Texto por Lucas Araya

La aplanadora del rock vuelve a Santiago este 20 y 22 de noviembre para presentarse en el Teatro Coliseo en dos fechas en las que el rock energético del trío dorado será el motor de dos noches que prometen ser memorables. Riffs coreables, golpes de bata frenéticos y el mejor bajo de la región llegan con su sonido electrificado y el gran sabor de su receta única: el folklore que une la tierra y el alma en una misma voz.

Volumen al mango, baterías al borde del destrozo por la energía, cuatro cuerdas metálicas percutidas con pasión y precisión y una guitarra eléctrica gruesa y punzante sosteniendo la voz grave y potente que desnuda verdades con el don de la palabra. Algo así podría definir a Divididos y su sonido aplanador y su entrega incomparable. Sin embargo, entre todo el estruendo y el estallido huracanado hay una luz del alma que baja hasta la raíz terrosa de la música latinoamericana, yendo desde las montañas de tierra roja, sobrevolando los valles verdes de concreto burbujeantes hasta estallar en los océanos del sur del mundo esparciendo el sonido y el corazón del folklore argentino, abrazando también las sonoridades de todo el continente, haciendo suya (y nuestra) la herencia indígena, mestiza y urbana.

La mezcla de la electricidad apasionada con tonalidades del corazón y del alma de guitarras criollas y bombos legüeros son la esencia de Divididos desde los inicios del conjunto, pero que se fue materializando y plasmando en sus discos a medida que el ímpetu, la fe y la seguridad en su propuesta fueron avanzando.

Tomando canciones del repertorio folklórico argentino para transformarlas en blues hipnótico es una de sus hazañas. También generar composición propias a partir de una proyección de la raíz, siguiendo patrones y redescubriendo sonoridades para dejar volar versos irreverentes, surrealistas o de simplemente como joda frente a la drástica realidad han sido una característica de la banda y su relectura del folklore argento moderno. 

Sin embargo, cuando aterrizan su vuelo creativo y se apegan a las versiones originales para sumarles la fuerza interna del trío y de todos quienes los acompañan en sus shows en vivo deben ser la combinación más exquisita de potencias humanas. Algo que se puede revisar en los siguientes ejemplos y que, de seguro, podremos disfrutar en el reencuentro por partida doble en Santiago este 20 y 22 de noviembre.

  1. Viento de Tucumán. Parte fundamental del disco Gol de mujer de 1998, esta canción se ha convertido en un clásico en vivo de Divididos por su energía, pasión real y por la conexión absoluta con la naturaleza para combatir la tristeza y seguir en el camino hacia los transcendental.

  1. Guanuqueando. Original de Ricardo Vilca y Graciela Volodarski, esta canción fue interpretada por Divididos en Tilcara, en los altos del norte argentino, en el año 2000. Desde entonces, se ha transformado en un clásico de los shows en vivo de la banda y en uno de los puntos más altos de la comunión con su público (y su pueblo). Simplemente Increíble en su versión original y en cada presentación de Divididos.  

  1. Ortega y Gases, Andá a lavartelos y Niño hereje. El folklore mestizo y criollo argento, capaz de atravesar fronteras, unir sonoridades y tocar el alma de todo un pueblo, un territorio y traspasar continentes. En este paisaje triple, Divididos unen su repertorio, aúnan la discografía y elevan el espíritu entre ironías, picardía y energía en clave de rock folklorizado.

  1. El Arriero. Quizás uno de sus mayores clásicos, este es un tema perteneciente al repertorio de Atahualpa Yupanqui y originalmente compuesto por Pablo del Cerro (en realidad, Nenette Pepin Fitzpatrick, mujer del cantor), “El arriero va” se convirtió, desde un principio, en el puente perfecto entre el blues de Hendrix y los vientos de los cerros y los valles argentinos (y latinoamericanos), uniendo sonoridades, estéticas y generaciones. Un guiño a las raíces y a esas escuchas familiares al calor del fuego dominguero que llegan, hasta hoy, en una interpretación eléctrica y totalmente sentida en la garganta apasionada de Ricardo Mollo y de todos nosotr@s al cantar en vivo. Una gema brillante y hermosa que, sin duda, sonará en Santiago.

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