
Nota por Franco Zurita
Fotografías por Claudio Escalona
Recuerdo la primera vez que me llegó un CD de Eterna Inocencia. En esos años vivía en la periferia santiaguina y una tarde de skate junto a los amigos del barrio y en donde la música era la tónica constante de las conversaciones, salió a la palestra el nombre de trasandinos. No sé por qué, lo primero que atiné a preguntar fue: «¿Son chilenos?» – No, son argentinos», me responde mi amigo, mientras me pasa el disco de «La Palabra y Los Ríos» del año 2004 y que guardo cuidadosamente en el Walkman mientras lo intercambiamos por un compilado punk en inglés que había hecho tiempo atrás. A todo esto, mi pregunta sobre si eran o no chilenos, si bien no tenía ningún sentido, con el tiempo tuvo un poco más de lógica. Pero sigamos con la historia.

Tenía la manía de activar la función “aleatorio” del Walkman, así que con lo primero que me encontré cuando le puse play al disco fue con «Nuestras Fronteras». Quien con su emotiva y esperanzadora letra, fue una de las primeras autoflagelaciones en mi incipiente juventud con recién 16 años. Fue mi primer acercamiento a Eterna Inocencia y el más certero. De ahí en más, se convirtió en parte importante del soundtrack de mi vida y de la movida hardcore punk, que venía desarrollándose hace un par de años, pero que arremetía en tierras nacionales con más intensidad debido a la masividad que ofrecía la naciente tecnología debido a la proliferación del internet.

La noche de ayer, fuimos transportados nuevamente a esos viejos recuerdos y a toda la nostalgia que significó crecer con una de las bandas más influyentes de la escena hardcore punk argentino y latinoamericano. Eterna Inocencia, regresaba a la capital para repletar el Teatro Coliseo ante su siempre fiel fanaticada la cual dispuso su corazón en un emotivo show que además de presentar la misiva de la noche que eran “Sus primeros trabajos desde 1996-2006”, se celebraban 25 años de la primera vez de los argentinos en nuestro país. Y es que la relación de Eterna Inocencia con Chile se remonta a 1999 y desde aquel entonces, no se ha hecho más que acrecentar el lazo de la banda con su fanaticada local y nuestras tierras.

Ante un recinto completamente lleno que terminó coreando cada una de las 34 canciones que la banda argentina nos entregó como un regalo directo al corazón, Eterna Inocencia se presentaba como si fuera la primera vez en esta parte del continente y totalmente agradecido de la entrega a pesar y pasar de los años, desenvainó una batería de canciones reconocidas y muchas que nunca vieron la luz en vivo, por lo que la noche de ayer, logró destacarse como una de esas noches especiales de la banda con nuestro país.

Guille y compañía comenzaban con clásicos del disco «Dias Tristes» del año 1997, para saltarse unos años al futuro y desde «La Resistencia» del 2006, desenfundar «La Risa De Los Necios» y «Lo Sabía». Y hasta ahí era solo el quinto tema. «Viejas Esperanzas» y «Elsa y Juan» me transportaron a aquellos años de escucharlos en CD y así fue; toda una noche de intercambio de emociones, recuerdos y discos eternos como el nombre de la banda. «Cuando le pertenezco a tus ojos» sacudió las cabezas y los corazones en un emotivo coro que remeció el teatro de principio a fin desgarrando las gargantas de los más fanáticos, pero en general hubo tiempo para todo. La alegría, la esperanza, el dolor y la rabia son los sentimientos comunes que abordan las temáticas de Eterna Inocencia, pero no solo de la banda, sino que de toda una generación de creció y rigió bajo los mismos parámetros sociales, políticos y morales y que tomó sus letras como bandera de lucha ante la vida. «Germinal» fue otro gran momento en que solo faltó la bengala al medio del circle pit como símbolo de que la rabia y el descontento también forman parte importante de la vida de la banda y todos los presentes. El deseo de libertad de «Mártires de Trelew», las contenidas ganas de patinar con «Sk8 for Life», la melancolía de «Sin quererlo» y muchos otros fueron los momentos vividos que en casi dos horas, se quedaron y quedarán guardados en el corazón y memoria de cada uno de los que estuvimos presentes.

Para terminar esta épica noche, «Weichafe» llegaba a incendiar el ex-templo evangélico con su afilado discurso denunciando a modo de protesta las terribles injusticias vividas por el pueblo mapuche desde hace siglos y «Nuestras Fronteras» cerraba definitivamente esta mágica noche desatando nuevamente un gran coro al unísono de Guille para despedirse de manera esperanzadora luego de 25 años de complicidad y buenos momentos vividos con el quinteto argentino.
Ver a Eterna Inocencia en nuestro país se ha convertido en un habito muy especial. Muchos fanáticos estamos acostumbrados a verlos al menos una vez al año en la capital o girando en alguna ciudad de Chile como quien recorre su casa o su patio trasero. Y es que la cercanía que se palpa entre la banda argentina, nuestro territorio y sus fanáticos, se ha hecho un compromiso inquebrantable y que con cada visita, pareciera reafirmarse cada vez más.
La noche de ayer, fue solo una de las tantas demostraciones del potente lazo existente entre Eterna Inocencia y nuestro territorio.
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