo «Calles». Su energía y pasión por el Punk Melódico resonaron en la sala, preparando el terreno para lo que estaba por venir. Luego, fue el turno de Durango. Esta banda, con un enfoque más crudo y directo del Punk, llevó la experiencia a un nuevo nivel. El público se sumergió en los primeros moshing de la noche mientras Durango aprovechaba la oportunidad para presentar su sencillo «Indolente».

El recinto se llenó de una intensidad palpable, creando un ambiente perfecto para lo que sería un espectáculo explosivo y lleno de energía Punk.   A eso de las 20:48, el legendario baterista Marc Bell, mejor conocido como Marky Ramone, hace su entrada al escenario. Su presencia serena y calmada contrasta con la efusividad del público que lo recibe con euforia. En ese momento, la multitud reconoce que tiene al frente al único sobreviviente de la legendaria banda Ramones, el mítico conjunto que llevó a las masas el sonido frenético y rebelde del Punk Rock.  

Es esencial mencionar que Marky Ramone asumió el rol de baterista en 1978, reemplazando a Tommy Ramone en la batería después de que Tommy dejara la banda para convertirse en su manager y productor. La entrada de Marky Ramone marcó un nuevo capítulo para Ramones, influyendo desde el principio en el sonido del álbum «Road to Ruin» de ese mismo año.   A lo largo de su trayectoria con los Ramones y ahora con Marky Ramone’s Blitzkrieg, su banda ha atraído a un público diverso de todas las edades y orígenes, lo cual se hizo notar esta noche al ver padres con sus hijos e hijas compartiendo la experiencia.                    

Marky Ramone no está solo en este viaje musical; viene acompañado de una banda soporte que desborda energía y pasión por los Ramones. El cantante, Pela, se presenta como un ferviente seguidor de los Ramones, con raíces vascas y una banda propia llamada Sumisión City Blues. A su lado, Marcelo Gallo en guitarra y Martín Sauan en bajo, quienes, con su enérgico desempeño, dan inicio al espectáculo con el demoledor clásico «Do You Wanna Dance», la reversión del afro estadounidense Bobby Freeman.  

Sin pausa ni tregua, el repertorio de los Ramones se despliega como un misil. Canciones como «Havana Affair», «Teenage Lobotomy», «Beat on the Brat», «I Don’t Care», «Sheena Is a Punk Rocker», «We’re a Happy Family», «Rockaway Beach» y «Let’s Dance» se suceden, recordando audazmente la relevancia atemporal de los Ramones en la escena musical. La intensidad de cada canción se encuentra a la par con la pasión del público, creando una sinergia única que eleva la experiencia a un nivel incomparable de euforia y conexión.  

En este frenesí musical, la banda soporte no es simplemente un telón de fondo; son arquitectos de la experiencia, construyendo un puente sonoro entre los Ramones y la audiencia.   Uno de los momentos culminantes de la noche llegó con la interpretación frenética de «Surfin’ Bird», una canción icónica de la banda estadounidense de Rock & Roll The Trashmen, lanzada en 1963. Esta canción ha trascendido el tiempo para convertirse en un clásico del Surf Rock, siendo popularizada en varias ocasiones, incluso en la serie animada de televisión Family Guy. La elección de «Surfin’ Bird» no solo rindió homenaje a las raíces del Rock & Roll, sino que también creó un ambiente festivo y divertido en el que incluso los asistentes de menor edad pudieron sumergirse. El escenario se convirtió en una ola de energía contagiosa, y la multitud, sin importar la edad, se dejó llevar por el ritmo frenético de la canción. Risas, sonrisas y movimientos enérgicos llenaron la sala, creando una atmósfera de pura alegría y camaradería.  

La noche continuó desplegando una serie de clásicos más melódicos de los Ramones, entre ellos «I Wanna Be Your Boyfriend», «She’s So Fashion», y «The KKK Took My Baby Away». Estas canciones, intrínsecamente Punkpero imbuidas de una melodía cautivadora, sirvieron como un recordatorio vívido de la versatilidad de la banda y su habilidad para combinar la energía cruda del Punk con composiciones melódicas y pegajosas. En este punto, la voz del vocalista se convirtió en el instrumento principal, llevando consigo el peso y la profundidad de las letras. Cada palabra estaba impregnada de emoción y autenticidad, y el rostro del vocalista se convirtió en una paleta de expresiones que iban desde la melancolía hasta la pasión desenfrenada.            

La noche continuó avanzando, llegando el turno de los clásicos: «I Wanna Be Sedated», «Pinhead», «California Sun», «She’s the One», «Pinhead», «Cretin Hop», y «Tomorrow She Goes Away». Cada canción resonaba en el corazón de la audiencia, provocando coros ensordecedores y movimientos frenéticos en toda la sala.   En medio de la energía palpitante, ocurrió un momento verdaderamente especial. Un menor de aproximadamente 6 años, armado con una mini guitarra y una determinación asombrosa, fue elevado al escenario por el público, el joven imitó la energía desenfrenada de la banda, moviendo la cabeza al ritmo de la música y tocando su guitarra con pasión. Fue un testimonio del poder universal de la música, que trasciende las barreras generacionales y conecta a personas de todas las edades en una experiencia compartida de alegría y expresión.

Luego de treinta canciones y más de una hora de show que sacudieron a todo el público, Marky Ramone se acercó nuevamente a su audiencia para despedirse. Sus golpes certeros y casi métricos resonaron en toda la presentación, demostrando una vez más su maestría en la batería. Pero el show aún no había terminado. Marky Ramone’s Blitzkrieg decidió regalar a la audiencia un bis inolvidable.   Entre las selecciones destacadas, «Rock ‘n’ Roll High School» resonó con la nostalgia de los días de gloria del rock and roll, transportando a la multitud a una época donde la música vibraba con una energía inigualable. La versión punk de «Have You Ever Seen the Rain? » de Creedence Clearwater Revival fue transformada en un himno rebelde que hizo vibrar cada fibra de la audiencia.

Los Ramones siempre tuvieron la habilidad única de tomar canciones antiguas y hacerlas suyas, y esta noche fue un testimonio perfecto de esa capacidad. Bajo la premisa de reinterpretar clásicos, llegó el momento de revivir «What a Wonderful World» de Louis Armstrong, una canción que fue incluida en el disco solista de Joey Ramone, titulado «Don’t Worry About Me» (2002). Este álbum, lanzado póstumamente el 19 de febrero de 2002, presentaba canciones originales de Joey Ramone y algunas versiones, incluyendo la que fue interpretada esta noche.

Pero la noche no podía cerrar de otra manera que con la inigualable energía de «Blitzkrieg Bop». El estribillo inconfundible de «Hey ho, let’s go!» resonó como un grito de guerra, un llamado a la acción que reverberó en los corazones de todos y todas los presentes. El público se unió en una sinfonía de voces, cerrando la noche con una explosión de emoción y un sentido de camaradería que solo el punk auténtico puede crear.      


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