Texto por Franco Zurita

Fotografías: Daniel Sáez

La noche de ayer y bajo el manto estrellado de un cielo nocturno, vivimos casi una experiencia religiosa con el regreso de Hozier a nuestro país. El trovador empedernido de la luz y las sombras, desgranó su poesía ante un Movistar Arena repleto de fanáticos en una noche, que más que un concierto; fue una travesía por los pasajes del alma, guiados por la dulce voz del Irlandes.

De manera muy puntual, la liturgia musical fue inaugurada por “De Selby Part 1 y 2”, quienes envolvieron en un profundo misterio, este mágico comienzo tejiendo una capa de intimidad y preparando nuestro espíritu para este fascinante viaje por los rincones del alma. “Jackie And Wilson” nos transportó al debut de Hozier. A las cadencias rítmicas de sus primeras composiciones, regalándonos esos momentos que vieron crecer y que nutrieron la carrera del irlandes. Todo esto, ante una multitud enardecida y entregada a los acordes y la poderosa voz del cantante quien aprovechó cada interlocución para agradecer de manera ferviente la complicidad de los presentes.

Con un repaso vivo a toda su trayectoria, la travesía continuó con “Eat Your Young” seguida por la melancolía rítmica y etérea de “Angel Of Small Death And The Codeine Scene” para sumergirnos en el aura más bluesera y rockandrollera del irlandés. Un manifiesto que acarició cada fibra encendiendo el fuego en esta primera parte de la noche.

Visiblemente emocionado por las inagotables muestras de cariño del público local, Hozier dio rienda suelta a una danza de sombras y pasiones con “Dinner & Diatribes” para volver a encantarnos con la vulnerable belleza de “Francesca” y la esperanza resiliente de “It Will Comeback” quienes nos empaparon de recuerdos y una profunda sensación de sanación.

Con la guitarra como extensión de su alma y pintando paisajes etéreos en cada acorde interpretado, “Like Real People Do” y “From Eden” nos transportaron a los jardines nórdicos en donde la esperanza y el amor brotan con la misma fuerza desde la tierra. Como la hierba inquieta y salvaje que se impone ante la adversidad, concluyendo así la mitad de este monumental encuentro.

El vuelo siguió con “I, Carrion (Icarian)” no sin antes, una particular petición de parte de sus fanáticos. Y es que, entendiendo el aura divina de Hozier, el público solicitó al músico soltar su cabello y dejar su pelo al viento para las siguientes interpretaciones. Una petición que claramente no se esperaba y que encendió el ambiente ante la euforia de ver a Hozier en su estado más natural. Luego de las risas y el simpático momento vivido a raíz de esto, el show debía continuar. 

La ternura y el groove embriagante de “Too Sweet”, endulzaron la nutrida atmósfera para explorar la melancólica reflexión sobre la naturaleza efímera del amor con “Someone New”. Cada nota, cada palabra fueron un trazo en un lienzo invisible creando un mural de infinitas emociones, desde la euforia más visceral hasta el más tierno de los anhelos. La energía creció con la poderosa “Would That I” para envolvernos en las síncopas y en la nostalgia agridulce de “Almost (Sweet Music)” casi como preparándonos para momentos épicos que sucederían en esta noche de ensueño.

El alma, en perfecta sincronía con la voz de Hozier, dejaba entrever en una danza apasionante los primeros acordes de “Movement”. Un fluir constante que culminó en el magistral himno con el que dió la vuelta al mundo, la gran “Take Me To Church”. Esta crítica a la religión y a su postura sobre la libertad en el nombre del amor, unió a la multitud en una sola voz con un coro que hizo vibrar el Movistar Arena en una manifestación pura de amor y deseo. Tras esto y una ovación más que merecida por parte de su público, Hozier abandonó el escenario principal para sorprendernos en una improvisada tarima en medio del recinto. Saludando a todos los fanáticos a su paso, el músico tomó su guitarra y preparó su voz para desnudarnos emocionalmente con la interpretación de “Cherry Wine”. Una dolorosa y compleja declaración que logró envolvernos en un abrazo cálido de superación para luego sumergirnos en la introspección de “Unknown/Nth” y cerrar de esta manera este íntimo momento en un impensado espacio para empapar de sensaciones a todos los presentes sin importar el lugar o la distancia.

Ya cerrando este mágico viaje terrenal, Hozier nos declara la importancia del amor, la comprensión y la empatía. Siempre con el discurso social por delante, el músico no sólo habló sino que nos inspiró a tomar las riendas de este mundo. A protestar contra la desigualdad, a acompañar a las disidencias, a denunciar las barbaries cometidas y a poner el amor por sobre cualquier cosa. Como forma, como método y como salvación. Un discurso implacable que nos refleja la lucidez del músico frente a un mundo violento invitándonos a transformar esta triste realidad. 

Dicho esto y elogiando a la gran Mavis Staples, “Nina Cried Power” resonó en todo el Movistar con la fuerza inquebrantable de un himno único y poderoso que celebra las luchas sociales, la resistencia y a la música cómo arma infalible para luchar en contra de las injusticias. Para terminar este vasto recorrido, Hozier terminaría de endulzar esta velada con la elegancia sombría de “Work Song”. La pieza perfecta para cerrar una apasionante noche invitándonos a abrir nuestro corazón en busca de la redención. 

Y así culmina el regreso de Hozier a nuestro país. Con un despliegue fascinante, músicos con el talento y carisma a la altura de las circunstancias y un espectáculo casi inmersivo, el músico nos recordó que la música es un refugio. Un espacio en donde podemos sentirnos protegidos pero también ser vulnerables, en donde el dolor y la belleza se entrelazan para dar forma a una experiencia única.

Bajo la luz de las estrellas, la voz y el alma de Hozier nos encontró, y en ese encuentro, el mundo pareció por un instante, un lugar real, oscuro pero profundamente hermoso. Una catarsis colectiva que permanecerá para siempre en el corazón de cada uno de nosotros.  

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