Por: Lucas Araya

Después de vivir más de medio siglo, el grupo Congreso hizo un recorrido por su extenso y emblemático repertorio, haciendo una parada exquisita en su primer Long Play, editado hace ya cincuenta años. Un reencuentro con su público en una noche plagada de amor, cuidados y bellas sonoridades.
Una imagen salida de un sueño fue la que recibía a quienes ingresaban a la nave principal del teatro: un escenario luminoso con instrumentos cubiertos de mantas de plástico transparente. A medida que la hora oficial del encuentro llegaba, el sonido de vientos metálicos llenaba el espacio y los músicos ingresaron liberando sus instrumentos para darles vida una vez más.


Sergio “Tilo González” y Pancho Sazo liderando nuevamente el viaje de este Congreso inquieto, con el bajo de Federico Faure que se elevaba, como temblores avanzando con el peso del mundo en las paredes y las teclas y percusiones de Raúl Aliaga iban dando forma al ensamble de música del mundo con una ternura y complicidad que lleva a la emoción, en todas las esquinas, no importa cuándo sea «Para los arqueólogos del futuro».
Luego del puntapié inicial, Pancho explicó el show: un viaje amplio por su discografía, material nuevo y la revisión del primer disco. Todo “de pie frente a la adversidad”, como debe ser.
La primera parte, entonces, trajo aires limeños, un vals dorado y añoranzas de besos reales «Rey Midas», con Tilo en la batería y el cuatro, al unísono; «Premio de consuelo» llegó “con harta pachanga”, entre ritmos nortinos, palmas al aire y un excelente trabajo de luces e imágenes que funcionaban como telón del viaje musical.

Después de la fiesta vino un paseo por la cocina de percusiones entre torres de alta tensión y basureros humeantes, el temor, el miedo y la ensoñación unidos en un mundo que se cae a pedazos (Tuve un sueño mamá).
La parte inicial del show cerró con «Canción por la paz», pero, como dijo Sazo, “una paz con condiciones: justicia, verdad y democracia”. Todo es terrible, nada es eterno, salvo Congreso y el amor por su música.
La segunda parte estuvo enfocada en la celebración del disco “El Congreso” (1971) y se dio inició con «Maestranza de Noche», con tres almas reverberando en un eco resonando hacia un Chile en blanco y negro sobre un tren que no se detiene.


«Vamos andando mi amigo», sonó tan fresca como la hierba en el campo, aires pacíficos de un anhelo que vive entre flautas, montañas y bailes libres y esperanzados, esos que las imágenes de fondo retrataban mientras la música lo cubría todo en su paso.
«Has visto caer una lágrima», se expandió como una bomba de tiempo con sus presagios de batallas y matanzas, tal vez sin saberlo en esos días de 1971. Aquí toma un nuevo significado, otro peso, después de tanto llanto y dolor.
Las flautas bailaban saltando sobre las praderas hechas por la batería y el bajo, interpretado por Pancho Sazo mientras gritaba tratando de hallar felicidad en «Rompe tu Espada», cerrando todo con una clásica línea de The Beatles hasta que un mar de voces en coro cantaros Come Together!

«El Baile de Todos», abrió una nueva senda en el concierto, llevando a la audiencia a un viaje por la Patagonia, llamando espíritus antiguos viviendo en imágenes y sonidos eternos. Luego de esto, periplo sonoro de la banda se abrió para mostrar su presente trabajo, el que debería plasmarse en un próximo disco: «La plaza de los sueños» (ausencia entre quiebres mágicos y melancólicos), «La piel de tus heridas» (dolor invisible entre sombras y melodías dulces definiendo la tristeza) y su más reciente corte de difusión, «Rocanrol de los misterios» (la densidad que se cuela entre bellos sones y tonos).
Aplausos de pie, gritos, vítores y besos de amor incondicional para los músicos que se abrazaban en el fulgor de una noche de repaso de una historia emotiva.
Luego de una breve pausa (con cánticos pidiendo la vuelta del grupo), el teclado de Sebastián Almarza, fue construyendo una atmósfera oscura sobre la cual el conjunto flota como plumas de un ave sobre el mar de noche y el saxo de Jaime Atenas avanzaba atravesando la piel y rasgando toda la humanidad presente en el teatro. «Nocturno» se desplegó sobre nosotros y nos dejó mirando las estrellas ocultas.

Las imágenes de Horcón, crepúsculos y fogatas que trajeron su calor hasta el momento en que las palabras de Pancho abrieron «El cielito de mi pieza», contemplación del tiempo a través del sonido, la nostalgia y la hermosura.
«El torito», cerró la jornada con la potencia con aires de cordilleras, desiertos y bailes contenidos en una celebración que se extenderá durante este viernes y sábado con más funciones en el Teatro Nescafé de las Artes.
Congreso, una institución pilar de la música chilena más vigentes que nunca.
¡Que al celebración no se detenga nunca más!
Gracias por superar lo virtual y trascender juntos a lo físico, nuestras emociones al unísono , pronto estaremos juntos en otro concierto, Zumbido.cl





















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