
Texto por Lucas Araya
Fotografías por Claudio Escalona
La emblemática banda de punk entregó uno de los shows más potentes e intensos que han pasado por el subsuelo santiaguino. Con un extenso setlist y una energía desbordante, Steve Diggle y su equipo, levantaron la copa en una noche victoriosa, llevando el legado de los Buzzcocks a la gloria del volumen y el ruido.
Sudamerican punkers
En una tibia noche otoñal, la pista de la Blondie comenzaba a tremolar entre sombras y luces azuladas y verdosas para recibir la descarga de punk urgente de Moplo. El trío repletó el escenario y el espacio con su punk visceral y vigoroso, entre juegos melódicos y potencia instrumental y emocional, quizás una herencia y referencia al sonido garagero de San Miguel a inicios de los años 80.


Con un set preciso, contundente y directo a los sentidos, Moplo ametralló el ambiente con sonidos de carbón y combustible, dejando la cancha lista para el partido que veníamos a jugar.
Todo el mundo adicto a la felicidad
Como una bola de ruido y fuego, Steve Diggle, Chris Remington, Danny Farrant y Mani Perazzoli irrumpieron para tomarse el escenario, desordenando la sinfonía de la odisea espacial subconsciente con guitarras afiladas y baterías marchantes y enérgicas para desenfundar una batería de himnos inmortales (e inmorales) y combinarlos con el sonido más actual y vivaz de una de las más icónicas bandas del punk inglés setentero.

Con una dosis alta de punk de la mejor cepa y un vigor mezclado con entusiasmo y éxtasis, el cuarteto pioneros en el sonido manchesteriano esparcieron las semillas de sus pegajosos y eficaces singles desatando el baile y el goce en el plató central, bajo la bola de espejos y en los rincones más ocultos. Entre manos arriba, pies en movimiento, botellas, vasos y besos en el suelo y los Buzzcoks en lo más alto, trepando y taladrando el subsuelo para reventarlo todo con su aventura sónica de tres tonos y mil colores.

Una tras otra, como un ramillete atómico “What do I get”, “I don’t mind”, “Everybody’s happy nowadays” y “Orgasm addict” brillaron en una lista de canciones confeccionada para conquistar y ganar. Todo un regalo para quienes llegaron a la mítica disco de Estación Central para gozar y cantar en un coro telúrico y eufórico, lleno de amor y admiración, un sentimiento recíproco y lleno de sonoridades excitantes, extendiendo la dicha en el tiempo y el espacio.


Con lugar para clásicos y pizcas exactas de actualidad, Buzzcoks ha sabido siempre manejar el clímax a su antojo y esta no fue la excepción. Con dosis exactas de su trabajo más reciente (“Manchester rain” y “Senses out of control”) y citas directas a esa perfecta y eterna compilación Singles Going Steady (“Promises”, “Harmony in my head”, “Why can’t I touch it?” y más), el ritmo, el dinamismo y la fuerza danzaron al ritmo del sudor y el zumbido estridente de las cuerdas metálicas hasta explotar en el grito final en el estribillo insuperable de “Ever Fallen in Love (with someone you shouldn’t’ve)”. Un memento eléctrico y que sigue y seguirá resonando en los corazones desde el centro de la erupción soterraña.

El acople entre las palmas y la sonrisa amable de Steve Diggle fue un trofeo imborrable. La adicción a la emoción es innegable e imparable. We are the champions del subdesarrollo y las calles sucias. Felices y ardientes.
Gracias por venir.
¡¡¡Awante los Buzzcoks!!!
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