
Texto por: Lucas Araya
Fotografías: Claudio Escalona
El Salmón se presentó en el Teatro Caupolicán en la primera de sus dos noches en Santiago en el marco de su «Agenda 1999 Tour». Un show a tablero vuelto y un arsenal de clásicos explorando y explotando la pólvora de su mítico álbum «Honestidad brutal». Una bella excusa para atravesar el tiempo en gloria y majestad porque 25 años no son nada.
Crónica en primera persona de dos horas de honestidad brutal para alguien que volvió a los 17 en cuerpo y alma.
El alto volumen y una actitud rocanrolera al mango. Así se podría resumir el primer concierto de Andrés Calamaro y compañía en Santiago este 18 de octubre de 2024. La intro con «Kashmir» retumbando en los parlantes dio la bienvenida a una sesión electrificada con el Bohemio de voz quebrada y sentida lírica, acompañado del peso del tiempo y el veneno lento de sus versos para desenfundar un repertorio infalible y que crece en emotividad e intensidad: «El día de la mujer mundial», «¿Para qué?» y «Cuando te conocí» abren las botellas de los años en flor para llenar las copas con «A los ojos». Un repaso sin melancolía, una forma de mantener viva la llama del alma que va contra la corriente sin extinguirse. Un ejercicio que marcaría toda la jornada.

Calamaro dirige pocas palabras al público. Quizás solo las necesarias porque con las canciones basta. Las voces al viento, poleras revoleando y una banda derrochando un sonido brillante y espeso, cual rock and roll añejado en amplificadores que lanzan fuego y bombas en forma de sonido y temas que no descansan. La secuencia de «Con abuelo», «Los aviones», «La parte de adelante» la sangre hacen la sangre arder en cualquier momento en la historia y la dupla «No tan Buenos Aire» / «Clonazepam y circo» reviven el aura de 1999. Espíritu eclipsado de fin de siglo cinco lustros después que revolotea entre divagaciones sobre cuicos y el ascenso social antes de recordar mañanas / tardes en Plaza Francia en una especie de imagen porteña universal antes de lanzarse de cabeza a «Voy a dormir».

Calamaro y su cofradía eléctrica, se mueven como hermanos como aviones sobrevolando un cumpleaños sobre el escenario cada noche, sobre todo hoy. Un aniversario congelado por un rato mientras «Tuyo siempre» transforma un sentimiento de cumbia en rock duro y áspero, un aire de tango amargo con tintes de Los Abuelos de la Nada antes de saltar sin paracaídas a la parte final del set, una caída libre hacia la victoria total de 1997 con «Crímenes perfectos», «Alta suciedad», «Flaca» en karaoke masivo y sensible y reventar en ese verseo casi interminable de «Paloma», un río de voces flotando sin red de protección bajo los pies. Pájaros sobrevolando el vacío, llenándolo con pasión y melodías que se resisten a morir.

El cierre casi predecible pero gigante se rompe sorpresivamente con una interpretación pampeana de «Volver a los 17» y luego todo el teatro se cae con «Estadio Azteca» y una tremenda versión despojada y sincera de «Los chicos» para cerrar la primera cita con el público capitalino.





















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